lunes, 11 de abril de 2016

QUITO FUE ESPAÑA.Por Don Francisco Núñez Del Arco Proaño.

QUITO FUE ESPAÑA:

Por: Don Francisco Núñez del Arco Proaño:



HISTORIA DEL REALISMO CRIOLLO

¿La Independencia liberó a los pueblos de sus opresores? ¿Cómo explicarse que la llamada Guerra de Independencia haya durado más de 15 años en la América del Sur? ¿Cómo explicarse que nuestra región, llamada en nuestros días América latina, sea la más involucionada del mundo tan sólo después de África? ¿Cuáles son las causas de todo esto?
Es en el período que ha sido denominado como Independencia, cuando se conforman los actuales Estados-nación de la América hispana o mejor dicho, de la España americana, por la acción de un puñado de hombres sedientos de más poder y riqueza de los que ya gozaban y bajo los intereses británicos de división y dominación de nuestro continente, es entonces cuando podemos encontrar estas respuestas. Allí podremos encontrar la raíz de las dolencias que nos aquejan hasta el día de hoy. La acumulación desequilibrada de la riqueza y de la tenencia de la tierra, el estancamiento en una fase agraria de nuestros países y sociedades, la nunca realizada revolución industrial y la ausencia de desarrollo cultural, político, económico y hasta científico-técnico encuentran su explicación en el período de la independencia y lo que ocurrió en las décadas inmediatamente siguientes producto exclusivo de esta etapa.

Que la Independencia o las independencias hayan liberado a los pueblos de sus opresores es una falacia absoluta que no se sostiene en investigaciones históricas sino en la mitología e ideología oficiales que sirvieron y sirven para justificar la existencia de las repúblicas americanas, medios de explotación del colonialismo financiero internacional.



¿Quiénes eran y son los opresores y cuáles los oprimidos?
Una evidencia de lo sucedido es que la Guerra de la Independencia en América del Sur, duró más de 15 años, casi el triple de tiempo que la Segunda Guerra Mundial, y eso considerando la convicción y tenacidad de los alemanes. ¿Cómo y por qué se extendió tanto un conflicto donde se ha supuesto que la mayoría de la población nativa: criollos, mestizos, indios, negros, mulatos y demás castas, se encontraba a rajatabla a favor de la separación, de la independencia?

Las últimas guerrillas realistas durante la independencia en rendirse fueron: 1839, capitulación de las guerrillas realistas indias del Perú. 1845, rendición y exterminio de las guerrillas negras, pardas y mulatas dirigidas por un indio en Venezuela. 1861, derrota de los últimos reductos realistas de Sudamérica en la región india de Araucanía al sur de Chile -nunca incorporada al Estado Hispánico, curiosamente-. Es más que notable que los últimos reductos realistas en América del Sur hayan sido sostenidos y defendidos por personas de los grupos humanos que supuestamente habían sufrido el saqueo de cientos de años.

Nuestra historia oficial, difundida mediante la educación formal confunde y divide a propósito a los ecuatorianos, facilitando de esta forma su control y sometimiento mental. La futilidad de la historiografía oficial contiene contradicciones insalvables que afectan a las psiquis de quienes la conocen, contradicciones que sólo pueden considerarse salidas de mentalidades esquizofrénicas o mal intencionadas, o producto de ambas. 

¿Cómo entender que los Incas pasan de ser genocidas y brutales invasores extranjeros que sometieron al épico y rebelde pueblo caranqui quitu-cara, verdadero núcleo de la nacionalidad moderna ecuatoriana -concepto europeo éste, por cierto- en episodios como Yahuarcocha cerca de 1520 y que esos mismos incas en 1534 sean heroicos resistentes a la invasión colonial española, entregando su vida por el núcleo de la nacionalidad moderna al cual anteriormente habían arrasado? 

¿O cómo explicar que los libertadores son en 1822 padres de la patria, colosos y redentores nacionales a los cuales les debemos homenaje y tributo eterno, sin quienes seguiríamos en el oscurantismo y la explotación colonial y que los mismos libertadores para 1830 sean militaristas extranjeros, tiránicos usurpadores de la soberanía nacional, causantes de la postración de la república?

 ¿Cómo asumir los hechos de que la «generosidad del apoyo británico a la Independencia» se transforme casi de inmediato en medio de dominación a través de la Deuda Inglesa en la época republicana o cómo se puede considerar a la independencia como un hecho puramente local latinoamericano con la determinante actuación de las potencias internacionales sobre el continente en ese período? 




No, estas contradicciones no son producto del azar o de la casualidad, son el resultado del interesado criterio de quienes escribieron la historia para beneficio propio y perjuicio de todos los demás.
Psicopatología sería más propiamente lo que aconteció y acontece con aquellos individuos que sufren de auto-odio, de hecho el criollo, el mestizo, el indio hispanoamericano reniega de todas sus raíces, quisiera ser inglés o estadounidense o francés o italiano o lo que sea, menos ser ellos mismos, menos ser hispano-indios.
Siempre será más fácil asumir la posición alienante de víctima, echándoles la culpa a monarcas muertos hace siglos de nuestros problemas y males, antes que asumir nuestra responsabilidad en nuestro momento actual como beneficiarios de nuestra propia herencia bio-psico-histórica, finalmente el destino de nuestros países es el que nosotros lo labremos con nuestras propias manos de ahora en adelante. 
Vivimos permanentemente engañando y engañándonos, sin querer asumir nuestra responsabilidad.
El criollo hispanoamericano trata de hacerse pasar por indio cuando no lo es como un medio cómodo de cortar la dependencia, tanto en lo que se refiere a Europa como a Estados Unidos. El indigenismo es una forma de facilismo ideológico.



La fijación con la figura del padre, desde la mitificada y mitificadora independencia que se constituyó en una revuelta en contra de la imagen paterna simbolizada y representada por la Monarquía, dejando vacío después ese espacio en el inconsciente colectivo, dejando un país huérfano; hasta nuestro momento actual donde los destinos del país están en manos de un hombre profundamente marcado por la relación de conflicto con su padre, también huérfano.
No deja de ser llamativo que si bien la sociedad ecuatoriana es profundamente matriarcal –con las debidas excepciones-; nótese por ejemplo las diferencias entre la celebración del Día de la Madre con el Día del Padre; por otro lado produce hombres dependientes de esa relación con el matriarcado –mamitis aguda, de quienes remplazan a su madre por su esposa, por ejemplo- y de profundo rechazo al padre, lo que da la pauta para su comportamiento social y público. Imponiéndose así, implícitamente, moral de mujer al hombre. Hasta para insultar se lo hace con una de las denominaciones vulgares del aparato reproductor masculino: ¡Esto o aquello «vale verga»! Nadie dice ¡Esto o aquello vale vagina! Yo por mi parte no insulto al pene, al pene hispánico dador de nuestra propia existencia, quizás la mayor responsabilidad de esto es justamente la de los padres que no han hecho valer su presencia como corresponde.
La Monarquía Universal Hispánica no era un sistema perfecto, evidentemente no lo era, como no lo es toda creación humana. Dónde está el hombre está el error, sin embargo, la misma reconoció su falibilidad y se fundó sobre bases de realismo socio-político que le permitieron mantenerse coherentemente en el espacio y el tiempo, a diferencia de las repúblicas que le sucedieron endeblemente mantenidas en sucesión infinita de ilusorias constituciones de papel higiénico, guerras civiles, revoluciones de cuarto de hora, golpes de Estado y fraudes electorales.
La Monarquía Hispánica, se consolidó en su época como la estructura política más importante que haya existido hasta ahora en los últimos cinco siglos a nivel mundial, sostén de multiplicidad de etnias y matriz de diferentes pueblos, fue demolida desde adentro en un plan excelentemente orquestado por la plutocracia apátrida Masónica residente en ambos lados del océano Atlántico y los eternos enemigos extranjeros que ha tenido España. 

La mal llamada independencia no consistió meramente en la separación de Quito de la Península y del resto de América, sino que cortó de cuajo el enorme y complejo sistema social, político y económico de la Monarquía Hispánica, que a pesar de sus numerosos defectos y múlitples errores funcionaba convenientemente para su integrantes. 

Una unidad, un sistema y una estructura política de alcance mundial que como la Monarquía Hispánica había demostrado durante siglos, ser real, siendo capaz de integrar nacionalidades antagónicas, tensiones sociales e intereses económicos dispares; a menudo conflictivos. Donde los estamentos superiores de América formaban parte integral de la élite imperial de la Monarquía, donde las necesidades de los más humildes eran reconocidas, protegidas y aún facilitando su promoción e integración. 

Enlaces familiares, logros políticos y económicos, pero sobre todo una unidad de destino, fines comunes y compartidos, así como relaciones de todo tipo, desde lo cultural a lo científico, sustentaban el tejido de la Monarquía Hispánica, en la cual cada reino y provincia integrante ya fuera en Europa, África, América o Asia, aportaba su singularidad particular incrementando un rico acervo común de forma orgánica, complementándose los unos con los otros, logrando así consolidarse como el primer poder verdaderamente global de la Tierra en toda su historia. 

Basada en su unidad, la Monarquía Hispánica, de la cual Quito formaba parte integral y por la cual lucharon y murieron denodada y heroicamente sus hijos criollos regando con su noble sangre la tierra que hoy pisamos, y Quito en correspondencia con su identidad imperial, obtuvo y mantuvo su participación efectiva y suprema en la política y la economía mundial, siendo, como parte de la Monarquía, no solo respetada sino temida y aún reverenciada en todo el orbe. 
Se trata de un intrincado tejido que servía de ancla a la Monarquía, que iban creciendo conforme lo hacía su población y su economía, proveyendo un espacio integrador común, político y económico capaz de dar respuesta efectiva a cualquier disquisición partidista surgida en su interior, contendiendo a las presiones externas y permitiendo de esta forma que el complejo equilibrio de poderes funcionara razonablemente bien de forma sostenida durante tanto tiempo y espacio.

Canonizados si no sacralizados, los llamados libertadores, autores de este ignominia desastrosa denominada independencia, no son objeto de crítica o de estudio, sino de idolatría y culto por parte de la oligarquía académica –aunque, evidentemente, no toda la academia forme parte de esa-, sustentadora de la oligarquía socio-política-económica, que no permite sacrilegio alguno de sus figuras y acciones; esa misma oligarquía académica dueña o usufructuaria de escuelas, colegios, universidades e instituciones educativas y culturales públicas y privadas, la cual impone su visión unilateral, totalitaria y dogmática de los hechos históricos a diestra y siniestra, la cual borró a la Monarquía Universal Hispánica de sus registros después de la independencia, que sólo enseña de la Conquista y la Independencia pero se engulle tres siglos de historia conjunta entre América y Europa, que construye cárceles mentales donde se obliga a reverenciar a ídolos de barro para su propio mantenimiento y conveniencia, y que además pretende ejercer una inquisición del silencio y una policía del pensamiento para vigilar y aún castigar las herejías y traiciones que pudieran afectar a la estructura de engaño, expoliación, fraude y estafa establecida y mantenida desde hace dos siglos en nuestro país y en nuestro continente, por sobre quienes se atreven y nos atrevemos a pensar, a investigar y a buscar la verdad por nosotros mismos.




Cuadro de Simón Bolivar

¿Cómo, entonces, se ha escrito sobre la independencia de Quito? 
Pues, a base de corrección política, liberalismo político, marxismo clásico y cultural, fetichismo constitucional kelseniano, relativismo conceptual y semántico, anacronismos ideológicos y chauvinistas típicos -ni hablar de los jurídico-políticos, V.g., la visión lineal de su interpretación-, como llamar colonias a los territorios de los Reinos de las Indias, o llamar ecuatorianos a personas que nacieron y murieron antes de que el Ecuador siquiera existiera, o llamar naciones a las culturas prehispánicas que nunca fueron tales. 
Repitiendo las fórmulas clásicas de los historiadores patrioteros, citando refritos como de costumbre (casi queriendo citar al Terruño). Publicando los mismos documentos de siempre. Desconociendo de relaciones internacionales, de geopolítica, de historias de las ideas, de historia social, así como de genealogía y nobiliaria. Y, por supuesto, repitiendo con el lirismo acostumbrado hasta el cansancio que Quito era más independentista que la independencia y más libertario que la libertad… Queriendo incinerar en la neo-inquisición democrática lo que no comulga con la pretendida lógica de las ideas bolivarianas-alfaristas-liberales-neoizquierdistas (así de largo, contradictorio y absurdo es este pensamiento, consecuente nada más con el proceso de decadencia moderno). Lo ha dicho Pablo Andrés Brborich refiriéndose a la severidad de la verdad: «Qué mayor seriedad que la verdad.»
Latinoamérica, que no la América Hispánica, es invulnerable al desaliento. 
No importa cuántas veces fracase nuestro sistema político republicano basado en irrealidades desde hace dos siglos, lo seguimos intentando. Aunque no se concrete y no se vea posibilidades de concretarse ineludiblemente, siempre deberá realizarse a futuro, aun cuando nos hayamos dado con la misma piedra en los dientes diez mil veces. Una bella ucronía, casi tan bella como la del socialismo científico soviético que nunca llega a concretarse, pero que como género literario es envidiable. Nosotros los Hispanoamericanos conocemos el mejor sistema de gobierno que jamás se haya querido experimentar, aunque siempre quede en experimento. 
El hecho de que hasta ahora no se haya llevado acabo, es la más patente prueba de que se lo llevará más adelante y así hasta la eternidad. Hoy no hay república, mañana sí. ¡Volvamos mañana, pues!
La epopeya realista criolla americana con sus tintes terribles, con sus ribetes desoladores, con sus luces enceguecedoras y sus sombras pasmosas; con los cientos de miles de muertos, de masacrados, de fusilados, de azotados y humillados públicamente, de condenados al ostracismo sin regreso, muriendo lejos de sus lares, separados para siempre de sus familias y los suyos, despojados de sus bienes, perseguidos hasta la infamia; muestran que esta tierra, que esta América, parió hombres y mujeres bien paridos a la altura de los principios universales imperecederos por los que dieron y antepusieron todo, hasta su último aliento, hasta su propia vida.
Ahora que sentimos que no podemos seguir más debido a que toda nuestra esperanza se ha ido. Ahora que nuestras vidas se han llenado de confusión, cuando la felicidad es sólo una ilusión, mientras el mundo a nuestro alrededor está desmoronado. Ahora que todo está patas arriba, ahora cuando los doctores destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, los gobiernos destruyen la libertad, los medios destruye la información y las religiones destruyen la espiritualidad. Ahora cuando ya no tenemos en qué asirnos, cuando todavía nos encontramos en pie en medio de las ruinas, esos muertos, nuestros muertos, esos coterráneos nuestros, nos extienden la mano desde la eternidad para reconfortarnos, para mandarnos, para decirnos que su hermosa tragedia nos brinda la esperanza de volver a encontrarnos, de volver a ser nosotros mismos.
Para como dijera ese gigante mexicano, Octavio Paz, ante otra España desangrada más de un siglo después:
«Su recuerdo no me abandona. Quien ha visto la Esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada hombre late la posibilidad de ser o más exactamente, de volver a ser otro hombre.»

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