Dictadura Argentina y su relación con la URSS.
Siempre me pregunte por que la dictadura era por soviética.
Dictadura argentina y su relación con la URSS
Un estudio de : Sofía Lamberto
Investigadora argentina
Especial para Argenpress
El largo amorío de la última dictadura argentina con la URSS (Parte I)
El presente trabajo académico pretende dar cuenta del desarrollo de la política exterior del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) en relación con la Unión Soviética. Al mismo tiempo, exponer cómo se desarrollaron las relaciones comerciales, y en menor medida, las culturales, militares y deportivas, entre ambos países. Su autora, Sofía Lamberto, cursa la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, donde desarrolló esta investigación como parte del Seminario Política Exterior Argentina.
Como puente mediador entre ambas naciones, se pondrá especial atención al papel jugado por el Partido Comunista Argentino, durante el período 1976-1983.
En este sentido, a lo largo del trabajo se verá cómo fueron ampliándose las vinculaciones entre Argentina y la URSS, hasta el punto de convertirnos económicamente dependientes de su mercado y cómo, a pesar de las fervientes declaraciones hechas en los primeros tiempos del golpe militar instaurado el 24 de marzo de 1976, proclamando abiertamente su vocación prooccidental anticomunista, la Unión Soviética se convirtió durante la etapa a analizar en el principal mercado receptor de los productos argentinos. Además, junto a Cuba, fue el principal defensor del régimen militar en los foros internacionales, a la hora de condenar al gobierno de facto respecto de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en nuestro país.
Por otro lado, se intentará vislumbrar cómo se fue gestando y a qué se debió el apoyo del PCA al régimen militar, principalmente por el hecho de que la URSS simpatizaba con este gobierno, más allá de que las bases y militantes del partido sufrieron secuestros, torturas e incluso la muerte.
En la primera parte del trabajo se expondrá la situación de las relaciones entre nuestro país y la Unión Soviética previo a 1976, ya que considero esencial, aunque sea sintéticamente, conocer ciertos hechos específicos, a efectos de comprender lo ocurrido durante los años que siguieron.
Un largo e inestable camino hacia la URSS
Dado el límite de extensión de esta investigación, realizaré un punteo de los principales eventos ocurridos con anterioridad a la instauración del PRN el 24 de marzo de 1976.
Uno de los grandes hitos de la historia de las relaciones entre Argentina y la URSS, sin duda fue la entrevista que sostuvieron el embajador argentino en Moscú, Leopoldo Bravo (foto), y Stalin, en febrero de 1953, primera vez que el líder soviético concedía una entrevista a un representante de una nación latinoamericana.
Como resultado, se firmó el primer convenio comercial entre la Unión Soviética y un país proveniente de América Latina. Sin embargo, este acercamiento fue desalentado por el régimen militar que derrocó a Perón.
Durante el gobierno de Frondizi, a fines de 1958, una misión económica con destino a Moscú encabezada por el diputado Leceaga, dio lugar al otorgamiento de un crédito de 100 millones de dólares para la compra de equipos petroleros, lo cual significaba el primero de ese tipo que recibía una nación latinoamericana (Rapoport, 1988).
La actitud en política internacional alentada por Frondizi pronto sería dejada de lado, al llegar Guido al gobierno, quien públicamente asumió una postura anticomunista y antisoviética, disminuyendo el comercio con la URSS significativamente.
Bajo la presidencia de Illia, los vínculos comerciales con los países del este fueron reactivados. Entre los años 1963 y 1966, los intercambios pasaron de 19 a 112 millones de dólares. Sin embargo, nuevamente, la inestabilidad política ocasionó la interrupción del gobierno radical, al instaurarse un nuevo régimen militar bajo el mando del General Onganía, quien anunció un cambio respecto de las “ambiguas” posturas diplomáticas anteriores, reemplazándolas por un alineamiento más firme con los Estados Unidos, al tiempo que prometía una activa militancia anticomunista (Paradiso, 1993).
Durante la breve presidencia de Levingston, se produjeron algunas transformaciones en la política hacia la URSS; se enviaron nuevas misiones a Moscú que dejaron asentado el camino para importantes acuerdos que se darían bajo el próximo gobierno.
Con la llegada de Lanusse a la presidencia, se confirmó el reemplazo de las “barreras ideológicas” del primer presidente de la Revolución Argentina, por el “pluralismo ideológico”.
Generales Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse, los tres dictadores sucesivos de la «Revolución Argentina».
Se envió una nueva misión a Rusia que culminó con la firma de un nuevo convenio comercial en 1971, y en 1972 se creó la Cámara de Comercio Argentino-Soviética.
Con los presidentes Cámpora y Perón, la apertura hacia el este se profundizó aún más. Esta estrategia de profundización fue impulsada por el Ministro de Economía de ambos gobiernos, José Ber Gelbard. En mayo de 1974 encabezó una numerosa comitiva hacia Moscú, en donde fueron recibidos con honores por Brezhnev y por altos mandatarios del Kremlin (Escudé, 2000).
Como resultado de esta misión, se firmaron varios convenios, entre ellos uno de cooperación científico-técnica y un convenio de suministro de maquinaria. En este mismo año se creó la Comisión mixta Argentino-Soviética para verificar el desarrollo del intercambio.
No obstante, el rumbo tomado por Cámpora y Perón fue cambiado cuando asumió la presidencia Estela Martínez, ya que la nueva presidenta no sólo obligó a Gelbard a renunciar, sino que también se negó a ratificar los convenios firmados con la URSS.
Instauración de la dictadura militar. Apoyo soviético y del PCA
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de estado y declararon al General Videla como presidente.
Se prohibió la actividad pública de los partidos políticos, pero, a diferencia del resto, el PCA pudo expresarse libremente, a pesar del anticomunismo proclamado por la cúpula militar.
Al día siguiente del golpe, los dirigentes del PCA tomaron una posición abiertamente favorable al régimen. Julio Laborde, editor responsable de la revista Tribuna Popular, en el número que salió a la venta el día 8 de abril, afirmaba respecto al nuevo presidente: “(...) En cuanto a sus formulaciones más precisas (...) afirmamos enfáticamente que constituyen la base de un programa liberador que compartimos (...). El presidente afirma que no se darán soluciones fáciles, milagrosas o espectaculares. Tenga la seguridad que nadie las espera (...). El General Videla no pide adhesión, sino comprensión, la tiene”.
El nuevo presidente ratificó a Leopoldo Bravo como embajador en Moscú, lo cual resultó ser otra forma de ganar mayor apoyo tanto del PCA como de la URSS, ya que el embajador era de conocida tendencia prosoviética.
A su vez, el PCA presentaba a la dupla Videla-Viola como el ala de la “democracia renovada”, frente a un ala “pinochetista”, sector no predominante dentro de las FFAA, canalizada a través de Emilio Massera y Luciano Menéndez. Más allá de las declaraciones de Videla referidas a una “solución” basada en “una montaña de cadáveres”, para el PCA el presidente era un general democrático y moderado ( Echagüe, 1984).
Pero... ¿a qué se debe tanto apoyo por parte de este partido al gobierno de facto? Claramente, el PCA respondía a la política de estado implementada por la URSS. De acuerdo al escritor Modesto Emilio Guerrero, el PCA terminaría, para su desgracia, negociando “trigo por muertos”; lo importante en esta etapa era garantizar el envío de trigo a Rusia. Esta razón de Estado los convirtió en cómplices de los genocidas, que perseguían, entre otros, a las bases del Partido Comunista, ausentes de estas decisiones de la dirección. A su vez, esta ecuación garantizaba de que siguiera llegando a la Argentina el “oro” ruso, es decir el presupuesto de financiamiento que era derivado a los partidos comunistas en América latina;. “La relación de la dictadura con la URSS fue la garantía de la supervivencia del PCA, a pesar de los muertos que sufrió, sobre todo la garantía para su dirección, acomodada en privilegios materiales, confort y seguridad, como cualquier burgués”.
Ni el PCA ni la Unión Soviética utilizaban la palabra dictadura para calificar al régimen de Videla. La prensa soviética, por ejemplo Radio Moscú, destinaba parte de sus emisiones a denunciar los crímenes cometidos por la dictadura chilena, mientras que elogiaba o simpatizaba con los generales Videla y Viola. Por otro lado, Sovestskoya Rossia decía “a pesar de todas las esperanzas de la reacción el golpe de estado de marzo en la Argentina no fue semejante al chileno”.
Para ir cerrando esta etapa del trabajo, podría decirse que la dirigencia del PCA claramente actuaba en función de los intereses y objetivos de Moscú, y no de los trabajadores y del pueblo argentino, lo cual se manifiesta concretamente en las declaraciones oficiales realizadas por la cúpula del partido.
La Política Exterior de Videla y Viola hacia la URSS. Las Relaciones Comerciales
De acuerdo a Roberto Russell, desde el comienzo de la dictadura se perfilaron dos diplomacias que dificultaron la ordenación racional y operativa de los elementos que componen la política exterior: la militar y la económica.
Ambas partieron de marcos distintos; la diplomacia militar estaba basada en las relaciones de nación a nación, con fuerte contenido expansivo, y la diplomacia económica, que tenía como base la interrelación entre países, es decir, se caracterizaba por el multilateralismo (Russell, 1988). Como veremos, si bien estas diplomacias entraban en contradicción en ciertos aspectos, en distintos períodos ambas mantuvieron relaciones con la URSS.
El apoyo más firme e importante que tuvo la dictadura a nivel internacional provino de la Unión Soviética y de sus países satélites. Como se explicó en el apartado anterior, este apoyo fue representado a nivel interno por la posición adoptada por la cúpula del PCA.
El multilateralismo enunciado por la diplomacia económica justificó el creciente intercambio comercial con la URSS. Así, los acuerdos firmados por Gelbard en 1974, fueron aprobados y entraron en vigencia bajo el régimen militar. La dependencia económica de nuestro país para con la URSS influyó poderosamente en las decisiones de política exterior. Como afirma Carlos Echagüe, ante todo, las relaciones económicas ruso-argentinas tienen una significación política (Echagüe, 1984).
El 12 de agosto de 1977 entró en vigencia el “Convenio de Suministro de Maquinaria y equipos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a la Argentina”, firmado el 13 de febrero de 1974 por el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Alberto Juan Vignes, por el Ministro de Economía José Ber Gelbard, y por el lado del gobierno soviético, por Alexei N. Manzhulo, Viceministro de Comercio Exterior. Mediante este convenio, la Argentina se comprometía a comprar a la URSS maquinaria y equipos en condiciones de pago diferido. A su vez, también preveía prestaciones de servicios soviéticos para la elaboración de proyectos, estudios, y trabajos de montaje.
Por otro lado, el 19 de diciembre de 1978 entró en vigencia el “Convenio de Cooperación Científico-tecnológica entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, firmado también el 13 de febrero de 1974 por las mismas personas que firmaron el convenio anteriormente mencionado, a través del cual se impulsó el intercambio de científicos y técnicos, la concesión de becas de estudio y perfeccionamiento, el intercambio de información científica y tecnológica, la organización de reuniones y conferencias científicas y tecnológicas sobre temas de interés mutuo y la elaboración conjunta de procedimientos tecnológicos para la industria, la agricultura y otras actividades productivas. Además, por medio del artículo 4, se acordó la creación de una Comisión Mixta a los efectos de examinar las cuestiones relativas a la aplicación del presente convenio.
Siguiendo esta línea política, entre 1976 y 1979 se realizaron obras de infraestructura con participación soviética, y como explica Rapoport, sobre todo en el campo hidroeléctrico, como Salto Grande. También se ratificaron otras obras pendientes, o se contrataron nuevas, como la construcción de una represa en el Paraná Medio, o la provisión de turbinas para centrales hidroeléctricas.
Ya en la reunión de gabinete del 25 de marzo de 1977, el ministro Martínez de Hoz defendía la necesidad de profundizar las relaciones comerciales con la URSS, manifestando que no se debía confundir ideología con economía. El ministro contó con el apoyo del canciller Montes, quien advirtió que la no ratificación de los acuerdos de 1974 podrían deteriorar la relación económica con la URSS (Escudé, 2000). Como afirma Pedro Brieger, “a pesar de su furibundo discurso anticomunista, Martínez de Hoz defendió el comercio con la Unión Soviética, porque no había que confundir negocios con ideología. Bunge y Born, Cargill, Dreyfus y Nidera hacían excelentes negocios y el circo de Moscú paseaba sus artistas por Buenos Aires”.
En 1978 el gobierno argentino estableció un acuerdo con Moscú por el cual ambas cancillerías debían reunirse para consultarse anualmente, previo a las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La URSS vetó en los foros internacionales toda condena a los crímenes cometidos por la dictadura, al mismo tiempo que en esos mismos foros promovía o apoyaba las resoluciones contra el régimen militar chileno. De acuerdo a Isidoro Gilbert, “la diplomacia soviética pasó de la pasividad a la política activa para evitar que la Argentina fuera condenada en Ginebra”. De esta manera, frente a las condenas por parte de los gobiernos de Europa Occidental y Estados Unidos, la URSS adoptó una actitud de defensa de la dictadura argentina, lo cual provocó, entre otras cuestiones, fuertes tensiones entre la diplomacia militar y el gobierno de Carter.
Un año atrás del acuerdo entre ambas cancillerías, en 1977, la Unión Soviética votó tres veces en contra de incluir a laArgentina en la agenda de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU como país a ser investigado, y cuando finalmente la resolución fue aprobada en 1981, los tres gobiernos que votaron en contra fueron Rumania, la URSS y Argentina.
Pero los principales promotores de las violaciones a los derechos humanos en la Argentina tenían otros defensores: los dirigentes del PCA, quienes en reiteradas oportunidades viajaron al exterior para defender a la dictadura, testimoniar como “partido de izquierda” que las denuncias acerca de las violaciones a los derechos humanos en Argentina eran maniobra del imperialismo norteamericano y se debían a una confusa información internacional (Echagüe, 1984).
El 24 de marzo de 1979 tropas soviéticas invadieron Afganistán, lo que llevó al presidente de EE.UU. a decretar un embargo cerealero a la URSS, e invitó a los países de su bloque a unirse a la imposición de esta medida. Argentina no se sumó a este pedido: “cuando el presidente Carter decretó el embargo de los cereales destinados a la Unión Soviética como castigo por la invasión a Afganistán e invitó a los aliados de EE.UU. a adoptar el mismo temperamento, el gobierno argentino se negó a seguirlo en este camino y vendió, a precios apetitosos, a la Unión Soviética, todas las cantidades de trigo y de granos que quiso adquirir, operación que ha ido repitiéndose ulteriormente. El rechazo se fundaba en la voluntad de independencia de la política exterior argentina, en su renuencia a tomar sanciones contra una nación cuya conducta no la afectaba directa o indirectamente”.
Esta decisión de no adherirse al embargo propuesto por EE.UU., representó un alto consenso interno, ya que contó con el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, de ambas diplomacias (la económica y la militar), como así también de los partidos políticos (Escudé, 2000).
Por supuesto que el no haberse sumado a esta propuesta contra la URSS tuvo un enorme significado político que los soviéticos resaltaron abiertamente. Fokin, secretario general de la cancillería rusa, destacó a mediados de 1980 que “su país apreció muchísimo la actitud asumida por el gobierno del presidente Jorge Videla sobre el embargo cerealero”.
Retomando la cuestión de los acuerdos, el 10 de julio de 1980 se firmó un acuerdo entre el gobierno de la RepúblicaArgentina y el gobierno de la URSS sobre suministros de cereales y soja. Se estableció que la Argentina se comprometería a venderle a la Unión Soviética un mínimo de 4 millones de toneladas de maíz y sorgo en el transcurso de los años 1980-1985, y 500.000 toneladas de soja todos los años.
Por otro lado, el acuerdo estipulaba que si Argentina debiera adoptar medidas que restrinjan sus exportaciones de granos, en ellas no se involucrarían los volúmenes acordados con la URSS. Además, este compromiso no tenía contrapartida soviética, ya que no se fijaron precios, sino que éstos se acordaban en relación a cómo se regían en cada momento en el mercado internacional. De esta manera, la URSS se aseguraba que sus tropas en Afganistán estuvieran correctamente abastecidas.
A partir de 1980, la Unión Soviética pasó a ocupar el principal destino de las exportaciones argentinas por países, con un saldo de 1.615 millones de dólares en ese año, situación que continuó profundizándose durante la presidencia de Viola. Es así que este destino se convirtió en el principal socio comercial de la Argentina, y en 1981 llegaron a la URSS el 41,8% de las exportaciones totales argentinas.
Al poco tiempo, el 22 de abril de 1981, se firmó otro acuerdo entre ambos gobiernos sobre suministro de carne, mediante el cual la Argentina se comprometía a suministrar anualmente a la URSS entre 60.000 y 100.000 toneladas de carne vacuna. Al igual que lo establecido en el acuerdo anterior, los precios se regirían por el mercado internacional, y, pase lo que pase en nuestro país, los envíos de carne establecidos en el presente acuerdo debían ser respetados.
Como consecuencia de estos acuerdos, los lazos económicos entre ambos gobiernos se ampliaron a otros aspectos: previo al último acuerdo mencionado, el 30 de diciembre de 1980 se firmó el Protocolo sobre Colaboración Pesquera, ratificado en junio de 1981, en este mismo mes comenzó a realizarse el intercambio de técnicos para iniciar la ejecución de programas marítimos y de fletes, y también se firmó un acuerdo pesquero con Polonia. En este sentido, el canciller Camilión manifestó que la aproximación comercial de la Argentina con la Unión Soviética tenía características “estructurales”, consecuencia directa de la pérdida de clientes en Europa capitalista y de la necesidad de los países socialistas de los productos agropecuarios argentinos (Escudé, 2000).
Políticamente, los lazos bilaterales continuaron afianzándose con la llegada del General Viola al poder el día 29 de marzo de 1981, cuyo canciller, Oscar Camilión, apoyaba la idea de continuar las “relaciones carnales” con la URSS, como se vio manifestado en sus declaraciones, en el párrafo anterior.
Viola, supuesto hombre de ideas moderadas y democráticas al igual que Videla, también fue apoyado por el PCA y por la Unión Soviética, al profundizar las relaciones comerciales con los países del este, mediante la firma de nuevos acuerdos.
El último tramo del Régimen Militar.
La Política Exterior de Galtieri y Bignone con la URSS
El 22 de diciembre de 1981 asumió la presidencia de la nación el General Galtieri. Al poco tiempo de asumir, Galtieri buscó un acercamiento con los Estados Unidos y se comprometió a colaborar en Centroamérica y en el Medio Oriente, en defensa de los principios occidentales. La URSS pronto advirtió esta situación y por primera vez realizó una crítica abierta a la Junta Militar, a través de la agencia TASS, informando que el presidente tenía fama de pronorteamericano evidenciada, entre otras cuestiones, por la posición adoptada respecto a la crisis centroamericana. No obstante, más allá de que Galtieri buscó mejorar las relaciones con EE.UU., no cambió los patrones del comercio argentino ni se modificaron las relaciones con la URSS (Rapoport, 1997). Y, por otro lado, el régimen militar rechazó de inmediato una nueva propuesta de Washington con el fin de que la Argentina se sumara a un nuevo embargo contra la Unión Soviética.
En esos momentos, nuestro país estaba atravesando una crisis no sólo económica, sino también política. Cada vez era mayor la pérdida de legitimidad del Régimen ante la sociedad.
La solución que encontró el presidente para resolver este problema sorprendió a muchos, ya que incluyó a un nuevo protagonista: Gran Bretaña. El gobierno había decidido recuperar las Islas Malvinas mediante la ocupación directa.
Cuando se discutió el tema Malvinas en el Consejo de Seguridad de la ONU, los soviéticos se abstuvieron, al no utilizar el derecho a veto, argumentando que la recuperación de las Islas se estaba llevando a cabo “por la fuerza” y alertando que se había ejecutado concertadamente con Estados Unidos para darle a éste bases en el Atlántico Sur. Antes de la resolución de Naciones Unidas, Costa Méndez, el canciller argentino, le pidió el veto al embajador soviético. Al día siguiente, nuestro canciller entrevistó al jefe de la misión soviética; Troianovski, quien, a pesar de haber criticado duramente a Gran Bretaña y haber dado un fuerte apoyo a la Argentina en el debate del Consejo de Seguridad de la ONU, se abstuvo perjudicando la posición argentina en el ámbito multilateral (Rapoport, 1997).
El único apoyo que la dictadura recibió por parte de la URSS fue verbal, de palabra. El 1• de abril Rusia suspendió la compra de cereales hasta el día siguiente de la derrota argentina, y “quedó así demostrado de manera clara su propaganda que pretende presentarse como aliada natural del Tercer Mundo y amiga de los pueblos”, y que a la hora de actuar, no sólo no brindaba apoyo concreto sino que en varias ocasiones atacaba a estos pueblos ella misma.
Por su lado, el PCA tampoco apoyó a la cúpula militar en su intento de recuperación de las Islas, argumentando que si el país hubiera estado bajo un gobierno “democrático”, se hubiesen logrado los mismos objetivos con métodos distintos a los utilizados por Galtieri (Rapoport, 1997). Obviamente, si la URSS hubiera apoyado a la Argentina en el conflicto con Gran Bretaña, también lo habrían echo los dirigentes del PCA.
La derrota de Malvinas dio como resultado (por supuesto entre otras cosas más importantes como la pérdida de vidas humanas) la renuncia del presidente, y su reemplazo por el General Bignone, quien asumió su puesto el 1• de julio de 1982.
Durante la última etapa de la dictadura, la Argentina y la Unión Soviética volvieron a estrechar sus vínculos. Se reanudaron las compras de granos a la Argentina y el comercio tomó un nuevo impulso, al mismo tiempo que crecía el intercambio de delegaciones técnicas y económicas.
En el transcurso de este período, se firmó un acuerdo a través del cual Polonia pudo pescar en la zona delimitada por el paralelo 46 al sur y el meridiano 60 al este, se otorgaron facilidades de apoyo logístico y se autorizó a trasbordar la pesca desde los barcos de factoría a los buques frigoríficos (Echagüe, 1984).
A efectos de darle un marco legal a esta situación, el presidente presentó un proyecto de “ley” nacional de pesca, que mediante el artículo 38 autorizaba a terceros países a pescar en nuestro mar, lo que demuestra que de nacional no tenía mucho, dado que la defensa de la soberanía no sólo significa defensa del territorio, sino también defensa de nuestras aguas y sus recursos.
Cuando falleció Brezhnev, la cúpula militar al frente del gobierno hizo colocar la bandera nacional a media asta en todas las instituciones militares y civiles, por un lapso muy superior al usual. El embajador argentino en Naciones Unidas, Carlos Muñiz, afirmó que Brezhnev fue un significativo actor en la tarea de “desarrollar relaciones internacionales más justas, democráticas y beneficiosas, en particular en países en vías de desarrollo” .
A medida que avanzaba el año 1983, la situación política y económica del país se volvía insostenible, y aumentaba a pasos agigantados la pérdida de legitimidad del Régimen.
Finalmente, el día 30 de octubre de 1983, asumió la presidencia de manera democrática Raúl Alfonsín, dando por terminada la etapa del Proceso de Reorganización Nacional.
Algunas consideraciones sobre las relaciones argentino-soviéticas en los ámbitos militar, cultural y deportivo
Ante una posible guerra con Chile, la URSS, mediante el órgano oficial de sus Fuerzas Armadas “Estrella Roja”, brindó apoyo público al General Videla. En este marco, en 1979 llegó al país una misión militar soviética, con el fin de estrechar relaciones entre ambas Fuerzas Armadas. Viola, que en ese momento era Comandante en Jefe del Ejército, condecoró al Teniente General ruso, Braiko, con la medalla de oro del Estado Mayor del Ejército (Echagüe, 1984).
Al mes siguiente de la visita soviética a la Argentina, viajó a Rusia una delegación militar desde Buenos Aires, encabezada por el General Montes, con el objetivo de estudiar los sistemas de adiestramiento.
Un hecho muy significativo fue la visita de la Fragata Libertad, emblema nacional, a Leningrado. El Comandante Enrique Montemayor elogió de tal manera a los soviéticos, que sus palabras fueron reproducidas por Estrella Roja.
Como sostiene Carlos Echagüe, los lazos militares y las misiones fueron ampliándose a medida que transcurría la dictadura, llegándose a hablar de compras argentinas de material bélico ruso y de entrenamiento de militares argentinos en Leningrado.
En cuanto al plano cultural, las relaciones con la URSS también fueron muy cercanas. Durante el período estudiado llegaron a Buenos Aires varias compañías artísticas soviéticas, como así también se realizaron numerosos intercambios culturales y de films. Entre 1977 y 1982, Argentina fue el país que recibió la mayor cantidad de artistas provenientes de la URSS en el continente americano, sin tener en cuenta a Cuba (Echagüe, 1984).
Durante la Feria Internacional del Libro, en 1980, el stand soviético fue visitado por Videla. En este mismo año, la temporada del teatro Colón se inauguró y se cerró con espectáculos realizados por elencos rusos y otros países de Europa del Este.
Argentina no participó de los Juegos Olímpicos desarrollados en 1980 en Moscú, sumándose de esta manera a la decisión estadounidense de boicotearlos. Sin embargo, esta situación no afectó las relaciones entre nuestro país y la URSS a nivel general, y el intercambio comercial continúo creciendo. Además, durante esta etapa se registraron distintos intercambios de misiones deportivas entre ambos socios.
Conclusión
Como pudo observarse a lo largo del trabajo, si bien la URSS mantenía relaciones con Argentina durante el período anterior a la instauración de la dictadura, a partir del 24 de marzo de 1976 los vínculos se estrecharon y profundizaron aún más. Lo que asombra de esta situación, y quizás lo que podría desorientar a un simple lector, es el hecho de que laArgentina en ningún momento dejó de proclamar abiertamente su pertenencia al bloque Occidental y cristiano, mientras que por otro lado, la Unión Soviética se convertía en el principal socio comercial del país. Entonces, no basta solamente con remitirse a este discurso para analizar este período de nuestra historia; hace falta observar y tener en cuenta los hechos concretos que tuvieron lugar en esta etapa, lo que demuestra la terrible hipocresía con la cual se manejaban los que gobernaban el país.
Por otra parte, el Partido Comunista Argentino apoyó explícitamente al régimen militar, sobre todo durante los gobiernos de Videla y Viola. No obstante, vuelvo a repetir que este apoyo provino de la dirigencia del partido, y no de la base, que sí sufrió persecución, tortura y muerte. Así el PCA se aseguraba su supervivencia, como afirmé anteriormente, negociando “trigo por muertos”; trigo para la Unión Soviética que garantizaba la continuación del partido y la no censura por parte del gobierno de facto, a cambio de la “entrega” de sus bases políticas. Había que acatar las estrictas órdenes provenientes de la URSS, ya que de otro modo, y como les ocurría al resto de los “partidos comunistas” latinoamericanos, el PCA no hubiese podido sobrevivir.
A la hora de condenar las violaciones a los derechos humanos, el Kremlin actuó como cómplice del Proceso, apoyando en los foros internacionales la posición argentina, a pesar de que en nuestro país sus “camaradas” (de base) estaban siendo perseguidos.
Notas
Tribuna Popular N•1, pág. 5. En Echagüe, Carlos; “El Socialimperialismo Ruso en la Argentina”, pág. 12, Ediciones Agora, 1984.
Modesto Emilio Guerrero, periodista y escritor, corresponsal de Argenpress y Aporrea, entrevista realizada el día 18/05/06. Buenos Aires.
Rapoport, Mario; “La Posición Internacional de la Argentina y las Relaciones Argentino-Soviéticas”, pág 81. En “Argentina en el Mundo (1973-1987)”. Grupo Editor Latinoamericano. Colección Estudios Internacionales, 1988.
El Convenio se encuentra en el anexo.
El Convenio se encuentra en el anexo.
Brieger, Pedro; “Informe Cuba y la URSS”. Visión 7 Internacional, programa emitido el día 25/02/06. La reseña se encuentra en el anexo.
Gilbert, Isidoro; “El Oro de Moscú. Historia Secreta de la Diplomacia, el Comercio y la Inteligencia soviética en laArgentina”, Pág. 338. Editorial Planeta, 1994.
Falcionelli, Alberto; “Claves de la Relación con la URSS”. En Revista del CEINAR, N•19, pág. 11. Bs.As., noviembre de 1982. ISEN.
La Prensa, 03/08/80. En Echagüe, C.. Op. Cit., pág. 44.
El acuerdo se encuentra en el anexo.
Dirección Nacional de Investigaciones Sectoriales, Secretaría de Comercio. En Russell, Roberto; “La Política Exterior del Régimen Autoritario (1976-1983): Una Evaluación Preliminar”, en Rubén M. Perina y Roberto Russell (editores), “Argentina en el Mundo (1973-1987)”, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano. Colección Estudios Internacionales, 1988. El cuadro se encuentra en el anexo.
El acuerdo se encuentra en el anexo.
Echagüe, Carlos. Op. Cit. , pág 47
Ibid., pág. 55.
Ver foto en el anexo.
Bibliografía:
* Artículo “La Disputa Fría. La situación internacional en la década del ´70, firmado por “T”, publicado en la Revista “Desde el Pie”, número 19, mayo de 2006.
* Brieger, Pedro; “Informe: Cuba y la URSS”, Visión 7 Internacional, programa emitido el 25/02/06, quien a pedido me envió la reseña del informe vía e-mail.
* Echagüe, Carlos; “El Socialimperialismo ruso en la Argentina”. Ed. Agora, 1984.
* Escudé, Carlos y Cisneros, Andrés; “Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina”, CARI, 2000, bajado de www.argentina-rree.com/index2.htm.
* Falcionelli, Alberto; “Claves de la Relación con la Unión Soviética”, en Revista Argentina de Relaciones Internacionales, número 19, Buenos Aires, 1982. ISEN.
* Gilbert, Isidoro; “El Oro de Moscú. Historia Secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia soviética en laArgentina”, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1994.
* Paradiso, j.; “Debates y Trayectoria de la Política Exterior Argentina”. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1993, 1ra. Edic.
* Rapoport, Mario; “La posición internacional de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas”, en Rubén M. Perina y R. Russell (editores), Argentina en el mundo (1973-1987), Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988.
* Rapoport, Mario; “El Laberinto Argentino. Política Internacional en un Mundo Conflictivo”, Eudeba, Buenos Aires, 1997.
* Russell, Roberto; “Argentina y la política exterior del régimen autoritario (1976-1983): una evaluación preliminar” en Rubén M. Perina y Roberto Russell (editores), Argentina en el mundo (1973-1987), Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988.
Acuerdos:
* Convenio de Cooperación Científico-Tecnológica entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Firmado el 13/03/1974. Aprobado por Ley n•21.847 del 3/08/1978. Entró en vigencia el 19/12/1978. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Protocolo Adicional al Convenio Económico-Comercial y Científico-Técnico entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Firmado en Moscú el 7/05/1974. El resto de los datos no se encuentran disponibles. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Convenio de Suministro de Maquinaria y Equipos de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas a la RepúblicaArgentina. Firmado el 13/02/1974. Entró en vigencia el día 12/08/1977. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Convenio de Colaboración Comercial. Firmado el 3/07/1980. Entró en vigencia el 2/08/1980. Dirección de Tratados. Cancillería Argentina.
* Acuerdo entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre Suministros de Cereales y Soja. Firmado el 10/07/1980. Entró en vigencia el día de su firma. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Acuerdo entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre Suministro de Carne. Firmado el 22/04/1981. Entró en vigencia el día de su firma.
* Entrevista a Modesto Emilio Guerrero. Buenos Aires, junio 2006.
Un estudio de : Sofía Lamberto
Investigadora argentina
Especial para Argenpress
El largo amorío de la última dictadura argentina con la URSS (Parte I)
El presente trabajo académico pretende dar cuenta del desarrollo de la política exterior del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) en relación con la Unión Soviética. Al mismo tiempo, exponer cómo se desarrollaron las relaciones comerciales, y en menor medida, las culturales, militares y deportivas, entre ambos países. Su autora, Sofía Lamberto, cursa la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, donde desarrolló esta investigación como parte del Seminario Política Exterior Argentina.
Como puente mediador entre ambas naciones, se pondrá especial atención al papel jugado por el Partido Comunista Argentino, durante el período 1976-1983.
En este sentido, a lo largo del trabajo se verá cómo fueron ampliándose las vinculaciones entre Argentina y la URSS, hasta el punto de convertirnos económicamente dependientes de su mercado y cómo, a pesar de las fervientes declaraciones hechas en los primeros tiempos del golpe militar instaurado el 24 de marzo de 1976, proclamando abiertamente su vocación prooccidental anticomunista, la Unión Soviética se convirtió durante la etapa a analizar en el principal mercado receptor de los productos argentinos. Además, junto a Cuba, fue el principal defensor del régimen militar en los foros internacionales, a la hora de condenar al gobierno de facto respecto de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en nuestro país.
Por otro lado, se intentará vislumbrar cómo se fue gestando y a qué se debió el apoyo del PCA al régimen militar, principalmente por el hecho de que la URSS simpatizaba con este gobierno, más allá de que las bases y militantes del partido sufrieron secuestros, torturas e incluso la muerte.
En la primera parte del trabajo se expondrá la situación de las relaciones entre nuestro país y la Unión Soviética previo a 1976, ya que considero esencial, aunque sea sintéticamente, conocer ciertos hechos específicos, a efectos de comprender lo ocurrido durante los años que siguieron.
Un largo e inestable camino hacia la URSS
Dado el límite de extensión de esta investigación, realizaré un punteo de los principales eventos ocurridos con anterioridad a la instauración del PRN el 24 de marzo de 1976.
Uno de los grandes hitos de la historia de las relaciones entre Argentina y la URSS, sin duda fue la entrevista que sostuvieron el embajador argentino en Moscú, Leopoldo Bravo (foto), y Stalin, en febrero de 1953, primera vez que el líder soviético concedía una entrevista a un representante de una nación latinoamericana.
Como resultado, se firmó el primer convenio comercial entre la Unión Soviética y un país proveniente de América Latina. Sin embargo, este acercamiento fue desalentado por el régimen militar que derrocó a Perón.
Durante el gobierno de Frondizi, a fines de 1958, una misión económica con destino a Moscú encabezada por el diputado Leceaga, dio lugar al otorgamiento de un crédito de 100 millones de dólares para la compra de equipos petroleros, lo cual significaba el primero de ese tipo que recibía una nación latinoamericana (Rapoport, 1988).
La actitud en política internacional alentada por Frondizi pronto sería dejada de lado, al llegar Guido al gobierno, quien públicamente asumió una postura anticomunista y antisoviética, disminuyendo el comercio con la URSS significativamente.
Bajo la presidencia de Illia, los vínculos comerciales con los países del este fueron reactivados. Entre los años 1963 y 1966, los intercambios pasaron de 19 a 112 millones de dólares. Sin embargo, nuevamente, la inestabilidad política ocasionó la interrupción del gobierno radical, al instaurarse un nuevo régimen militar bajo el mando del General Onganía, quien anunció un cambio respecto de las “ambiguas” posturas diplomáticas anteriores, reemplazándolas por un alineamiento más firme con los Estados Unidos, al tiempo que prometía una activa militancia anticomunista (Paradiso, 1993).
Durante la breve presidencia de Levingston, se produjeron algunas transformaciones en la política hacia la URSS; se enviaron nuevas misiones a Moscú que dejaron asentado el camino para importantes acuerdos que se darían bajo el próximo gobierno.
Con la llegada de Lanusse a la presidencia, se confirmó el reemplazo de las “barreras ideológicas” del primer presidente de la Revolución Argentina, por el “pluralismo ideológico”.
Generales Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse, los tres dictadores sucesivos de la «Revolución Argentina».
Se envió una nueva misión a Rusia que culminó con la firma de un nuevo convenio comercial en 1971, y en 1972 se creó la Cámara de Comercio Argentino-Soviética.
Con los presidentes Cámpora y Perón, la apertura hacia el este se profundizó aún más. Esta estrategia de profundización fue impulsada por el Ministro de Economía de ambos gobiernos, José Ber Gelbard. En mayo de 1974 encabezó una numerosa comitiva hacia Moscú, en donde fueron recibidos con honores por Brezhnev y por altos mandatarios del Kremlin (Escudé, 2000).
Como resultado de esta misión, se firmaron varios convenios, entre ellos uno de cooperación científico-técnica y un convenio de suministro de maquinaria. En este mismo año se creó la Comisión mixta Argentino-Soviética para verificar el desarrollo del intercambio.
No obstante, el rumbo tomado por Cámpora y Perón fue cambiado cuando asumió la presidencia Estela Martínez, ya que la nueva presidenta no sólo obligó a Gelbard a renunciar, sino que también se negó a ratificar los convenios firmados con la URSS.
Instauración de la dictadura militar. Apoyo soviético y del PCA
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de estado y declararon al General Videla como presidente.
Se prohibió la actividad pública de los partidos políticos, pero, a diferencia del resto, el PCA pudo expresarse libremente, a pesar del anticomunismo proclamado por la cúpula militar.
Al día siguiente del golpe, los dirigentes del PCA tomaron una posición abiertamente favorable al régimen. Julio Laborde, editor responsable de la revista Tribuna Popular, en el número que salió a la venta el día 8 de abril, afirmaba respecto al nuevo presidente: “(...) En cuanto a sus formulaciones más precisas (...) afirmamos enfáticamente que constituyen la base de un programa liberador que compartimos (...). El presidente afirma que no se darán soluciones fáciles, milagrosas o espectaculares. Tenga la seguridad que nadie las espera (...). El General Videla no pide adhesión, sino comprensión, la tiene”.
El nuevo presidente ratificó a Leopoldo Bravo como embajador en Moscú, lo cual resultó ser otra forma de ganar mayor apoyo tanto del PCA como de la URSS, ya que el embajador era de conocida tendencia prosoviética.
A su vez, el PCA presentaba a la dupla Videla-Viola como el ala de la “democracia renovada”, frente a un ala “pinochetista”, sector no predominante dentro de las FFAA, canalizada a través de Emilio Massera y Luciano Menéndez. Más allá de las declaraciones de Videla referidas a una “solución” basada en “una montaña de cadáveres”, para el PCA el presidente era un general democrático y moderado ( Echagüe, 1984).
Pero... ¿a qué se debe tanto apoyo por parte de este partido al gobierno de facto? Claramente, el PCA respondía a la política de estado implementada por la URSS. De acuerdo al escritor Modesto Emilio Guerrero, el PCA terminaría, para su desgracia, negociando “trigo por muertos”; lo importante en esta etapa era garantizar el envío de trigo a Rusia. Esta razón de Estado los convirtió en cómplices de los genocidas, que perseguían, entre otros, a las bases del Partido Comunista, ausentes de estas decisiones de la dirección. A su vez, esta ecuación garantizaba de que siguiera llegando a la Argentina el “oro” ruso, es decir el presupuesto de financiamiento que era derivado a los partidos comunistas en América latina;. “La relación de la dictadura con la URSS fue la garantía de la supervivencia del PCA, a pesar de los muertos que sufrió, sobre todo la garantía para su dirección, acomodada en privilegios materiales, confort y seguridad, como cualquier burgués”.
Ni el PCA ni la Unión Soviética utilizaban la palabra dictadura para calificar al régimen de Videla. La prensa soviética, por ejemplo Radio Moscú, destinaba parte de sus emisiones a denunciar los crímenes cometidos por la dictadura chilena, mientras que elogiaba o simpatizaba con los generales Videla y Viola. Por otro lado, Sovestskoya Rossia decía “a pesar de todas las esperanzas de la reacción el golpe de estado de marzo en la Argentina no fue semejante al chileno”.
Para ir cerrando esta etapa del trabajo, podría decirse que la dirigencia del PCA claramente actuaba en función de los intereses y objetivos de Moscú, y no de los trabajadores y del pueblo argentino, lo cual se manifiesta concretamente en las declaraciones oficiales realizadas por la cúpula del partido.
La Política Exterior de Videla y Viola hacia la URSS. Las Relaciones Comerciales
De acuerdo a Roberto Russell, desde el comienzo de la dictadura se perfilaron dos diplomacias que dificultaron la ordenación racional y operativa de los elementos que componen la política exterior: la militar y la económica.
Ambas partieron de marcos distintos; la diplomacia militar estaba basada en las relaciones de nación a nación, con fuerte contenido expansivo, y la diplomacia económica, que tenía como base la interrelación entre países, es decir, se caracterizaba por el multilateralismo (Russell, 1988). Como veremos, si bien estas diplomacias entraban en contradicción en ciertos aspectos, en distintos períodos ambas mantuvieron relaciones con la URSS.
El apoyo más firme e importante que tuvo la dictadura a nivel internacional provino de la Unión Soviética y de sus países satélites. Como se explicó en el apartado anterior, este apoyo fue representado a nivel interno por la posición adoptada por la cúpula del PCA.
El multilateralismo enunciado por la diplomacia económica justificó el creciente intercambio comercial con la URSS. Así, los acuerdos firmados por Gelbard en 1974, fueron aprobados y entraron en vigencia bajo el régimen militar. La dependencia económica de nuestro país para con la URSS influyó poderosamente en las decisiones de política exterior. Como afirma Carlos Echagüe, ante todo, las relaciones económicas ruso-argentinas tienen una significación política (Echagüe, 1984).
El 12 de agosto de 1977 entró en vigencia el “Convenio de Suministro de Maquinaria y equipos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a la Argentina”, firmado el 13 de febrero de 1974 por el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Alberto Juan Vignes, por el Ministro de Economía José Ber Gelbard, y por el lado del gobierno soviético, por Alexei N. Manzhulo, Viceministro de Comercio Exterior. Mediante este convenio, la Argentina se comprometía a comprar a la URSS maquinaria y equipos en condiciones de pago diferido. A su vez, también preveía prestaciones de servicios soviéticos para la elaboración de proyectos, estudios, y trabajos de montaje.
Por otro lado, el 19 de diciembre de 1978 entró en vigencia el “Convenio de Cooperación Científico-tecnológica entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, firmado también el 13 de febrero de 1974 por las mismas personas que firmaron el convenio anteriormente mencionado, a través del cual se impulsó el intercambio de científicos y técnicos, la concesión de becas de estudio y perfeccionamiento, el intercambio de información científica y tecnológica, la organización de reuniones y conferencias científicas y tecnológicas sobre temas de interés mutuo y la elaboración conjunta de procedimientos tecnológicos para la industria, la agricultura y otras actividades productivas. Además, por medio del artículo 4, se acordó la creación de una Comisión Mixta a los efectos de examinar las cuestiones relativas a la aplicación del presente convenio.
Siguiendo esta línea política, entre 1976 y 1979 se realizaron obras de infraestructura con participación soviética, y como explica Rapoport, sobre todo en el campo hidroeléctrico, como Salto Grande. También se ratificaron otras obras pendientes, o se contrataron nuevas, como la construcción de una represa en el Paraná Medio, o la provisión de turbinas para centrales hidroeléctricas.
Ya en la reunión de gabinete del 25 de marzo de 1977, el ministro Martínez de Hoz defendía la necesidad de profundizar las relaciones comerciales con la URSS, manifestando que no se debía confundir ideología con economía. El ministro contó con el apoyo del canciller Montes, quien advirtió que la no ratificación de los acuerdos de 1974 podrían deteriorar la relación económica con la URSS (Escudé, 2000). Como afirma Pedro Brieger, “a pesar de su furibundo discurso anticomunista, Martínez de Hoz defendió el comercio con la Unión Soviética, porque no había que confundir negocios con ideología. Bunge y Born, Cargill, Dreyfus y Nidera hacían excelentes negocios y el circo de Moscú paseaba sus artistas por Buenos Aires”.
En 1978 el gobierno argentino estableció un acuerdo con Moscú por el cual ambas cancillerías debían reunirse para consultarse anualmente, previo a las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La URSS vetó en los foros internacionales toda condena a los crímenes cometidos por la dictadura, al mismo tiempo que en esos mismos foros promovía o apoyaba las resoluciones contra el régimen militar chileno. De acuerdo a Isidoro Gilbert, “la diplomacia soviética pasó de la pasividad a la política activa para evitar que la Argentina fuera condenada en Ginebra”. De esta manera, frente a las condenas por parte de los gobiernos de Europa Occidental y Estados Unidos, la URSS adoptó una actitud de defensa de la dictadura argentina, lo cual provocó, entre otras cuestiones, fuertes tensiones entre la diplomacia militar y el gobierno de Carter.
Un año atrás del acuerdo entre ambas cancillerías, en 1977, la Unión Soviética votó tres veces en contra de incluir a laArgentina en la agenda de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU como país a ser investigado, y cuando finalmente la resolución fue aprobada en 1981, los tres gobiernos que votaron en contra fueron Rumania, la URSS y Argentina.
Pero los principales promotores de las violaciones a los derechos humanos en la Argentina tenían otros defensores: los dirigentes del PCA, quienes en reiteradas oportunidades viajaron al exterior para defender a la dictadura, testimoniar como “partido de izquierda” que las denuncias acerca de las violaciones a los derechos humanos en Argentina eran maniobra del imperialismo norteamericano y se debían a una confusa información internacional (Echagüe, 1984).
El 24 de marzo de 1979 tropas soviéticas invadieron Afganistán, lo que llevó al presidente de EE.UU. a decretar un embargo cerealero a la URSS, e invitó a los países de su bloque a unirse a la imposición de esta medida. Argentina no se sumó a este pedido: “cuando el presidente Carter decretó el embargo de los cereales destinados a la Unión Soviética como castigo por la invasión a Afganistán e invitó a los aliados de EE.UU. a adoptar el mismo temperamento, el gobierno argentino se negó a seguirlo en este camino y vendió, a precios apetitosos, a la Unión Soviética, todas las cantidades de trigo y de granos que quiso adquirir, operación que ha ido repitiéndose ulteriormente. El rechazo se fundaba en la voluntad de independencia de la política exterior argentina, en su renuencia a tomar sanciones contra una nación cuya conducta no la afectaba directa o indirectamente”.
Esta decisión de no adherirse al embargo propuesto por EE.UU., representó un alto consenso interno, ya que contó con el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, de ambas diplomacias (la económica y la militar), como así también de los partidos políticos (Escudé, 2000).
Por supuesto que el no haberse sumado a esta propuesta contra la URSS tuvo un enorme significado político que los soviéticos resaltaron abiertamente. Fokin, secretario general de la cancillería rusa, destacó a mediados de 1980 que “su país apreció muchísimo la actitud asumida por el gobierno del presidente Jorge Videla sobre el embargo cerealero”.
Retomando la cuestión de los acuerdos, el 10 de julio de 1980 se firmó un acuerdo entre el gobierno de la RepúblicaArgentina y el gobierno de la URSS sobre suministros de cereales y soja. Se estableció que la Argentina se comprometería a venderle a la Unión Soviética un mínimo de 4 millones de toneladas de maíz y sorgo en el transcurso de los años 1980-1985, y 500.000 toneladas de soja todos los años.
Por otro lado, el acuerdo estipulaba que si Argentina debiera adoptar medidas que restrinjan sus exportaciones de granos, en ellas no se involucrarían los volúmenes acordados con la URSS. Además, este compromiso no tenía contrapartida soviética, ya que no se fijaron precios, sino que éstos se acordaban en relación a cómo se regían en cada momento en el mercado internacional. De esta manera, la URSS se aseguraba que sus tropas en Afganistán estuvieran correctamente abastecidas.
A partir de 1980, la Unión Soviética pasó a ocupar el principal destino de las exportaciones argentinas por países, con un saldo de 1.615 millones de dólares en ese año, situación que continuó profundizándose durante la presidencia de Viola. Es así que este destino se convirtió en el principal socio comercial de la Argentina, y en 1981 llegaron a la URSS el 41,8% de las exportaciones totales argentinas.
Al poco tiempo, el 22 de abril de 1981, se firmó otro acuerdo entre ambos gobiernos sobre suministro de carne, mediante el cual la Argentina se comprometía a suministrar anualmente a la URSS entre 60.000 y 100.000 toneladas de carne vacuna. Al igual que lo establecido en el acuerdo anterior, los precios se regirían por el mercado internacional, y, pase lo que pase en nuestro país, los envíos de carne establecidos en el presente acuerdo debían ser respetados.
Como consecuencia de estos acuerdos, los lazos económicos entre ambos gobiernos se ampliaron a otros aspectos: previo al último acuerdo mencionado, el 30 de diciembre de 1980 se firmó el Protocolo sobre Colaboración Pesquera, ratificado en junio de 1981, en este mismo mes comenzó a realizarse el intercambio de técnicos para iniciar la ejecución de programas marítimos y de fletes, y también se firmó un acuerdo pesquero con Polonia. En este sentido, el canciller Camilión manifestó que la aproximación comercial de la Argentina con la Unión Soviética tenía características “estructurales”, consecuencia directa de la pérdida de clientes en Europa capitalista y de la necesidad de los países socialistas de los productos agropecuarios argentinos (Escudé, 2000).
Políticamente, los lazos bilaterales continuaron afianzándose con la llegada del General Viola al poder el día 29 de marzo de 1981, cuyo canciller, Oscar Camilión, apoyaba la idea de continuar las “relaciones carnales” con la URSS, como se vio manifestado en sus declaraciones, en el párrafo anterior.
Viola, supuesto hombre de ideas moderadas y democráticas al igual que Videla, también fue apoyado por el PCA y por la Unión Soviética, al profundizar las relaciones comerciales con los países del este, mediante la firma de nuevos acuerdos.
El último tramo del Régimen Militar.
La Política Exterior de Galtieri y Bignone con la URSS
El 22 de diciembre de 1981 asumió la presidencia de la nación el General Galtieri. Al poco tiempo de asumir, Galtieri buscó un acercamiento con los Estados Unidos y se comprometió a colaborar en Centroamérica y en el Medio Oriente, en defensa de los principios occidentales. La URSS pronto advirtió esta situación y por primera vez realizó una crítica abierta a la Junta Militar, a través de la agencia TASS, informando que el presidente tenía fama de pronorteamericano evidenciada, entre otras cuestiones, por la posición adoptada respecto a la crisis centroamericana. No obstante, más allá de que Galtieri buscó mejorar las relaciones con EE.UU., no cambió los patrones del comercio argentino ni se modificaron las relaciones con la URSS (Rapoport, 1997). Y, por otro lado, el régimen militar rechazó de inmediato una nueva propuesta de Washington con el fin de que la Argentina se sumara a un nuevo embargo contra la Unión Soviética.
En esos momentos, nuestro país estaba atravesando una crisis no sólo económica, sino también política. Cada vez era mayor la pérdida de legitimidad del Régimen ante la sociedad.
La solución que encontró el presidente para resolver este problema sorprendió a muchos, ya que incluyó a un nuevo protagonista: Gran Bretaña. El gobierno había decidido recuperar las Islas Malvinas mediante la ocupación directa.
Cuando se discutió el tema Malvinas en el Consejo de Seguridad de la ONU, los soviéticos se abstuvieron, al no utilizar el derecho a veto, argumentando que la recuperación de las Islas se estaba llevando a cabo “por la fuerza” y alertando que se había ejecutado concertadamente con Estados Unidos para darle a éste bases en el Atlántico Sur. Antes de la resolución de Naciones Unidas, Costa Méndez, el canciller argentino, le pidió el veto al embajador soviético. Al día siguiente, nuestro canciller entrevistó al jefe de la misión soviética; Troianovski, quien, a pesar de haber criticado duramente a Gran Bretaña y haber dado un fuerte apoyo a la Argentina en el debate del Consejo de Seguridad de la ONU, se abstuvo perjudicando la posición argentina en el ámbito multilateral (Rapoport, 1997).
El único apoyo que la dictadura recibió por parte de la URSS fue verbal, de palabra. El 1• de abril Rusia suspendió la compra de cereales hasta el día siguiente de la derrota argentina, y “quedó así demostrado de manera clara su propaganda que pretende presentarse como aliada natural del Tercer Mundo y amiga de los pueblos”, y que a la hora de actuar, no sólo no brindaba apoyo concreto sino que en varias ocasiones atacaba a estos pueblos ella misma.
Por su lado, el PCA tampoco apoyó a la cúpula militar en su intento de recuperación de las Islas, argumentando que si el país hubiera estado bajo un gobierno “democrático”, se hubiesen logrado los mismos objetivos con métodos distintos a los utilizados por Galtieri (Rapoport, 1997). Obviamente, si la URSS hubiera apoyado a la Argentina en el conflicto con Gran Bretaña, también lo habrían echo los dirigentes del PCA.
La derrota de Malvinas dio como resultado (por supuesto entre otras cosas más importantes como la pérdida de vidas humanas) la renuncia del presidente, y su reemplazo por el General Bignone, quien asumió su puesto el 1• de julio de 1982.
Durante la última etapa de la dictadura, la Argentina y la Unión Soviética volvieron a estrechar sus vínculos. Se reanudaron las compras de granos a la Argentina y el comercio tomó un nuevo impulso, al mismo tiempo que crecía el intercambio de delegaciones técnicas y económicas.
En el transcurso de este período, se firmó un acuerdo a través del cual Polonia pudo pescar en la zona delimitada por el paralelo 46 al sur y el meridiano 60 al este, se otorgaron facilidades de apoyo logístico y se autorizó a trasbordar la pesca desde los barcos de factoría a los buques frigoríficos (Echagüe, 1984).
A efectos de darle un marco legal a esta situación, el presidente presentó un proyecto de “ley” nacional de pesca, que mediante el artículo 38 autorizaba a terceros países a pescar en nuestro mar, lo que demuestra que de nacional no tenía mucho, dado que la defensa de la soberanía no sólo significa defensa del territorio, sino también defensa de nuestras aguas y sus recursos.
Cuando falleció Brezhnev, la cúpula militar al frente del gobierno hizo colocar la bandera nacional a media asta en todas las instituciones militares y civiles, por un lapso muy superior al usual. El embajador argentino en Naciones Unidas, Carlos Muñiz, afirmó que Brezhnev fue un significativo actor en la tarea de “desarrollar relaciones internacionales más justas, democráticas y beneficiosas, en particular en países en vías de desarrollo” .
A medida que avanzaba el año 1983, la situación política y económica del país se volvía insostenible, y aumentaba a pasos agigantados la pérdida de legitimidad del Régimen.
Finalmente, el día 30 de octubre de 1983, asumió la presidencia de manera democrática Raúl Alfonsín, dando por terminada la etapa del Proceso de Reorganización Nacional.
Algunas consideraciones sobre las relaciones argentino-soviéticas en los ámbitos militar, cultural y deportivo
Ante una posible guerra con Chile, la URSS, mediante el órgano oficial de sus Fuerzas Armadas “Estrella Roja”, brindó apoyo público al General Videla. En este marco, en 1979 llegó al país una misión militar soviética, con el fin de estrechar relaciones entre ambas Fuerzas Armadas. Viola, que en ese momento era Comandante en Jefe del Ejército, condecoró al Teniente General ruso, Braiko, con la medalla de oro del Estado Mayor del Ejército (Echagüe, 1984).
Al mes siguiente de la visita soviética a la Argentina, viajó a Rusia una delegación militar desde Buenos Aires, encabezada por el General Montes, con el objetivo de estudiar los sistemas de adiestramiento.
Un hecho muy significativo fue la visita de la Fragata Libertad, emblema nacional, a Leningrado. El Comandante Enrique Montemayor elogió de tal manera a los soviéticos, que sus palabras fueron reproducidas por Estrella Roja.
Como sostiene Carlos Echagüe, los lazos militares y las misiones fueron ampliándose a medida que transcurría la dictadura, llegándose a hablar de compras argentinas de material bélico ruso y de entrenamiento de militares argentinos en Leningrado.
En cuanto al plano cultural, las relaciones con la URSS también fueron muy cercanas. Durante el período estudiado llegaron a Buenos Aires varias compañías artísticas soviéticas, como así también se realizaron numerosos intercambios culturales y de films. Entre 1977 y 1982, Argentina fue el país que recibió la mayor cantidad de artistas provenientes de la URSS en el continente americano, sin tener en cuenta a Cuba (Echagüe, 1984).
Durante la Feria Internacional del Libro, en 1980, el stand soviético fue visitado por Videla. En este mismo año, la temporada del teatro Colón se inauguró y se cerró con espectáculos realizados por elencos rusos y otros países de Europa del Este.
Argentina no participó de los Juegos Olímpicos desarrollados en 1980 en Moscú, sumándose de esta manera a la decisión estadounidense de boicotearlos. Sin embargo, esta situación no afectó las relaciones entre nuestro país y la URSS a nivel general, y el intercambio comercial continúo creciendo. Además, durante esta etapa se registraron distintos intercambios de misiones deportivas entre ambos socios.
Conclusión
Como pudo observarse a lo largo del trabajo, si bien la URSS mantenía relaciones con Argentina durante el período anterior a la instauración de la dictadura, a partir del 24 de marzo de 1976 los vínculos se estrecharon y profundizaron aún más. Lo que asombra de esta situación, y quizás lo que podría desorientar a un simple lector, es el hecho de que laArgentina en ningún momento dejó de proclamar abiertamente su pertenencia al bloque Occidental y cristiano, mientras que por otro lado, la Unión Soviética se convertía en el principal socio comercial del país. Entonces, no basta solamente con remitirse a este discurso para analizar este período de nuestra historia; hace falta observar y tener en cuenta los hechos concretos que tuvieron lugar en esta etapa, lo que demuestra la terrible hipocresía con la cual se manejaban los que gobernaban el país.
Por otra parte, el Partido Comunista Argentino apoyó explícitamente al régimen militar, sobre todo durante los gobiernos de Videla y Viola. No obstante, vuelvo a repetir que este apoyo provino de la dirigencia del partido, y no de la base, que sí sufrió persecución, tortura y muerte. Así el PCA se aseguraba su supervivencia, como afirmé anteriormente, negociando “trigo por muertos”; trigo para la Unión Soviética que garantizaba la continuación del partido y la no censura por parte del gobierno de facto, a cambio de la “entrega” de sus bases políticas. Había que acatar las estrictas órdenes provenientes de la URSS, ya que de otro modo, y como les ocurría al resto de los “partidos comunistas” latinoamericanos, el PCA no hubiese podido sobrevivir.
A la hora de condenar las violaciones a los derechos humanos, el Kremlin actuó como cómplice del Proceso, apoyando en los foros internacionales la posición argentina, a pesar de que en nuestro país sus “camaradas” (de base) estaban siendo perseguidos.
Notas
Tribuna Popular N•1, pág. 5. En Echagüe, Carlos; “El Socialimperialismo Ruso en la Argentina”, pág. 12, Ediciones Agora, 1984.
Modesto Emilio Guerrero, periodista y escritor, corresponsal de Argenpress y Aporrea, entrevista realizada el día 18/05/06. Buenos Aires.
Rapoport, Mario; “La Posición Internacional de la Argentina y las Relaciones Argentino-Soviéticas”, pág 81. En “Argentina en el Mundo (1973-1987)”. Grupo Editor Latinoamericano. Colección Estudios Internacionales, 1988.
El Convenio se encuentra en el anexo.
El Convenio se encuentra en el anexo.
Brieger, Pedro; “Informe Cuba y la URSS”. Visión 7 Internacional, programa emitido el día 25/02/06. La reseña se encuentra en el anexo.
Gilbert, Isidoro; “El Oro de Moscú. Historia Secreta de la Diplomacia, el Comercio y la Inteligencia soviética en laArgentina”, Pág. 338. Editorial Planeta, 1994.
Falcionelli, Alberto; “Claves de la Relación con la URSS”. En Revista del CEINAR, N•19, pág. 11. Bs.As., noviembre de 1982. ISEN.
La Prensa, 03/08/80. En Echagüe, C.. Op. Cit., pág. 44.
El acuerdo se encuentra en el anexo.
Dirección Nacional de Investigaciones Sectoriales, Secretaría de Comercio. En Russell, Roberto; “La Política Exterior del Régimen Autoritario (1976-1983): Una Evaluación Preliminar”, en Rubén M. Perina y Roberto Russell (editores), “Argentina en el Mundo (1973-1987)”, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano. Colección Estudios Internacionales, 1988. El cuadro se encuentra en el anexo.
El acuerdo se encuentra en el anexo.
Echagüe, Carlos. Op. Cit. , pág 47
Ibid., pág. 55.
Ver foto en el anexo.
Bibliografía:
* Artículo “La Disputa Fría. La situación internacional en la década del ´70, firmado por “T”, publicado en la Revista “Desde el Pie”, número 19, mayo de 2006.
* Brieger, Pedro; “Informe: Cuba y la URSS”, Visión 7 Internacional, programa emitido el 25/02/06, quien a pedido me envió la reseña del informe vía e-mail.
* Echagüe, Carlos; “El Socialimperialismo ruso en la Argentina”. Ed. Agora, 1984.
* Escudé, Carlos y Cisneros, Andrés; “Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina”, CARI, 2000, bajado de www.argentina-rree.com/index2.htm.
* Falcionelli, Alberto; “Claves de la Relación con la Unión Soviética”, en Revista Argentina de Relaciones Internacionales, número 19, Buenos Aires, 1982. ISEN.
* Gilbert, Isidoro; “El Oro de Moscú. Historia Secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia soviética en laArgentina”, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1994.
* Paradiso, j.; “Debates y Trayectoria de la Política Exterior Argentina”. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1993, 1ra. Edic.
* Rapoport, Mario; “La posición internacional de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas”, en Rubén M. Perina y R. Russell (editores), Argentina en el mundo (1973-1987), Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988.
* Rapoport, Mario; “El Laberinto Argentino. Política Internacional en un Mundo Conflictivo”, Eudeba, Buenos Aires, 1997.
* Russell, Roberto; “Argentina y la política exterior del régimen autoritario (1976-1983): una evaluación preliminar” en Rubén M. Perina y Roberto Russell (editores), Argentina en el mundo (1973-1987), Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988.
Acuerdos:
* Convenio de Cooperación Científico-Tecnológica entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Firmado el 13/03/1974. Aprobado por Ley n•21.847 del 3/08/1978. Entró en vigencia el 19/12/1978. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Protocolo Adicional al Convenio Económico-Comercial y Científico-Técnico entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Firmado en Moscú el 7/05/1974. El resto de los datos no se encuentran disponibles. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Convenio de Suministro de Maquinaria y Equipos de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas a la RepúblicaArgentina. Firmado el 13/02/1974. Entró en vigencia el día 12/08/1977. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Convenio de Colaboración Comercial. Firmado el 3/07/1980. Entró en vigencia el 2/08/1980. Dirección de Tratados. Cancillería Argentina.
* Acuerdo entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre Suministros de Cereales y Soja. Firmado el 10/07/1980. Entró en vigencia el día de su firma. Dirección de Tratados, Cancillería Argentina.
* Acuerdo entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre Suministro de Carne. Firmado el 22/04/1981. Entró en vigencia el día de su firma.
* Entrevista a Modesto Emilio Guerrero. Buenos Aires, junio 2006.
- Las relaciones con la Unión Soviética
A pesar de la matriz ideológica anticomunista del régimen militar que tomó el poder en marzo de 1976, cabe destacar que el gobierno de Videla decidió intensificar las relaciones comerciales con Moscú, en respuesta a un contexto externo en el que las exportaciones agropecuarias argentinas se enfrentaron con restricciones en sus mercados de colocación tradicionales. Por cierto, este perfil pragmático fue coincidente con la ideología liberal del ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y de los productores agropecuarios, que percibieron a la URSS y al Este europeo como importantes mercados alternativos. En la reunión de gabinete del 25 de marzo de 1977, el ministro Martínez de Hoz defendió la necesidad de profundizar las relaciones económicas con Moscú como único medio para mejorar la balanza comercial, en un contexto donde el mercado de Europa Occidental estaba cerrado para las exportaciones argentinas por la presencia de fuertes barreras arancelarias. Frente a las objeciones de varios ministros a la ratificación de los convenios firmados por el ministro José Ber Gelbard durante la etapa peronista, el titular de la cartera económica manifestó “No se debe confundir ideología con economía”. (1)
Los sectores militares rígidamente anticomunistas ya habían demostrado su oposición a la apertura comercial con Moscú en ocasión de la muestra “Unión Soviética Hoy-76”, prevista durante el gobierno de Isabel Perón y concretada en Buenos Aires entre el 29 de octubre y el 14 de noviembre de 1976. En dicha ocasión, oficiales al mando del comandante del I Cuerpo de Ejército, general de división Carlos Suárez Mason, intentaron levantar la exposición. En una clara demostración de las pujas intramilitares, la muestra se realizó, pero en una sala muy pequeña y fuertemente custodiada por policías y carros de asalto. (2)
Por su parte, el almirante Massera, guiado más por sus apetitos de poder personal que por una firme convicción anticomunista, procuró obstaculizar la renovación de los convenios con la URSS que impulsaba el ministro Martínez de Hoz. Entre fines de septiembre y principios de octubre de 1977, las naves de la Armada argentina, siguiendo instrucciones de Massera, protagonizaron incidentes con pesqueros soviéticos que fueron convenientemente publicitados como casos de “violación al espacio marítimo argentino” a fin de forzar al gobierno a una ruptura de las relaciones diplomáticas con Moscú. (3)
Pero la ofensiva masserista tropezó con la falta de colaboración del canciller, almirante Oscar Antonio Montes, quien, a pesar de que por el sistema de “cuoteo” debía responder a los intereses de Massera, respaldó la posición de Martínez de Hoz, advirtiendo que la falta de ratificación de los acuerdos de febrero y mayo de 1974 “deterioran la relación económica” con Moscú. Finalmente, Martínez de Hoz logró ratificar los convenios de Gelbard, medida que fue informada en el Boletín Oficial del 8 de octubre de 1977. Para calmar a los “duros”, Montes propuso, en la reunión de gabinete del 14 de noviembre de dicho año la creación de una Comisión Intergubernamental. (4) Asimismo, el gobierno de Videla, en sintonía con la actitud “pragmática” del ministro de Economía, se abstuvo de efectuar declaraciones irritantes para la URSS, ratificó al embajador argentino en Moscú, el bloquista sanjuanino Leopoldo Bravo -quien se había encargado de monitorear los acuerdos comerciales impulsados en época del ministro Gelbard- e incluso evitó declarar la ilegalidad del partido Comunista argentino de tendencia pro-soviética, a pesar de la dura represión practicada con los grupos de izquierda. (5)
Por cierto, tanto la prensa soviética como el partido Comunista argentino retribuyeron la actitud del gobierno argentino con una postura cautelosa en sus análisis del régimen de Videla, destacando la existencia de dos facciones opuestas: una liberal y moderada, encabezada por los generales Videla y Viola, dispuesta a re-democratizar el país; y otra “pinochetista” que procuraba instalar un régimen militar fascista al estilo chileno. En la citada exposición soviética que tuvo lugar en Buenos Aires a fines de 1976, el viceministro de Comercio Exterior soviético, Alexis Manzhulo, hizo clara referencia en su discurso inaugural al respeto de las autoridades del Kremlin por la “coexistencia pacífica en sus relaciones con otros Estados”, “la no intervención en los asuntos internos, la igualdad de derechos y el beneficio mutuo”. Este mensaje de Manzhulo buscó tranquilizar a las autoridades de Buenos Aires y disminuir los recelos anticomunistas de los sectores “duros” del régimen. Asimismo, y a medida que se incrementaron las condenas al gobierno de Videla por parte de los gobiernos de Estados Unidos y Europa Occidental, la URSS adoptó una actitud de defensa del régimen militar argentino. Incluso, en marzo y agosto de 1977 el gobierno soviético se opuso a la inclusión de la Argentina en la agenda de países a ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. (6)
Durante el segundo tramo del gobierno de Videla, el clima positivo de las relaciones comerciales existentes entre Buenos Aires y Moscú alcanzó su máxima expresión. Datos tales como el crecimiento exponencial de las ventas de cereales argentinos al mercado soviético en los años 1980, 1981 y 1982 demostraron que, en este tema, el régimen militar continuó e incluso profundizó el sendero iniciado por el ministro de Economía José Gelbard durante la etapa peronista. (7)
A mediados de 1978, el canciller Oscar Antonio Montes fue invitado a visitar Moscú. La iniciativa soviética apuntó a dos objetivos. El primero era tratar de recomponer las relaciones con la Armada argentina tras los incidentes ocurridos entre los barcos soviéticos y argentinos en el Atlántico Sur en años anteriores. El segundo objetivo buscaba demostrar la buena voluntad soviética para intercambiar productos con la Argentina, en momentos en que el ministro de Economía Martínez de Hoz estaba firmando contratos comerciales importantes con el régimen de Pekín, rival del de Moscú dentro de la esfera socialista. (8)
En noviembre de 1978 Videla concretó un sueño del ex ministro Gelbard: firmó con los rusos el contrato para hacer realidad el proyecto hidroeléctrico del Paraná Medio. Pero el hito más importante en la dinámica de las relaciones económicas entre la Argentina y la Unión Soviética fue, sin duda, la negativa del gobierno de Videla a plegarse al embargo cerealero que la administración Carter intentó imponer a Moscú.
Esta decisión constituyó un caso excepcional por su alto grado de consenso interno, debido a tres razones fundamentales. En primer lugar, fue el único caso de coincidencia entre las diplomacias económica y militar durante el Proceso. En segundo término, tuvo el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, y muy especialmente de las firmas La Plata Cereal, Cargill, Italgrani Plata, Dreyfus, Nidera Argentina, Continental y Bunge y Born, para las cuales resultaba un gran negocio. (9) Por último, fue una decisión que también contó con el respaldo de los partidos políticos. (10) Esta extraña y excepcional convergencia sólo puede explicarse en el contexto de cierre del mercado europeo-occidental para los productos argentinos, dificultad a la que se contrapusieron las oportunidades brindadas por la necesidad del mercado soviético de importar alimentos. Sólo en este contexto de crisis del sector externo argentino se comprende que, a pesar de la declaración oficial de “no sacar ventajas comerciales” que la delegación argentina efectuó en la reunión de países productores de granos en Washington de enero de 1980, tanto el ministro Martínez de Hoz como los productores y grandes compañías exportadoras de granos estuvieron de acuerdo en aprovechar al máximo posible la situación creada por la política de Carter. Así se lo hizo saber el titular de la Junta Nacional de Granos, David Lacroze, al presidente de la empresa soviética Exportkleb, Víktor Pershin, en los siguientes términos:
Los sectores militares rígidamente anticomunistas ya habían demostrado su oposición a la apertura comercial con Moscú en ocasión de la muestra “Unión Soviética Hoy-76”, prevista durante el gobierno de Isabel Perón y concretada en Buenos Aires entre el 29 de octubre y el 14 de noviembre de 1976. En dicha ocasión, oficiales al mando del comandante del I Cuerpo de Ejército, general de división Carlos Suárez Mason, intentaron levantar la exposición. En una clara demostración de las pujas intramilitares, la muestra se realizó, pero en una sala muy pequeña y fuertemente custodiada por policías y carros de asalto. (2)
Por su parte, el almirante Massera, guiado más por sus apetitos de poder personal que por una firme convicción anticomunista, procuró obstaculizar la renovación de los convenios con la URSS que impulsaba el ministro Martínez de Hoz. Entre fines de septiembre y principios de octubre de 1977, las naves de la Armada argentina, siguiendo instrucciones de Massera, protagonizaron incidentes con pesqueros soviéticos que fueron convenientemente publicitados como casos de “violación al espacio marítimo argentino” a fin de forzar al gobierno a una ruptura de las relaciones diplomáticas con Moscú. (3)
Pero la ofensiva masserista tropezó con la falta de colaboración del canciller, almirante Oscar Antonio Montes, quien, a pesar de que por el sistema de “cuoteo” debía responder a los intereses de Massera, respaldó la posición de Martínez de Hoz, advirtiendo que la falta de ratificación de los acuerdos de febrero y mayo de 1974 “deterioran la relación económica” con Moscú. Finalmente, Martínez de Hoz logró ratificar los convenios de Gelbard, medida que fue informada en el Boletín Oficial del 8 de octubre de 1977. Para calmar a los “duros”, Montes propuso, en la reunión de gabinete del 14 de noviembre de dicho año la creación de una Comisión Intergubernamental. (4) Asimismo, el gobierno de Videla, en sintonía con la actitud “pragmática” del ministro de Economía, se abstuvo de efectuar declaraciones irritantes para la URSS, ratificó al embajador argentino en Moscú, el bloquista sanjuanino Leopoldo Bravo -quien se había encargado de monitorear los acuerdos comerciales impulsados en época del ministro Gelbard- e incluso evitó declarar la ilegalidad del partido Comunista argentino de tendencia pro-soviética, a pesar de la dura represión practicada con los grupos de izquierda. (5)
Por cierto, tanto la prensa soviética como el partido Comunista argentino retribuyeron la actitud del gobierno argentino con una postura cautelosa en sus análisis del régimen de Videla, destacando la existencia de dos facciones opuestas: una liberal y moderada, encabezada por los generales Videla y Viola, dispuesta a re-democratizar el país; y otra “pinochetista” que procuraba instalar un régimen militar fascista al estilo chileno. En la citada exposición soviética que tuvo lugar en Buenos Aires a fines de 1976, el viceministro de Comercio Exterior soviético, Alexis Manzhulo, hizo clara referencia en su discurso inaugural al respeto de las autoridades del Kremlin por la “coexistencia pacífica en sus relaciones con otros Estados”, “la no intervención en los asuntos internos, la igualdad de derechos y el beneficio mutuo”. Este mensaje de Manzhulo buscó tranquilizar a las autoridades de Buenos Aires y disminuir los recelos anticomunistas de los sectores “duros” del régimen. Asimismo, y a medida que se incrementaron las condenas al gobierno de Videla por parte de los gobiernos de Estados Unidos y Europa Occidental, la URSS adoptó una actitud de defensa del régimen militar argentino. Incluso, en marzo y agosto de 1977 el gobierno soviético se opuso a la inclusión de la Argentina en la agenda de países a ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. (6)
Durante el segundo tramo del gobierno de Videla, el clima positivo de las relaciones comerciales existentes entre Buenos Aires y Moscú alcanzó su máxima expresión. Datos tales como el crecimiento exponencial de las ventas de cereales argentinos al mercado soviético en los años 1980, 1981 y 1982 demostraron que, en este tema, el régimen militar continuó e incluso profundizó el sendero iniciado por el ministro de Economía José Gelbard durante la etapa peronista. (7)
A mediados de 1978, el canciller Oscar Antonio Montes fue invitado a visitar Moscú. La iniciativa soviética apuntó a dos objetivos. El primero era tratar de recomponer las relaciones con la Armada argentina tras los incidentes ocurridos entre los barcos soviéticos y argentinos en el Atlántico Sur en años anteriores. El segundo objetivo buscaba demostrar la buena voluntad soviética para intercambiar productos con la Argentina, en momentos en que el ministro de Economía Martínez de Hoz estaba firmando contratos comerciales importantes con el régimen de Pekín, rival del de Moscú dentro de la esfera socialista. (8)
En noviembre de 1978 Videla concretó un sueño del ex ministro Gelbard: firmó con los rusos el contrato para hacer realidad el proyecto hidroeléctrico del Paraná Medio. Pero el hito más importante en la dinámica de las relaciones económicas entre la Argentina y la Unión Soviética fue, sin duda, la negativa del gobierno de Videla a plegarse al embargo cerealero que la administración Carter intentó imponer a Moscú.
Esta decisión constituyó un caso excepcional por su alto grado de consenso interno, debido a tres razones fundamentales. En primer lugar, fue el único caso de coincidencia entre las diplomacias económica y militar durante el Proceso. En segundo término, tuvo el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, y muy especialmente de las firmas La Plata Cereal, Cargill, Italgrani Plata, Dreyfus, Nidera Argentina, Continental y Bunge y Born, para las cuales resultaba un gran negocio. (9) Por último, fue una decisión que también contó con el respaldo de los partidos políticos. (10) Esta extraña y excepcional convergencia sólo puede explicarse en el contexto de cierre del mercado europeo-occidental para los productos argentinos, dificultad a la que se contrapusieron las oportunidades brindadas por la necesidad del mercado soviético de importar alimentos. Sólo en este contexto de crisis del sector externo argentino se comprende que, a pesar de la declaración oficial de “no sacar ventajas comerciales” que la delegación argentina efectuó en la reunión de países productores de granos en Washington de enero de 1980, tanto el ministro Martínez de Hoz como los productores y grandes compañías exportadoras de granos estuvieron de acuerdo en aprovechar al máximo posible la situación creada por la política de Carter. Así se lo hizo saber el titular de la Junta Nacional de Granos, David Lacroze, al presidente de la empresa soviética Exportkleb, Víktor Pershin, en los siguientes términos:
Mire Víktor, nos comprometimos a no venderles más de lo normal, pero ya que igual vamos a venderles, yo no quisiera poner ningún límite a la cantidad que ustedes quieran comprar. Esto se lo digo personalmente a nivel personal. Ustedes conocen la declaración oficial que hizo la Argentina, pero no vamos a decir 57 kilogramos y nada más, comprenda. Esto es algo que conversaremos. Yo estoy dispuesto a ir para Moscú y firmar un convenio. (11)
El primer convenio comercial con la Unión Soviética se concretó a fines de febrero de 1980 a través del viaje de Pershin a Buenos Aires. Si bien la cantidad negociada en este primer acuerdo no superó los suministros históricos, a este convenio siguieron la firma de otro en el mes de julio, que estableció la venta de 4.500.000 toneladas anuales de maíz, sorgo y soja, y luego otro convenio similar para la venta de carnes. Estos convenios y los que lo sucedieron vendieron productos a la URSS sin limitaciones cuantitativas, pues llegaron a Moscú a través de la triangulación con países como Suiza, e incluyeron otros rubros además del cerealero, tales como un acuerdo para la pesca e industrialización del krill en el Atlántico Sur; la compra de agua pesada soviética para la central nuclear Atucha I, y la adquisición de maquinarias y vehículos soviéticos de distinto tipo. (12)
Pero mientras el rechazo al embargo cerealero a la URSS dejó a salvo el costado pragmático que compartieron la diplomacia económica, la militar, los productores agropecuarios e incluso amplios sectores de la sociedad argentina, el gobierno de Videla adoptó también una decisión que dejaba a salvo el costado ideológico, es decir, la “vocación occidental” del régimen. Así, Videla decidió, contra la voluntad del presidente del Comité Olímpico, que la Argentina no fuera a los Juegos de Moscú. En la posición del presidente y del ministro de Economía Martínez de Hoz, esa “sanción moral” era coherente con la condena a la invasión soviética a Afganistán explicitada en el comunicado de la Cancillería argentina del 10 de enero de 1980. El gobierno soviético envió una misión para revertir el boicot argentino a los Juegos Olímpicos, pero éste se mantuvo. (13)
Por cierto, la negativa argentina a concurrir a los Juegos Olímpicos no impidió que las relaciones comerciales con Moscú se incrementaran, a tal punto que la URSS se convirtió en el comprador más importante de las exportaciones argentinas (35 % del total general y 80 % del total en el rubro cereales). (14) Tampoco impidió que continuara el alto nivel de intercambio cultural bilateral registrado entre los años 1977 y 1982, en que la Argentina fue el país que recibió el mayor número de artistas soviéticos en el continente, exceptuando Cuba. (15)
A su vez, el gobierno de Viola procuró continuar el sesgo pragmático que había caracterizado la gestión de Videla, especialmente en lo tocante a los vínculos comerciales. En palabras del canciller Oscar Camilión, la aproximación comercial de la Argentina con la URSS tenía características “estructurales”, y era consecuencia directa de la pérdida de clientes en el mundo capitalista europeo y de la necesidad de los países del ámbito socialista de los productos agropecuarios argentinos. Asimismo, Camilión señaló como “correcta” la decisión de Videla de no adherir al embargo cerealero contra la URSS propuesto por Carter. (16)
Por otra parte, el pedido norteamericano efectuado al gobierno de Viola para que éste enviara un contingente que se incorporaría a las fuerzas de paz y de control garantes de los Acuerdos del Sinaí fue un tema que generó inquietud en las autoridades del Kremlin. De acuerdo con el testimonio del consejero de la embajada soviética en la Argentina, Arnold Mossolov, las autoridades de Moscú ejercieron presión sobre el canciller Camilión, los delegados argentinos en la ONU e incluso los militares, intentando disuadir al gobierno argentino de su participación en el Sinaí siguiendo la propuesta norteamericana. Como es sabido, mientras Camilión y Viola eran partidarios de la negativa a participar en un conflicto lejano a los “intereses nacionales” argentinos, la diplomacia militar, liderada por el entonces comandante en jefe del Ejército, general Leopoldo Fortunato Galtieri, veía en esta invitación norteamericana una oportunidad inmejorable para intensificar los lazos militares con Washington. Finalmente, si bien la negativa de Viola a participar repercutió favorablemente en Moscú, lo cierto fue que ella se debió menos a la presión diplomática soviética que a la consideración de los intereses árabes -en esos días, el canciller de Arabia Saudita hizo saber a las autoridades argentinas el disgusto que provocaría en su comunidad la participación argentina en el Sinaí-. (17)
Con la llegada de Galtieri al poder, los vínculos con Moscú atravesaron un período de tensión. La agencia soviética TASS advertía en enero de 1982 acerca de la “fama de pronorteamericano” del reemplazante de Viola, evidenciada, entre otros elementos, por su inclinación a adoptar, respecto de la crisis centroamericana, una posición convergente con la norteamericana: la de respaldar militarmente a los grupos de contrainsurgencia. (18)
Cuando se discutió el tema Malvinas en el Consejo de Seguridad de la ONU en abril de 1982, la URSS se abstuvo y, a pesar de los pedidos argentinos de respaldo diplomático, no utilizó el derecho de veto, que hubiera impedido toda acción de Gran Bretaña perjudicial a la Argentina en el foro multilateral. (19)
La cuestión de la posible ayuda militar soviética a la Argentina en la guerra de las Malvinas ocupó mucho espacio en los diarios argentinos. Rogelio García Lupo sostiene, basándose en una publicación de la Fuerza Aérea, que la ayuda militar de Moscú no provino directamente del Kremlin, sino a través de terceros países. (20) Citando el testimonio del entonces comandante en jefe de la Armada, Jorge Isaac Anaya, Gilbert sostiene que durante ese mes de mayo se registraron contactos a través del canciller Costa Méndez para que los soviéticos vendieran sus aviones Bear, con misiles aire-superficie, pero esta venta no se registró porque, según el propio Anaya, los soviéticos “no querían enemistarse con los ingleses”. (21) Por su parte, Rapoport afirma que la ayuda militar soviética se limitó al plano meramente verbal y que incluso Moscú interrumpió las compras de cereales a la Argentina argumentando que esta decisión se debía a la presencia de dificultades en el transporte marítimo. (22) Finalmente, Aldo Vacs sostiene que existió una oferta del embajador en Buenos Aires, Sergei Striganov, a las autoridades argentinas, condicionando el aporte militar a una serie de cambios en la conducta externa del régimen de Galtieri: el retiro de los asesores militares argentinos en América Central; la abstención de la Argentina en la ONU respecto de temas espinosos para Moscú tales como la invasión soviética a Afganistán; el otorgamiento de facilidades para la construcción de instalaciones pesqueras rusas en Ushuaia y el cese del apoyo argentino al gobierno militar boliviano. El régimen de Galtieri no aceptó la propuesta de Moscú. Al parecer, la única ayuda militar a la Argentina llegó de manera indirecta, a través de las armas de origen soviético que el gobierno libio de Muammar Al Khadafi envió a Buenos Aires durante la guerra. (23)
Por cierto, el giro tercermundista del gobierno de Bignone, efecto de la crisis de reacomodamiento externo de la Argentina luego de la guerra de Malvinas, fue un factor que ayudó a un acercamiento entre Buenos Aires y Moscú luego de la forzada impassse de la guerra. Tras la interrupción de las compras de granos por parte de la URSS en el mes de mayo de 1982, en pleno conflicto, las autoridades del Kremlin renovaron sus compras en el mes de julio. Pero el acercamiento bilateral no sólo se dio en el ámbito económico, sino también en el político. En un discurso efectuado en la Escuela de Defensa Nacional, el canciller Juan Aguirre Lanari emitió un gesto amistoso hacia Moscú al admitir que “los países socialistas han acompañado a la Argentina en la cuestión de los derechos humanos”. Asimismo, los vínculos militares entre ambos países se reafirmaron. En noviembre de 1983, como síntoma de este mejoramiento de las relaciones, un alto oficial del ejército soviético fue condecorado en el Comando en Jefe del Ejército argentino. (24)
Pero mientras el rechazo al embargo cerealero a la URSS dejó a salvo el costado pragmático que compartieron la diplomacia económica, la militar, los productores agropecuarios e incluso amplios sectores de la sociedad argentina, el gobierno de Videla adoptó también una decisión que dejaba a salvo el costado ideológico, es decir, la “vocación occidental” del régimen. Así, Videla decidió, contra la voluntad del presidente del Comité Olímpico, que la Argentina no fuera a los Juegos de Moscú. En la posición del presidente y del ministro de Economía Martínez de Hoz, esa “sanción moral” era coherente con la condena a la invasión soviética a Afganistán explicitada en el comunicado de la Cancillería argentina del 10 de enero de 1980. El gobierno soviético envió una misión para revertir el boicot argentino a los Juegos Olímpicos, pero éste se mantuvo. (13)
Por cierto, la negativa argentina a concurrir a los Juegos Olímpicos no impidió que las relaciones comerciales con Moscú se incrementaran, a tal punto que la URSS se convirtió en el comprador más importante de las exportaciones argentinas (35 % del total general y 80 % del total en el rubro cereales). (14) Tampoco impidió que continuara el alto nivel de intercambio cultural bilateral registrado entre los años 1977 y 1982, en que la Argentina fue el país que recibió el mayor número de artistas soviéticos en el continente, exceptuando Cuba. (15)
A su vez, el gobierno de Viola procuró continuar el sesgo pragmático que había caracterizado la gestión de Videla, especialmente en lo tocante a los vínculos comerciales. En palabras del canciller Oscar Camilión, la aproximación comercial de la Argentina con la URSS tenía características “estructurales”, y era consecuencia directa de la pérdida de clientes en el mundo capitalista europeo y de la necesidad de los países del ámbito socialista de los productos agropecuarios argentinos. Asimismo, Camilión señaló como “correcta” la decisión de Videla de no adherir al embargo cerealero contra la URSS propuesto por Carter. (16)
Por otra parte, el pedido norteamericano efectuado al gobierno de Viola para que éste enviara un contingente que se incorporaría a las fuerzas de paz y de control garantes de los Acuerdos del Sinaí fue un tema que generó inquietud en las autoridades del Kremlin. De acuerdo con el testimonio del consejero de la embajada soviética en la Argentina, Arnold Mossolov, las autoridades de Moscú ejercieron presión sobre el canciller Camilión, los delegados argentinos en la ONU e incluso los militares, intentando disuadir al gobierno argentino de su participación en el Sinaí siguiendo la propuesta norteamericana. Como es sabido, mientras Camilión y Viola eran partidarios de la negativa a participar en un conflicto lejano a los “intereses nacionales” argentinos, la diplomacia militar, liderada por el entonces comandante en jefe del Ejército, general Leopoldo Fortunato Galtieri, veía en esta invitación norteamericana una oportunidad inmejorable para intensificar los lazos militares con Washington. Finalmente, si bien la negativa de Viola a participar repercutió favorablemente en Moscú, lo cierto fue que ella se debió menos a la presión diplomática soviética que a la consideración de los intereses árabes -en esos días, el canciller de Arabia Saudita hizo saber a las autoridades argentinas el disgusto que provocaría en su comunidad la participación argentina en el Sinaí-. (17)
Con la llegada de Galtieri al poder, los vínculos con Moscú atravesaron un período de tensión. La agencia soviética TASS advertía en enero de 1982 acerca de la “fama de pronorteamericano” del reemplazante de Viola, evidenciada, entre otros elementos, por su inclinación a adoptar, respecto de la crisis centroamericana, una posición convergente con la norteamericana: la de respaldar militarmente a los grupos de contrainsurgencia. (18)
Cuando se discutió el tema Malvinas en el Consejo de Seguridad de la ONU en abril de 1982, la URSS se abstuvo y, a pesar de los pedidos argentinos de respaldo diplomático, no utilizó el derecho de veto, que hubiera impedido toda acción de Gran Bretaña perjudicial a la Argentina en el foro multilateral. (19)
La cuestión de la posible ayuda militar soviética a la Argentina en la guerra de las Malvinas ocupó mucho espacio en los diarios argentinos. Rogelio García Lupo sostiene, basándose en una publicación de la Fuerza Aérea, que la ayuda militar de Moscú no provino directamente del Kremlin, sino a través de terceros países. (20) Citando el testimonio del entonces comandante en jefe de la Armada, Jorge Isaac Anaya, Gilbert sostiene que durante ese mes de mayo se registraron contactos a través del canciller Costa Méndez para que los soviéticos vendieran sus aviones Bear, con misiles aire-superficie, pero esta venta no se registró porque, según el propio Anaya, los soviéticos “no querían enemistarse con los ingleses”. (21) Por su parte, Rapoport afirma que la ayuda militar soviética se limitó al plano meramente verbal y que incluso Moscú interrumpió las compras de cereales a la Argentina argumentando que esta decisión se debía a la presencia de dificultades en el transporte marítimo. (22) Finalmente, Aldo Vacs sostiene que existió una oferta del embajador en Buenos Aires, Sergei Striganov, a las autoridades argentinas, condicionando el aporte militar a una serie de cambios en la conducta externa del régimen de Galtieri: el retiro de los asesores militares argentinos en América Central; la abstención de la Argentina en la ONU respecto de temas espinosos para Moscú tales como la invasión soviética a Afganistán; el otorgamiento de facilidades para la construcción de instalaciones pesqueras rusas en Ushuaia y el cese del apoyo argentino al gobierno militar boliviano. El régimen de Galtieri no aceptó la propuesta de Moscú. Al parecer, la única ayuda militar a la Argentina llegó de manera indirecta, a través de las armas de origen soviético que el gobierno libio de Muammar Al Khadafi envió a Buenos Aires durante la guerra. (23)
Por cierto, el giro tercermundista del gobierno de Bignone, efecto de la crisis de reacomodamiento externo de la Argentina luego de la guerra de Malvinas, fue un factor que ayudó a un acercamiento entre Buenos Aires y Moscú luego de la forzada impassse de la guerra. Tras la interrupción de las compras de granos por parte de la URSS en el mes de mayo de 1982, en pleno conflicto, las autoridades del Kremlin renovaron sus compras en el mes de julio. Pero el acercamiento bilateral no sólo se dio en el ámbito económico, sino también en el político. En un discurso efectuado en la Escuela de Defensa Nacional, el canciller Juan Aguirre Lanari emitió un gesto amistoso hacia Moscú al admitir que “los países socialistas han acompañado a la Argentina en la cuestión de los derechos humanos”. Asimismo, los vínculos militares entre ambos países se reafirmaron. En noviembre de 1983, como síntoma de este mejoramiento de las relaciones, un alto oficial del ejército soviético fue condecorado en el Comando en Jefe del Ejército argentino. (24)
- NOTAS
- I. Gilbert, op. cit., p. 331, y E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo III, p. 279.
- I. Gilbert, op. cit., p. 333.
- El 21 de septiembre de 1977 el destructor Rosales interceptó y abordó con personal armado al pesquero soviético Bussol que, según un informe de la Armada argentina, operaba dentro de las 200 millas marítimas de jurisdicción. Sin embargo, el cuaderno de bitácora del Bussol no coincide con el informe argentino. El 26 de ese mismo mes, otro destructor de la Marina retuvo al pesquero soviético Nerey, aunque éste operaba fuera de las 200 millas. En todos los casos de abordaje de pesqueros soviéticos, los oficiales argentinos se negaron categóricamente a la propuesta soviética de examinar en forma conjunta las coordenadas de las embarcaciones, para establecer si éstas habían violado o no las 200 millas de espacio marítimo argentino. Por su parte, el diario Izvestia de Moscú ratificó que todas las bitácoras de los pesqueros rusos mostraban que en ningún caso hubo violación de las 200 millas marítimas. Extrañamente, la URSS era uno de los pocos estados que había aceptado el principio argentino de las 200 millas. El 7 de octubre de 1977, la agencia de noticias soviética Tass desmintió que los pesqueros de la URSS violaran aguas territoriales argentinas, e interpretó la captura de las naves como producto de la “agudización de la lucha política interna” dentro del régimen militar argentino. Como es obvio, el gobierno argentino rechazó la afirmación de la URSS de que sus naves estaban fuera de las 200 millas. Pero más allá de provocar enojosos entredichos entre Buenos Aires y Moscú, este tema tuvo importantes derivaciones internas. Como sugería Tass, en realidad la captura de los navíos respondió a una estrategia de Massera para poner obstáculos en la política del presidente Videla y su ministro de Economía Martínez de Hoz de incentivar los vínculos comerciales con la URSS y los países socialistas. Ver sobre este y otros incidentes con pesqueros soviéticos y búlgaros en los meses de septiembre y octubre de 1977, y su vinculación con la lucha entre Videla y Massera, los trabajos de O. Troncoso, op. cit., pp. 65, 68 y 70, e I. Gilbert, op. cit., pp. 334-336. Por cierto, esta ofensiva masserista, destinada a provocar un clima de tensión entre las autoridades de Buenos Aires y Moscú, contó con el respaldo de medios de prensa y revistas de tendencia derechista -como la revista Somos-, la cual comentó estos incidentes con sugestivos títulos como “Pesqueros rusos. A la pesca de los intrusos”, Somos, Nº 54, 30 de septiembre de 1977, pp. 24-27, y “Cuánto y por qué nos roban los rusos”, Somos, Nº 55, 7 de octubre de 1977, pp. 16-18. También generó un serio enfrentamiento entre el diario de tendencia liberal La Nación y la Secretaría de Información Pública de la Presidencia de la Nación, pues la última criticó el tratamiento que el matutino dio a una noticia procedente de Moscú, por la que se responsabilizaba al gobierno argentino de un arbitrario acto de fuerza contra pesqueros soviéticos y búlgaros. Ver esta polémica entre La Nación y el gobierno, en “Desagrado oficial por una información dada en La Nación”, La Nación, 10 de octubre de 1977, p. 1, y en O. Troncoso, op. cit., p. 70.
- I. Gilbert, op. cit., pp. 330-331.
- Aldo Vacs, “El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas”, en Augusto Varas (editor), América Latina y la Unión Soviética: una nueva relación, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1987, p. 121; Mario Rapoport, “La posición internacional de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas”, en R. Perina y R. Russell (editores), op. cit., p. 180, y E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo III, pp. 28-29 y pp. 375-376.
- Respecto del apoyo soviético al régimen de Videla, vale señalar que mientras las emisiones de Radio Moscú denunciaban los crímenes de la dictadura de Pinochet y otros regímenes autoritarios de derecha en América latina, elogiaban o eran muy complacientes con el gobierno de Videla. Por su parte, tanto los medios soviéticos como los vinculados al PC argentino diferenciaban entre la posición “liberal” de Videla y Viola y el “pinochetismo” de los “halcones” del régimen militar. Incluso los dirigentes del PC argentino efectuaron en agosto de 1977 una declaración donde expresaban su apoyo a la estrategia videlista del diálogo y la apertura política, señalando que la misma “es el camino adecuado para ganar la paz, aventar el peligro del pinochetismo y de las amenazas exteriores y encontrar soluciones económicas, políticas, sociales y culturales que el país necesita”. Declaración de dirigentes del PC argentino, La Opinión, 23 de agosto de 1977, p. 13. Ver respecto del respaldo de la URSS y del PC argentino a los sectores “videlistas” y “violistas” del régimen militar argentino los trabajos de Carlos Echagüe, El socialimperialismo ruso en la Argentina, Buenos Aires, Agora, 1984, pp. 9-10; M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina..”, op. cit., pp. 180-181; I. Gilbert, op. cit., pp. 333-334; A. Vacs, “El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas...”, op. cit., pp. 121-122, y E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo III, pp. 278-279.
- En el período del Proceso militar, la URSS como cliente de las exportaciones argentinas de carne argentinas saltó del puesto 33º en 1978 al 2º en 1979 y al 1º de 1980 a 1982. En las exportaciones argentinas de granos, la URSS pasó del puesto 7º en 1977 al 1º en 1978, que retendría durante toda la etapa del régimen militar -salvo en 1979, año en el que alcanzó el segundo lugar-. Por su parte, las exportaciones globales de la Argentina a la URSS saltaron de un valor de 415 millones de dólares en 1979 a uno de 1614 millones en 1980 y alcanzaron un pico en 1981, con un valor de 2963 millones de dólares. En términos de participación, estas cifras representaron 2% del total de las importaciones soviéticas en 1979, 5% en 1980 y 8% en 1981. Del lado argentino, fueron equivalentes a 5% del total de exportaciones argentinas en 1979, 20 % en 1980 y 32% en 1981. Véase Mario Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., cuadros 3, 4, 5.1, 5.2 y 6, pp. 204-206.
- I. Gilbert, op. cit., p. 342.
- Ibid., p. 355.
- Ver declaraciones favorables de Antonio Tróccoli (UCR), Angel Federico Robledo y el dirigente conservador Pablo González Bergés en los editoriales “La posición que debe asumirse ante el bloqueo cerealero divide a los personajes políticos” y “Desconcertantes rumbos para nuestra política exterior inspiran los cereales de la discordia”, en Convicción, 9 y 10 de enero de 1980, pp. 12-13, respectivamente, fuente también citada en R. Russell, “El proceso de toma de decisiones...”, op. cit., p. 29. Por su parte, un representante del nacionalismo de extrema derecha, Alberto Asseff, dio un enfático respaldo a la decisión del gobierno de Videla de no plegarse al embargo cerealero decretado contra Moscú en su artículo “Notas y comentarios. La crisis de Afganistán, el boicot a Rusia y los intereses argentinos”, Geopolítica, Año VI, Nº 18, junio de 1980, pp. 60-65.
- I. Gilbert, op. cit., p. 350.
- M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina..”, op. cit., pp. 183-184. Por su parte, el propio titular de la Junta Nacional de Granos, David Lacroze, sostuvo, en relación a la dimensión del intercambio comercial argentino-soviético y su triangulación en Suiza, que: “Vendía Cargill, vendía Dreyfus; ellos les compraban a los productores y luego colocaban la producción donde se les daba la gana. Por ejemplo: declaraban un embarque a Suiza y desde Suiza iba a Rusia. No era posible controlarlo (...)”. Declaraciones del titular de la Junta Nacional de Granos y jefe de la delegación argentina en la reunión de países productores en Washington, David Lacroze, citada en I. Gilbert, op. cit., p. 350.
- I. Gilbert, op. cit., p. 354.
- J.A. Tulchin, op. cit., p. 270. Por cierto, este crecimiento cualitativo de los vínculos comerciales con Moscú provocó los elogios de Pravda al gobierno de Videla. Ver al respecto “Pravda elogia las buenas relaciones de la Argentina con la Unión Soviética”, Convicción, 8 de julio de 1980, p. 10.
- C. Echagüe, op. cit., p. 38.
- Entrevista de Enrique Alonso a Oscar Camilión, op. cit., pp. 39-40.
- I. Gilbert, op. cit., pp. 369-370.
- I. Gilbert, op. cit., p. 360, y M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., pp. 184-185.
- Un factor que pesó en la decisión de la URSS de no comprometer su voto a favor de los intereses argentinos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue la irritación de las autoridades de Moscú por la estrecha colaboración argentina en la “guerra sucia” contra el sandinismo. Otra causa de la actitud soviética estuvo relacionada con el temor de la URSS de verse involucrada en cualquier acción militar contra Gran Bretaña y, por esta vía, forzar a un deterioro aún mayor de los vínculos con Estados Unidos. Ver sobre la posición soviética en el Consejo de Seguridad y sus causas los trabajos de I. Gilbert, op. cit., pp. 374-375; C.J. Moneta, “El conflicto de las islas Malvinas en el contexto...”, op. cit., p. 28, nota 44, y p. 29, nota 46; R. Roett, op. cit., pp. 141-142, y M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., p. 185.
- R. García Lupo, op. cit., p. 202.
- Testimonio de Anaya, citado en I. Gilbert, op. cit., pp. 379-380.
- M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., p. 185.
- A. Vacs, “El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas...”, op. cit., p. 126.
- I. Gilbert, op. cit., pp. 362-363, y M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., pp. 185-186.
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