miércoles, 12 de marzo de 2014

¿CUANDO FUE QUE DEJAMOS DE PELEAR? por Patricio Lons


¿CUANDO FUE QUE DEJAMOS DE PELEAR?
por Patricio Lons




¿Cuando fue que nos acostumbramos al caos y al desorden?
¿En que momento empezamos a aceptar que el bien era malo y el mal era bueno?
Nacimos hace quinientos años, no hace treinta. Tenemos una identidad de origen, aunque ahora la desconozcamos y mostremos supina ignorancia sobre el ser un buen argentino. 
En el 1° de abril de 1520, Magallanes ordenó celebrar la primera misa en tierra argentina, en un lugar al que bautizó Bahía San Julián y desde la cual cuatrocientos sesenta y dos años después, despegaron nuestros halcones para enfrentar al invasor eterno, aquel que parece ser el Némesis de nuestra nación y que se oculta en las sombras de cada esquina de nuestra historia. Luego los demás Adelantados, don Pedro de Mendoza, el dudoso Gaboto y don Juan Díaz de Solís, con sus corajes de españoles de lengua castellana y sangre vasca, le dieron inicio, forma y existencia a esta tierra del Plata, generosamente cobijada en los planes y testamento de nuestra primera reina de Indias, doña Isabel la católica.

Tuvimos momentos de felicidad y de gloria, de trabajo firme y constante en una tierra que germinó esperanzas, sueños y alegrías y que le permitió decir con orgullo a cada habitante ante quien nos preguntara y ante todo el mundo "¿¡Que soy yo...!?" "Yo...¡soy argentino!".

Ante el orgullo y la bonanza de siglos, fuimos desagradecidos con nuestra herencia. Dios nos dió una tierra hermosa y la bañó con su espíritu y su espíritu fue padre y hermano del nuestro, del de cada uno de nosotros. Y cuando tuvimos que defender nuestras convicciones, lo hicimos de pie, tanto ante el vil e impío invasor de tantos puntos del globo que aquí tuvo que hincar su orgullo y cuando nos enfrentamos entre nosotros en las guerras que nos separaron de la Madre Patria y que nos dividieron entre nosotros, los nativos de Indias, en tantos estados. Y en las guerras civiles, que tanto nos desangraron, también mostramos convicciones, coraje y decisión, cualquiera fuese el bando elegido.

Y si pudimos mostrar esas cualidades ¿que nos impide ejercerlas ahora? ¿Cuando fue que dejamos de pelear por lo que creíamos justo? ¿Cuando fue que decidimos entregar nuestra libertad y canjearlas por palabras? ¡Malditas sean las falsas libertades de hoy que nos quitan el honor y la dignidad, verdaderos valores de libertad que supimos antes defender!

Es hora de que cada argentino tome su bastón de mariscal, decida su destino y sea un líder dispuesto a echar a usurpadores de nuestra nación. En nuestra tierra un mal se ha alzado y nos destruye nuestra esencia, nuestra alma y tradición y deja una tierra yerma como herencia vacía para nuestra descendencia. ¡Quiero sumarme a los nuevos Cid, Liniers, Peñalozas y los seiscientos cuarenta y nueve Giachinos, que como héroes redivivos en todo el pueblo argentino unido y que como un puño erguido, enfrente nuevamente a este monstruo, lo mire fieramente a los ojos y lo vuelva a vencer. ¡Quiero que se levante de mi mano y de las vuestras, la hidalga Terrae Argentum de la Gran Restauración!

Recuperemos juntos nuestra civilización al canto de estas estrofas que convoquen a nuestros lares.
"He ahí a mi Padre Dios y a mi madre la Virgen
He ahí a mis hermanos y hermanas de la Patria y de la Iglesia
He ahí el linaje de mi cuna y religión regresando a su principio
He aquí que escucho su llamado
Me invitan a mi lugar entre ellos
en las alturas del cielo
donde los santos, caudillos y héroes,
viven por siempre"

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