martes, 23 de febrero de 2016

MANUEL JOSÉ GARCÍA, EL GRAN TRAIDOR DESCONOCIDO, QUE ENTREGÓ LA BANDA ORIENTAL, POR PEDIDO DEL AGENTE DIPLOMÁTICO INGLÉS,LORD PONSONBY

García Manuel José (1784-1848),el gran traidor desconocido,entregó a la Banda Oriental,por orden de Lord Ponsonby




Político y jurista argentino nacido en Buenos Aires en 1784 y muerto en la misma ciudad en 1848, que actuó decisivamente en la independencia, fue ministro de Hacienda y jugó un papel importante en la política brasileña de anexionarse el Uruguay, separándolo de la influencia porteña.
Nacido en el seno de una familia acomodada, García estudió en el Colegio de San Carlos y luego en la universidad de Chuquisaca, donde se licenció en leyes. Combatió luego a los ingleses durante las invasiones e intervino en los sucesos revolucionarios. Estuvo en el Cabildo revolucionario de Mayo de 1810 y apoyó a la Junta de Gobierno. En 1812 fue enviado a Montevideo por el Triunvirato con la misión de lograr la sumisión de Vigodet y la entrega de la plaza, en lo que fracasó. Al regresar a Buenos Aires desempeñó una gran actividad política; Intervino en la revisión del reglamento de la Asamblea Constituyente, fue elegido diputado de la misma, y formó parte de la comisión que hizo el proyecto constitucional. En 1813 fue ministro de Hacienda y en febrero del año siguiente consejero de Estado. Alvear le envió a Río para obtener informes fidedignos de la proyectada expedición española para recobrar el Río de la Plata. En caso de confirmarse debía proceder a un proyecto secreto que consistía en promover que Argentina fuera colocada bajo protectorado inglés. Esta misión ha sido justificadamente denostada por muchos historiadores argentinos, Mitre entre ellos. García no negoció su comisión secreta y se limitó a pedir mediación y apoyo británicos entre España y Buenos Aires. Cayó entonces Alvear y García fue relevado por Álvarez Thomas, aunque este último le confirmó luego como plenipotenciario en Río y con ordenes de defender a toda costa la independencia rioplatense. En 1816, cuando se produjo la invasión portuguesa a la Banda Oriental (Uruguay), trató de justificarla ante su propio Gobierno, presentándola como una actitud defensiva ante la amenaza de Artigas y sus montoneros. Ante la amenaza de una eventual invasión española al Río de la Plata negoció un tratado de alianza contra Artigas, garantizando que en ningún caso permitiría la devolución de Montevideo a España.
La invasión española no se produjo nunca, y en 1820 Manuel García fue ministro de Hacienda de la Provincia de Buenos Aires, elaborando un proyecto de reforma hacendística para la provincia. En 1824 fue nuevamente ministro de Gobierno y diputado al Congreso Constituyente, cuando el país se vertebró de forma unitaria. Firmó un tratado de amistad y comercio con Inglaterra y comunicó a Brasil la decisión del Congreso de reincorporar el Uruguay a Argentina, tras el levantamiento de los Treinta y tres orientales (4 de noviembre de 1825). En febrero de 1826 el nuevo presidente Rivadavia le ofreció el Ministerio de Relaciones Exteriores, pero renunció al mismo, aceptando en cambio el cargo de plenipotenciario en Brasil. En este ejercicio transigió con la anexión del Uruguay al I Imperio Brasileño como la Provincia Cisplatina, lo que provocó un gran escándalo en Buenos Aires, que le costo la caída a Rivadavia y al mismo García. Al año siguiente se pactó la creación del Uruguay como país independiente.
García siguió manteniéndose en la política de su país. Medió entre Lavalle y Rosas y luego fue otra vez ministro de Hacienda con Viamonte (1833-34). Tuvo buenas relaciones con Rosas, aunque rechazó una comisión suya en el Perú. Retirado de la actividad política falleció en Buenos Aires el año 1848.
Manuel José García ha sido una figura controvertida en la historiografía argentina por varias de sus actuaciones y sobre todo por haber permitido la emancipación de las Provincias Orientales (Uruguay), pero su gestión fue siempre política y a favor de su país.

Bibliografía

  • ABAD DE SANTILLÁN, D. Historia Argentina. Buenos Aires, Tipográfica editora Argentina, 1965, vol. I.
  • ZINNY, A. Historia de los gobernadores de las provincias argentinas. Buenos Aires, 1920.

  • http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=garcia-manuel-jose

  • LA BANDA ORIENTAL



  • La "fallida misión" García y sus consecuencias de la traición

Con el objeto de finiquitar cuanto antes la guerra, el presidente Rivadavia resolvió enviar a Río de Janeiro al doctor Manuel José García. Un factor que motivó a Rivadavia a tomar esta decisión fue la luz verde emitida por el ministro inglés en Río de Janeiro Robert Gordon a John Ponsonby y al ministro de las Provincias Unidas Francisco Fernández de la Cruz respecto de que el emperador Pedro I estaría dispuesto a negociar la independencia de la Banda Oriental.
    No obstante al llegar a Río de Janeiro en mayo de 1827 García chocó contra la tozudez del emperador, que afectado en su prestigio por la derrota en la batalla de Ituzaingó del 20 de febrero de 1827, sólo podía aceptar una paz cuyos términos reflejaran las máximas aspiraciones brasileñas. Pedro I había jurado ante el Senado no tratar la paz con las Provincias Unidas y continuar la guerra hasta que la Provincia Cisplatina "quedara libre de invasores". Ante esta situación, García procuró regresar a Buenos Aires pero el ministro Gordon lo convenció de que se entrevistara con las autoridades imperiales y buscara una fórmula de acercamiento.
    El negociador del gobierno porteño, pasando el límite de sus instrucciones que sólo le autorizaban a admitir la creación de un Estado Oriental independiente, se contactó con el marqués de Queluz, el vizconde de San Leopoldo y el marqués de Maçaio, y al cabo de tres entrevistas, firmó el 24 de mayo de 1827 una Convención Preliminar de Paz por la cual el gobierno de las Provincias Unidas renunciaba a sus derechos sobre la Banda Oriental y la dejaba en manos del Imperio, se comprometía al pago de una indemnización de guerra y al desarme de la isla Martín García. Cuatro meses después de Ituzaingó, el delegado de las Provincias Unidas aceptaba los planteos imperiales.
    Esta actitud claudicante de García se debía al temor que el ministro compartía con los hombres de Buenos Aires respecto de las consecuencias internas de la continuación de la guerra con el Imperio. La posibilidad de que la autoridad central se derrumbara y se vieran forzados a entregar su poder a caudillos del Interior, que ellos consideraban salvajes, los estremecía, y era un mal que querían evitar a cualquier precio (1). García se sorprendió por la indignación que sus gestiones provocaron ante quienes eran, según su óptica, los principales beneficiarios de la paz: el presidente Rivadavia y el Congreso. La convención firmada fue el punto de partida de una lluvia de injurias contra su gestor y la gota final que precipitó la caída de Rivadavia.
    Por otra parte, Ponsonby tenía razón al percibir a Buenos Aires como el lado más débil del conflicto. En una carta dirigida al ministro George Canning el 4 de junio de 1827, señalaba la debilidad interna del presidente de las Provincias Unidas frente a los caudillos provinciales y presagiaba el fin del gobierno de Rivadavia con estas palabras:









Las provincias están animadas de la mayor hostilidad contra el presidente y esa actitud se dirige contra él. Yo creo que ellas están deseosas de permanecer unidas con Buenos Aires y de autorizar al gobierno local de esa ciudad a encargarse de las relaciones exteriores de la república, si el gobierno pasa a otras manos. Mi opinión es que, tanto la realización de la paz como el definitivo rechazo de las tentativas de hacerla, traerá consigo una crisis inmediata y que el señor Rivadavia será probablemente obligado, por medios pacíficos o violentos, a abandonar su cargo (2).

  • NOTAS

  1. Tulio Halperín Donghi, De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1972, p. 238.
  2. Carta de Ponsonby a Canning, Buenos Aires, 4 de junio de 1827, en L. A. de Herrera, op. cit., II, p. 135.

John Ponsonby


John Ponsonby.
John Ponsonby, Primer Vizconde Ponsonby, (1772 - 22 de febrero de 1855), fue un político y diplomático británico1 y caballero gran cruz de la Orden del Baño.
Poseyendo el título nobiliario inglés de lord, fue integrante de la Cámara de los Comunes entre 1793 y 1802. Durante los años siguientes se dedicó a administrar la herencia de su padre.
A partir de 1826, a pedido de Jorge IV de Inglaterra, fue enviado en sucesivas misiones diplomáticas debido a que pretendía a la amante del rey. Ese año viajó como Ministro Plenipotenciario del Reino Unido al Río de la Plata durante la Guerra de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil. Actuó en la intermediación entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil, proponiendo como solución definitiva la independencia de la Provincia Oriental, creándose a través de la Convención Preliminar de Paz el Estado Oriental del Uruguay. Fue determinante para el derrocamiento y posterior fusilamiento de Manuel Dorrego.2 3 4
En 1830 fue enviado a Bélgica a promover el ascenso de Leopoldo I al trono de ese reino.
Posteriormente fue enviado extraordinario al Reino de Nápoles y embajador británico en Constantinopla (1832 a 1841) y Viena(1846 a 1850). Escribió unas "Cartas privadas sobre la cuestión oriental", publicadas en Brighton en 1854.
Falleció en Londres en 1855.





"Artigas, al enterarse por boca de los amigos que van a buscarlo al Paraguay para que regrese, que se ha escrito en la Banda Oriental una constitución y fundado una República, rehúse volver con estas palabras: “Ya no tengo patria”. Su patria era más grande. "



El empréstito Baring
Bernardino Rivadavia fue el inventor local de “la deuda eterna”. En 1824, siendo Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, autorizó pedir un préstamo a la Baring Brothers (Inglaterra) por un millón de libras esterlinas. Este préstamo fue impuesto como parte de la estrategia geopolítica de dominación de Gran Bretaña, para condicionarnos económicamente e impedir nuestro crecimiento como Nación independiente. Respondió más a las necesidades inglesas de asegurarse la subordinación colonial que a necesidades locales.
El argumento para pedir el préstamo fue el supuesto propósito de construir un puerto, fundar ciudades y dar aguas corrientes a Bs.As. (nada de eso se hizo finalmente). Con algunas honrosas excepciones y resistencias, se aprobó pedido y se autorizo a un ”consorcio” (Guillermo y Juan Parish Roberston, Braulio costa, Miguel Siglos y J. Pablo Sáenz Valiente) para negociarlo en Londres al 70 % de su valor. La estafa era tan evidente que el principal banquero ingles (Nathan Rostschild) se abstuvo de participar, y finalmente se negoció con la casa Baring. El país se comprometió por una deuda de 1.000.000 de Libras al 6 % de interés anual garantizadas con rentas y hasta con tierra pública. Del millón de Libras se descontó la comisión del “consorcio” (120.000), intereses y “servicios” adelantados, quedando en definitiva un saldo de 560.000 Libras, que debía recibir Bs.As. por el 1.000.000 que se endeudaba. Cuando el gobierno reclama el envío del dinero, Baring remite 2.000 en monedas de oro, 62.000 en letras de cambio (papelitos) y propone por “prudencia de mandar dinero a tanta distancia”, dejar depositado en su banco los 500.000 restantes, pagando 3 % de interés anual. (Un negocio redondo. Pedir dinero, al 6 % y prestarlo al 3 % “al mismo prestamista”) Ni se construyó el puerto ni se puso un solo caño en Bs.As. Se pago catorce veces la deuda, hasta cancelarla en 1.904.

Los Hermanos Baring no eran solamente banqueros, sino funcionarios de los organismos de la política imperial: la Tesorería Británica, el Ministerio de Hacienda, y de la Compañía de Indias. Rivadavia garantizó el pago de esa deuda con las tierras públicas de Buenos Aires (Ley de enfiteusis). Posteriormente extendió la garantía hipotecaria a todas las tierras públicas de la Nación. (“quedan especialmente afectadas al pago de la deuda nacional, la tierra y demás bienes inmuebles de propiedad pública cuya enajenación se prohíbe”).Ya no pudieron venderse tierras públicas con fines de colonización.
Con el mismo propósito el Imperio Británico concedió préstamos a varios países latinoamericanos (México, Colombia, Chile, Perú, Centroamérica) que se estaban independizando de España. Firmaron, también, “acuerdos de comercio y amistad recíprocos”, que otorgaron beneficios a los comerciantes ingleses que dominaban en esas regiones.
Como era lógico suponer, faltó dinero para pagar esa deuda. En consecuencia, en 1828 se liquidó la escuadra naval y se dieron en pago dos fragatas que se estaban construyendo en Inglaterra. De este modo, cuando se produjo la usurpación de las Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde, no hubo fuerza naval para contrarrestarla. Obviamente, esto estuvo planificado por los acreedores, y su cómplice, Rivadavia. Los mismos ingleses, admitieron el carácter fraudulento de esta negociación. Ferdinand White, espía inglés, enviado por la Baring al Río de la Plata, condenó los aspectos delictuosos de este acuerdo. Fue una operación usurera, un acto de saqueo y sumisión y el primer acto de corrupción ligado a la deuda externa. Según Scalabrini Ortiz, de la suma recibida, sólo llegaron al Río de la Plata en oro, como estaba convenido, el 4% de lo pactado, o sean 20.678 libras.
El primer negociador del empréstito Baring fue Manuel José García, ministro de Hacienda de Martín Rodríguez, gobernador de Buenos Aires de 1821 a 1824. Rivadavia, también fue ministro de este gobierno. García utilizó toda su influencia, para que se perdiera el Alto Perú. Fue agente de Rivadavia, cuando se pactó la entrega de la Banda Oriental al Emperador de Brasil. Llevó adelante una política antinacional que favoreció los intereses británicos. Fue por esa época que el ministro inglés dijera “América española es libre y si sabemos actuar con habilidad será nuestra” (George Canning, después de reconocer la independencia de las colonias latinoamericanas en la época en que el grupo rivadaviano concertaba el primer empréstito con la Baring) (Historia universal. Editorial Daimon) Rivadavia hacía “oídos sordos”.
En el conflicto de la Confederación con el Imperio, Argentina había vencido a brasil en Ituzaingo, y faltaba el empujón final. Alvear quería llegar hasta Río de Janeiro, pero los ingleses tenían otros planes. la “Federación del Uruguay”. Era un proyecto británico para formar un Estado reuniendo a la Banda Oriental, Río Grande, Entre Ríos, Corrientes y Paraguay, que compensara el poderío de la Confederación y del Imperio. Rivadavia, más interesado en el negocio con los ingleses y en someter al interior, hizo regresar el ejército y firmar un tratado vergonzoso a través de García. Las provincias del interior querían terminar una guerra ya ganada, pero Rivadavia estaba más interesado en sus negocios mineros con los ingleses, que en su patria, y prefiere que regrese el ejercito para imponer “la organización a palos” en el interior, aun a costa de ceder la Banda Oriental. Prevalecen las palabras del ministro Agüero de “la paz a cualquier precio” Los federales piden el gobierno y que les dejen a ellos el peso de la guerra pero Rivadavia prefería perder la guerra y la banda oriental, antes que dejarle el gobierno a los federales. e instruye a García para que vaya a Río de Janeiro a terminar la guerra “a cualquier precio”. Fue un arreglo tan vergonzoso que ante la indignación popular Rivadavia intentó usar a García de chivo expiatorio: “no solo ha traspasado sus instrucciones sino contravenido a la letra y espíritu de ellas” que ”destruye el honor nacional y ataca la intendencia y todos los intereses de la República” e intenta desconocer el arreglo.
“El tribuno”, de Dorrego, publica el “Reports” del capitán Head y la correspondencia entre éste y Rivadavia sobre el escandaloso negociado de las minas del Famatina. Se da cuenta de los sueldos según “libros” de la Mining a Rivadavia, las comisiones, trafico de influencias, etc. (Para mas detalles ver JM Rosa Hist.Arg. t IV)

Rivadavia no puede tapar tanta mugre con un pañuelo, y renuncia verborrágicamente:
“Me es penoso no poder exponer a la faz del mundo los motivos que justifican mi irrevocable decisión (también, como para exponer al mundo “los motivos”!!!)...He dado a la patria días de gloria (¿?)…he sostenido hasta el último punto la honra y dignidad de la Nación (menos la honra propia)…Dificultades de nuevo orden que no me fue dado prever (¿?) han venido a convencerme de que mis servicios no pueden en lo sucesivo serle de utilidad alguna (le habrán sido alguna vez?)...sensible es no poder satisfacer al mundo de los motivos irresistibles que justifican esta decidida resolución...(bla bla bla)Quizás hoy no se hará justicia a la nobleza y sinceridad de mis sentimientos, mas yo cuento con que al menos me hará algún día la posteridad, me hará la historia” (¿Sabría anticipadamente que Mitre y Sarmiento se ocuparían de la historia ?)

Dorrego quiere seguir la guerra a toda costa pero hasta el banco de la provincia (manejado por intereses y accionistas ingleses) le niega todo crédito. Regresado el ejército, Lavalle derroca ilegalmente a Dorrego y lo fusila (incentivado por unitarios, del Carril entre ellos)
http://www.lagazeta.com.ar/emprestito_baring.htm






Jorge Abelardo Ramos: De Artigas a Lord Ponsonby

El libro de Luis Alberto de Herrera sobre la Misión Ponsonby reviste un doble interés. En primer término, exhibe una impresio­nante cantidad de documentos copiados en el archivo del Foreign Office de Londres, de los que brota elocuentemente el papel decisivo desempeñado por la diplomacia inglesa, en especial por Canning y Ponsonby, en la creación del Uruguay como Estado independiente. En segundo lugar, la obra arroja una luz peculiar sobre la historia de las ideas políticas en la sociedad uruguaya y sobre todo acerca del pensamiento de un célebre caudillo político de la tierra purpúrea, Luis Alberto de Herrera.
Durante varias décadas, hasta su muerte en 1959, Herrera fue la figura central del viejo Partido Nacional o Blanco. Su autoridad en dicho movimiento, que participó varias veces en el gobierno de su país, sin lograr triunfar electoralmente nunca, salvo en el último año de la vida de Herrera, fue inmensa. Era un hombre de vasta ilustración histórica y un astuto jefe político a la criolla. Había montado a caballo en su juventud en las guerras civiles junto al legendario Aparicio Saravia y remontado caballadas en las estan­cias próximas a la frontera en medio de un remolino de lanzas: pero también había almorzado pulcramente en el Palacio de Buckingham con el rey Jorge V de Gran Bretaña (y Emperador de la India).
Herrera era el prototipo del gauchi-doctor, característico de las pampas regadas por el Plata en una época desaparecida para siempre. Había iniciado el revisionismo histórico en su país con El Drama del 65, donde examina la política del mitrismo porteño y el aniquilamiento del Paraguay. En la guerra del Chaco (1932-1935) militó en las filas del ejército paraguayo, pues creía en la unidad de destino de paraguayos y orientales y temía una nueva catástrofe sobre la tierra de Solano López. Durante la segunda guerra imperialista de 1939-1945, la mayoría de la clase media del Uruguay prestaba su apoyo a la causa de los aliados anglo-franco­-yanquis y deseaba intervenir de algún modo en el conflicto. Herrera defendió tenazmente la neutralidad. Sus adversarios, incluidos los comunistas, lo acusaron de nazi y pidieron la cárcel para él. Se opuso igualmente a la instalación de bases militares extranjeras en el Río de la Plata, negó su concurso al gobierno en 1950 para enviar tropas uruguayas a la guerra de Corea, como lo exigía el gobierno de los Estados Unidos y fue el único y declarado amigo de Perón en un Uruguay liberal, democrático y antiperonista durante la década 1945-1955.
¿Cómo se explica, entonces, que este libro constituya la más asombrosa apología al Imperio británico que se haya escrito jamás fuera de Inglaterra? Para colmo, este himno en prosa al genio político de Canning, lo escribe un oriental en recordación del papel jugado por Ponsonby en la creación de la República del Uruguay, lo que equivale a decir que se trata de un homenaje escrito a la fragmentación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Esta feroz paradoja sólo puede ser descifrada a la luz de la evolución sufrida por la sociedad uruguaya desde la conclusión de las guerras civiles.
Cuando Herrera se incorpora a la vida política de su país en la década de 1890, la sombra de Artigas comienza a corporizarse. Había sido arrojado a un abismo de olvido después de su derrota a manos de los porteños y del portugués; pero después de hundirse su proyecto de una Nación sudamericana, federando las provincias, una de ellas se erigía en Nación y transformaba al unificador olvidado en su héroe de bronce. Herrera forma sus ideas en una Banda Oriental que desde hace medio siglo se llama Uruguay. Es un país fundado con la garantía británica, que disfruta de una economía agraria floreciente incrustada en el sistema mundial de Gran Bretaña.
A semejanza de la Argentina, Uruguay empieza a desarrollarse como una gran planta fabril de productos cárneos, que abastece sin competidores los mercados europeos, gracias a los bajos costos derivados de la fertilidad natural de las mejores tierras del mundo. Separado por Canning de las viejas Provincias Unidas del Rfo de la Plata, poseedor de una gran pradera, de una hermosa capital y de un excelente puerto de profundidad natural, el Uruguay se consti­tuye en un país que prospera gracias a las ventajas climáticas, a una población reducida y a la protección discreta de la gran amiga británica.
Mientras América Latina esclavizada se consume en el hambre, el Uruguay se revela como un notable ejemplo de instituciones democráticas, con su apacible Capitolio blanco, una especie de Westminster criollo que funciona sin sobresaltos y donde los oradores no cargan pistolas. La relación estructural entre el intercambio de lanas, carnes, cueros y cereales y la importación de artículos industriales está respaldada por una renta agraria que permite a un millón de orientales gozar del nivel de vida de una ciudad europea, sin salir de la condición de una República com­puesta de pastores y burócratas. Aunque esa rara felicidad depende de las carnes rojas, se explica la satisfacción reinante en el Uruguay por cuanto semejante estado se prolonga desde comienzos de siglo hasta iniciarse la década del 60. Su fase culminante se puede situar entre 1904 y 1930, entre la muerte de Aparicio y la crisis mundial. Pero como un régimen de producción determinado engendra una sociedad de rasgos específicos, el Uruguay, nacido de una pradera abundante, ofreció a la mirada de América Latina fenómenos que jamás pudieron reproducir los enfermizos Estados latinoamericanos, salvo en los textos vacíos de sus admirables constituciones: una gran clase media propietaria de viviendas confortables; un régimen previsional de retiros sin paralelos (una sola persona podía llegar a acumular hasta tres o cuatro jubilaciones: había jubilados de 40 años de edad); una clase obrera pequeña y relati­vamente bien remunerada; el mejor índice de escolaridad de América Latina; la más baja proporción de nacimientos; el más bajo índice de mortalidad; irrestrictas libertades públicas, un partido socialista librecambista y un partido comunista admirador a la vez de Stalin, de Baffle y de Franklin Roosevelt. Muchos liberales extasiados emitieron la opinión de que tales maravi­llas eran el resultado del buen funcionamiento de las instituciones parlamentarias, que a su vez permitía la prosperidad. Jauretche señaló marxísticamente (iquién lo diría!) que, por el contrario, si las instituciones democráticas funcionaban bien esto se explicaba por la prosperidad. Jóvenes jubilados, una rica y refinada literatu­ra, profusión de becados por el Consejo de Cultura Británica o por el Departamento de Estado que se lanzaban a conocer el mundo, abundancia de alimentos y de libros, prensa de izquierda para satisfacer a un público ávido de información sobre las revolucio­nes lejanas, protección a las madres solteras, a los niños y ancianos, ley de divorcio, ferrocarriles y servicios públicos nacionalizados (hasta el expendio de leche), mutualización generalizada de la medicina, ese admirable Uruguay se enfrentaba pacíficamente cada cuatro años, en fecha electoral. Los dos partidos históricos, el Colorado y el Blanco, Ilegaron a sellar un pacto bastante simbólico de semejante sociedad: el partido triunfador se reservaba el 60% de los cargos públicos; y el derrotado, disponía del 40% restante. A este convenio equitativo, la prensa uruguaya designaba risueñamente como el reparto de las achuras.
En ese Uruguay británico, surgido de la balcanización de América Latina y de algún modo beneficiario de dicha balcanización, se formó Herrera. En procura de alguna justifica­ción histórica, escribió La Misión Ponsonby. Del presente libro, se desprende lo siguiente: Artigas no fundó el Uruguay; lo fundó Ponsonby. El Protector de los Pueblos Libres se había propuesto construir una gran federación de provincias con un gobierno central. Ponsonby, en nombre del Imperio dijo a Roxas y Patrón: El gobierno inglés no ha traído a América a la familia real de Portugal para abandonarla. Y la Europa no consentirá jamás que dos estados, el Brasil y la Argentina, sean dueños exclusivos de las costas orientales de la América del Sur, desde más allá del Ecuador hasta el Cabo de Hornos.
La vida de Herrera conoce tres etapas fundamentales: su juven­tud, que transcurre en los últimos años de la estancia criolla y del enfrentamiento declinante entre ese mundo arcaico y los nuevos intereses urbano-rurales ligados a la época exportadora encarnada por Baffle y Ordóñez. En la segunda etapa de su existencia, el Uruguay conoce un bienestar y una lozanía económica y social sin precedentes. Es el periodo en que Herrera compone La Misión Ponsonby. En la tercera, que es la de su vejez, luego de la prueba de la segunda guerra mundial y del crepúsculo del Imperio Britá­nico, que a duras penas puede garantizarse a sí mismo y mucho menos estaba en condiciones de garantizar al Uruguay, Herrera va cambiando radicalmente los puntos de vista que expone en La Misión Ponsonby. El Uruguay posterior a 1945 aún se mantiene en pie, goza todavía serenamente del premio a su insularidad, pero ya se insinúan en el horizonte los relámpagos de una crisis irresistible. Herrera advierte la significación de los nuevos tiempos. Daré aquí un testimonio personal, que excusará el lector. Conocí a Herrera en 1950, en Montevideo. Me sorprendió su simpatía y declarada estima por mi libro América Latina: Un País, que el diputado peronista de origen conservador José Emilio Visca acababa de secuestrar en la Argentina. En dicho libro me permitía designar al Uruguay como a la “Gibraltar en el Río de la Plata”. Afirmaba categóricamente mi convicción de que Canning habla intervenida en nuestro río padre para debilitarnos y para fortalecerse. Al darme un abrazo, el viejo caudillo me dijo:
—Cuidado mi amigo con sus verdades, que lo van a colgar.

Sentí, en ese momento, que Herrera era otro y que el autor de La Misión Ponsonby había dejado de existir en 1930. No hay nada de extraordinario en ese cambio. El Uruguay se precipitaba hacia una crisis irrevocable y los jóvenes ilustrados de buena familia que se habían iniciado en las filas del Partido Socialista intemporal y aséptico fundarían más tarde el movimiento de los Tupamaros. Buscaban sin encontrarlas las huellas perdidas de una vieja historia olvidada. En el horizonte Artigas montaba de nuevo a caballo y se disponía a romper en pedazos los tratados de Ponsonby. En aquel 1928 en que Herrera reúne en Londres los documentos que ahora publicamos por primera vez desde esa fecha, cada uruguayo (y Herrera, con su intuición de historiador y de político) advertía que la paz interna y el nivel de vida de la Banda Oriental, eran una verdadera bendición, un Nirvana único y deseable. Nadie quería renunciar a él. Angel Floro Costa había titulado un libro sobre el Uruguay precisamente así: Nirvana. Ni en el Uruguay de 1928 ni en la Argentina de la misma época, podía encontrarse un solo antiimperialista inglés. En el mejor de los casos había una legión de antiyanquis que protestaban por las tropelías norteamericanas en el Caribe. Pero Raúl Scalabrini Ortiz era impensable en 1928 en ambas márgenes. De algún modo había una conformidad general implícita en el hecho de que las relaciones con Gran Bretaña eran tan normales como podían serlo. Faltaba la perspectiva histórica para descubrir que habían sido relaciones óptimas, si se tiene en cuenta que los ingleses, en otras partes del mundo, habían empleado la brigada ligera para asumir su control directo en las regiones rebeldes. Justamente Scalabrini Ortiz descubre, después de 1930, en la lectura de La Misión Ponsonby, las pruebas de que Inglaterra era la autora de la segregación del Uruguay. Antes de esa fecha, el gran escritor argentino se consagraba a la literatura. Destruido el mito del patrón oro y la ciega seguridad de las colonias, el sector más militante de la pequeña burguesía argentina, procedente del radicalismo —FORJA— se lanza, con Jauretche y Scalabrini
Ortiz, a la búsqueda de los orígenes. Se encontrarán con La Misión Ponsonby. Pero también la apologia de Herrera se trueca por obra de la bancarrota mundial y del papel que en dicha bancarrota juega Gran Bretaña, en la prueba para condenarla. El mismo libro servia, año 1930 por medio, para dos tareas opuestas.
Es muy singular que Artigas, al enterarse por boca de los amigos que van a buscarlo al Paraguay para que regrese, que se ha escrito en la Banda Oriental una constitución y fundado una República, rehúse volver con estas palabras: “Ya no tengo patria”. Su patria era más grande. En 1928, Herrera dedicó el libro que glorificaba a Ponsonby de este modo: “A mi patria”. Treinta años más tarde, los estancieros, importadores, industriales y banqueros que habían engendrado la insularidad y que se aprovecharon de ella, condu­cían al despreocupado Uruguay de la era británica a la dictadura militar. Ponsonby realmente había muerto y Artigas estaba más vivo que nunca.










ENTREVISTA AL HISTORIADOR, GUILLERMO VÁZQUEZ FRANCO.
SOBRE LA "INDEPENDENCIA DE LA BANDA ORIENTAL Y LA
CONVENCIÓN PRELIMINAR DE PAZ ENTRE LAS PROVINCIAS
UNIDAS Y EL BRASIL.

(Al lateral derecho del portal están todos los capítulos de esta entrevista.)








ENTREVISTA AL HISTORIADOR GUILLERMO VÁZQUEZ FRANCO,
PRESENTANDO SU LIBRO: TRAICIÓN A LA PATRIA.



CICLO: EL ORIGEN DE LA INDEPENDENCIA DE LA BANDA ORIENTAL.









Congreso de la Florida

El Congreso de Florida o de la Florida fue una asamblea celebrada el 14 de junio de 1825 en la villa de Florida (en la actual República Oriental del Uruguay, donde también es conocido como Primer Congreso Patrio). En el mismo se declaró unánimemente la independencia de la Provincia Oriental con respecto al Brasil, así como la reunión con las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Antecedentes 


Bandera de la llamada Provincia Cisplatina, bajo dominio del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve y luego del Brasil entre 1821 a 1825.
Entre los años 1816 y 1820 se produjo la invasión y ocupación de la Provincia Oriental (integrante de las Provincias Unidas del Río de la Plata) por parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Las fuerzas lusobrasileñas se impusieron fácilmente a la resistencia que presentaron las fuerzas de José Gervasio Artigas quien, derrotado, debió abandonar la provincia en 1820, para luego exiliarse en el Paraguay.
En febrero de 1824 la Provincia Oriental fue anexionada al Imperio del Brasil, tras la independencia de éste, bajo el nombre deProvincia Cisplatina, nombre que también había tenido bajo la administración anterior. Previamente a ello, un movimiento separatista (1822-1823) dirigido por varios patriotas partidarios de la unión a las Provincias Unidas del Río de la Plata, había sido desbaratado por los brasileños.
En la madrugada del 19 de abril de 1825, dos lanchas que habían partido cuatro días antes de la localidad argentina de San Isidro, cruzaron el río Uruguay desembarcando en la Playa de la Agraciada a un grupo de expedicionarios conocidos como los Treinta y Tres Orientales comandados por Juan Antonio Lavalleja, cuyos objetivos eran expulsar a los brasileños y reunir a la Provincia Oriental con las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los Treinta y Tres consiguieron atraer a los paisanos a la causa contra la dominación brasileña formando una fuerza militar de 2.500 hombres que llegaron a sitiar Montevideo el 20 de mayo de 1825.

El Congreso


Bandera de la Provincia Oriental.
Lavalleja convocó a los pueblos para que decidiera la formación de un gobierno provisional, el que bajo la presidencia de Manuel Calleros, comenzó a actuar el 14 de junio en la Florida. Este gobierno provisional convocó a una Sala de Representantes de los cabildos de todos los pueblos de la provincia, la que inició sus funciones el 20 de agosto bajo la presidencia de Juan Francisco Larrobla.
Los miembros de esta junta fueron:
El Congreso eligió a Lavalleja como gobernador, capitán general y comandante en jefe de las fuerzas orientales.1
El 25 de agosto esta representación declaró unánimemente la independencia de la Provincia Oriental con respecto a Brasil, así como la unión a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Leyes

La Ley de Independencia declaraba:
(...) írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a los Pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida a la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil (...) libre e independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil y de cualquier otro del universo y con amplio y pleno poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su Soberanía, estime convenientes.2
La Ley de Unión declaraba:
La H. Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata en virtud de la soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste para resolver y sancionar todo cuanto tienda a la felicidad de ella, declara: que su voto general, constante, solemne y decidido es, y debe ser, por la unidad con las demás Provincias Argentinas a que siempre perteneció por los vínculos mas sagrados que el mundo conoce. Por tanto, ha sancionado y decreta por ley fundamental la siguiente: Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los Pueblos que la componen, manifestada con testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de dichas Provincias. Dado en la Sala de Sesiones de la Representación Provincial, en la villa de San Fernando de la Florida, a los veinticinco días del mes de agosto de mil ochocientos veinticinco.3
La Ley de Pabellón declaraba que la bandera de la Provincia Oriental sería de los colores "celeste, blanca y punzó".
La Ley de Vientres declaraba que los hijos de esclavos nacerían libres.

Reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata 

Tras las victorias de las fuerzas orientales de Rincón, el 24 de septiembre, y de Sarandí, el 12 de octubre, el Congreso General Constituyente en Buenos Aires reconoció por ley el 24 de octubre de 1825 la reincorporación de la Provincia Oriental, aprobando los diplomas de Javier Gomensoro como diputado electo por la misma, lo que arrojó como consecuencia que el Imperio del Brasil les declarase la guerra en diciembre de ese mismo año, produciéndose abiertamente la Guerra del Brasil.4


ENTREVISTA A GUILLERMO VÁZQUEZ FRANCO,SOBRE EL CONGRESO DE LA FLORIDA.
DEL 25 DE AGOSTO DE 1825,DONDE SE DECLARA LA REINCORPORACIÓN A LAS 
PROVINCIAS UNIDAS.

(EQUÍVOCAMENTE EN URUGUAY SE FESTEJA COMO EL DÍA DE LA INDEPENDENCIA)





CONVENCIÓN PRELIMINAR DE PAZ ENTRE LAS PROVINCIAS UNIDAS Y EL BRASIL 

En nombre de la Santísima e indivisible Trinidad: 

El Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y Su Majestad el Emperador del Brasil, deseando poner término a la guerra, y establecer sobre principios sólidos y duraderos la buena inteligencia, armonía y amistad que deben existir entre Naciones vecinas, llamadas por sus intereses a vivir unidas por los lazos de alianza perpetua, acordaron por la mediación de su Majestad Británica, ajustar entre sí una Convención Preliminar de Paz, que servirá de base al Tratado Definitivo de la misma que debe celebrarse entre ambas Altas Partes Contratantes. 

Y para este fin, nombraron sus Plenipotenciarios a saber: El Gobierno de la República de las Provincias Unidas, a los generales D. Juan Ramón Balcarce y D. Tomás Guido. Su Majestad el Emperador del Brasil, a los Ilustrísimos Señores Marqués de Araçaty, del Consejo de su Majestad, Gentilhombre de Cámara Imperial, Consejero de Hacienda, Comendador de la orden de Avis, Senador del Imperio, Ministro y Secretario de Estado en el Departamento de Negocios Extranjeros; Dr. D. José Clemente Pereira, del Consejo de su Majestad, Desembargador de la casa de Suplicación, Dignatario de la Imperial Orden del Crucero, Caballero de la de Cristo, Ministro y Secretario de Estado en el Departamento de Negocios del Imperio, e interinamente Encargado de los Negocios de Justicia; y D. Joaquín Oliveira Alvarez, del Consejo de su Majestad y del de Guerra, Teniente General de los Ejércitos Nacionales e Imperiales, Oficial de la Imperial Orden del Crucero, Ministro y Secretario de Estado en los Departamentos de los Negocios de Guerra. Los cuales, después de haber canjeado sus plenos poderes respectivos, que fueron hallados en buena y debida forma, convinieron en los artículos siguientes: 

Artículo 1 - Su Majestad el Emperador del Brasil declara la Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina, separada del territorio del Imperio del Brasil, para que pueda constituirse en Estado libre e independiente de toda y cualquiera Nación, bajo la forma de Gobierno que juzgare conveniente a sus intereses, necesidades y recursos. 

Art. 2 - El Gobierno de la República de las Provincias Unidas concuerda en declarar por su parte la independencia de la Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina, y en que se constituya en Estado libre e independiente, en la forma declarada en el artículo antecedente. 

Art. 3 - Ambas Altas Partes contratantes se obligan a defender la independencia e integridad de la Provincia de Montevideo, por el tiempo y el modo que se ajustare en el Tratado definitivo de Paz. 

Art. 4 - El Gobierno actual de la Banda Oriental, inmediatamente que la presente Convención fuere ratificada, convocará los Representantes de la parte de la dicha Provincia, que le está actualmente sujeta, y el Gobierno actual de Montevideo hará simultáneamente una igual convocación a los ciudadanos residentes dentro de ésta, regulándose el número de los Diputados por el que corresponda al de los ciudadanos de la misma Provincia, y la forma de su elección por el reglamento adoptado para la elección de sus Representantes en la última Legislatura. Art. 5 - Las elecciones de los Diputados correspondientes a la población de la Plaza de Montevideo se harán precisamente "extramuros" en lugar que quede fuera del alcance de la artillería de la misma Plaza, sin ninguna concurrencia de fuerza armada. 

Art. 6 - Reunidos los Representantes de la Provincia fuera de la Plaza de Montevideo, y de cualquier otro lugar que se hallare ocupado por tropas y que esté al menos diez leguas distante de las más próximas, establecerá un Gobierno Provisorio, que debe gobernar toda la Provincia, hasta que se instale el Gobierno Permanente, que hubiere de ser creado por la Constitución. Los Gobiernos actuales de Montevideo y de la Banda Oriental cesarán inmediatamente que aquélla se instale. 

Art. 7 - Los mismos Representantes se ocuparán después en formar la Constitución política de la Provincia de Montevideo, y ésta antes de ser jurada, será examinada por Comisarios de los Gobiernos contratantes, para el único fin de ver si en ella se contiene algún artículo o artículos que se opongan a la seguridad de sus respectivos Estados. Si aconteciera este caso, será explicado pública y categóricamente por los mismos Comisarios, y en falta de común acuerdo de éstos, será decidido por ambos Gobiernos contratantes. 

Art. 8 - Será permitido a todo y cualquiera habitante de la Provincia de Montevideo salir del territorio de ésta, llevando consigo los bienes de su propiedad, sin perjuicio de tercero, hasta el juramento de la Constitución, si no quiere sujetarse a ella, o si así le conviniera. 

Art. 9 - Habrá perpetuo y absoluto olvido de todos y cualesquiera hechos y opiniones políticas, que los habitantes de la Provincia de Montevideo, y los del territorio del Imperio del Brasil que hubiere sido ocupado por las tropas de la República de las Provincias Unidas, hubieren profesado o practicado hasta la época de la ratificación de la presente Convención. 

Art. 10 - Siendo un deber de los Gobiernos contratantes auxiliar y proteger a la Provincia de Montevideo, hasta que ella se constituya completamente, convienen los Gobiernos, en que si antes de jurada la Constitución de la misma Provincia, y cinco años después, la tranquilidad y seguridad fuese perturbada dentro de ella por la guerra civil, prestarán a su Gobierno legal el auxilio necesario para mantenerlo y sostenerlo. Pasado el plazo expresado, cesará toda la protección que por este artículo se promete al Gobierno legal de la Provincia de Montevideo, y la misma quedará considerada en estado de perfecta y absoluta independencia. 

Art. 11 - Ambas Altas Partes contratantes declaran muy explícita y categóricamente, que cualquiera que pueda venir a ser el uso de la protección, que en conformidad al artículo anterior se promete a la Provincia de Montevideo, la misma protección se limitará en todo caso a hacer restablecer el orden, y cesará inmediatamente que éste fuera restablecido. 

Art. 12 - Las tropas de la Provincia de Montevideo, y las tropas de la República de las Provincias Unidas, desocuparán el territorio brasileño en el preciso y perentorio término de dos meses contados desde el día en que fueren canjeadas las ratificaciones de la presente Convención, pasando las segundas a la margen derecha del Río de la Plata o del Uruguay; menos una fuerza de mil y quinientos hombres o mayor, que el Gobierno de la sobredicho República, si lo juzgare conveniente, podrá conservar dentro del territorio de la referida Provincia de Montevideo, en el punto que escogiera hasta que las tropas de su Majestad el Emperador del Brasil desocupen completamente la Plaza de Montevideo. 

Art. 13 - Las tropas de su Majestad el Emperador del Brasil desocuparán el territorio de la Provincia de Montevideo, inclusa la Colonia del Sacramento, en el preciso y perentorio término de dos meses contados desde el día en que se verificare el canje de las ratificaciones de la presente Convención, retirándose para las fronteras del Imperio o embarcándose, menos una fuerza de mil y quinientos hombres que el Gobierno del mismo Señor podrá conservar en la plaza de Montevideo, hasta que se instale el Gobierno Provisorio de la dicha Provincia, con la expresa obligación de retirar esta fuerza dentro del preciso y perentorio término de los primeros cuatro meses siguientes a la instalación del mismo Gobierno Provisorio, a más tardar, entregando en el acto de la desocupación la expresada plaza de Montevideo, "in statu quo ante bellum" a Comisarios competentemente autorizados "ad hoc" por el Gobierno legítimo de la misma Provincia. 

Art. 14 - Queda entendido que tanto las tropas de la República de las Provincias Unidas, como las de su Majestad el Emperador del Brasil, que en conformidad de los dos artículos antecedentes quedan temporalmente en el territorio de la Provincia de Montevideo, no podrán intervenir en manera alguna en los negocios políticos de la misma Provincia, su gobierno, instituciones, etc. Ellas serán consideradas como meramente pasivas y de observación, conservadas así para proteger al Gobierno y garantir las libertades y propiedades públicas e individuales, y sólo podrán operar activamente si el Gobierno legítimo de la referida Provincia de Montevideo requiere auxilio. 

Art. 15 - Luego que se efectuare el canje de las ratificaciones de la presente Convención, habrá entera cesación de hostilidades por mar y por tierra. El bloqueo será levantado en el término de 18 horas por parte de la escuadra Imperial; las hostilidades por tierra cesarán inmediatamente que la misma Convención y sus ratificaciones fueren notificadas a los ejércitos, y por mar dentro de dos días hasta el Cabo de Santa María, en ocho días hasta Santa Catalina, en quince hasta Cabo Frío, en veinte y dos hasta Pernambuco, en cuarenta hasta la Línea, en sesenta hasta la costa del Este, y en ochenta hasta los mares de Europa. Todas las presas que se hicieren en mar o en tierra pasado el tiempo que queda señalado, serán juzgadas malas presas, y recíprocamente indemnizadas. Art. 16 - Todos los prisioneros de una y otra parte, que hubieren sido tomados durante la guerra en mar o tierra, serán puestos en libertad luego que la presente Convención fuere ratificada, y las ratificaciones canjeadas, con la única condición de que no podrán salir sin que hayan asegurado el pago de las deudas que hubieren contraído en el país donde se hallen. 

Art. 17 - Después del canje de las ratificaciones, ambas Altas Pares Contratantes tratarán de nombrar sus respectivos Plenipotenciarios para ajustarse y concluirse el Tratado definitivo de Paz, que debe celebrarse entre la República de las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil. 

Art. 18 - Si, lo que no es de esperar, las Altas Partes Contratantes llegasen a ajustarse en dicho Tratado definitivo de Paz, por cuestiones que puedan suscitarse, en que no concuerden, a pesar de la mediación de Su Majestad Británica; no podrán renovarse las hostilidades entre la República y el Imperio antes de pasados los cinco años estipulados en el art. lo, ni aun después de vencido este plazo las hostilidades podrán romperse sin previa notificación hecha recíprocamente seis meses antes, con conocimiento de la Potencia mediadora. 

Art. 19 - El canje de ratificaciones de la presente Convención será hecho en la plaza de Montevideo dentro del término de sesenta días, o antes si fuere posible, contados desde el día de su data. En testimonio de lo cual. 

Nos las abajo firmados, Plenipotenciarios del Gobierno de la República de las Provincias Unidas, y de su Majestad el Emperador del Brasil, en virtud de nuestros plenos poderes, firmamos la presente Convención con nuestra mano y la hicimos poner el sello de nuestras armas. 

Hecha en la ciudad de Río Janeiro, a los veinte y siete días del mes de Agosto del año del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo mil ochocientos veinte y ocho. (L. S.) Juan Ramón Balcarce. (L. S.) Tomás Guido. (L. S.) Marqués de Araçaty. (L. S.) José Clemente Pereira. (L. S.) Joaquín d' Oliveira Alvarez. Artículo Adicional Ambas las Altas Partes Contratantes, se comprometen a emplear los medios que estén a su alcance a fin de que la navegación del Río de la Plata, y de todos los otros que desaguan en él, se conserve libre para el uso de los súbditos de una y otra Nación, por el tiempo de quince años, en la forma que se ajustare en el Tratado definitivo de Paz. 
Hecho en la ciudad de Río Janeiro, a los veinte y siete días del mes de Agosto, del año del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, mil ochocientos veinte y ocho. (L. S.) Juan Ramón Balcaree. (L. S.) Tomás Guido. (L. S.) Marqués de Araçaty. (L. S.) José Clemente Pereira. (L. S.) Joaquín d' Oliveira Alvarez. 

Es copia fiel de la Convención Preliminar de Paz, que ha sido ratificada en debida forma por el Gobierno encargado de los negocios generales de la República Argentina, y su Majestad el Emperador del Brasil, cuyo canje se ha verificado de conformidad con el art. 19, en la ciudad de Montevideo hoy día cuatro de Octubre del año de 1828, a las dos horas de la tarde. 

Está conforme: Miguel Azcuénaga. Lenguas. 

CARTA DE PONSONBY A LAVALLEJA Y SU RESPUESTA 

Excelentísimo General don Juan Antonio Lavalleja. Río de Janeiro, 31 de Agosto de 1828. Creo oportuno poner en conocimiento de V. E. el hecho de que ha sido firmada por los Plenipotenciarios de su Majestad Imperial y los del Gobierno de la República Argentina, una Convención preliminar y cesación de hostilidades, cuyo documento se envía a Buenos Aires por el mismo buque que conduce esta carta a V. E. 
No dudo que el Gobierno Republicano creerá oportuno dar su pronta ratificación a la Convención, porque lo considero evidentemente e innegable un arreglo en el más alto grado honorable y ventajoso para la República, poseyendo además la propiedad muy valiosa de ser también honorable y útil a S. M. Yo me congratulo de que V. E. se halla bien impuesto de mi conducta política, y de los sentimientos porque ha sido dirigida desde que tuve el honor de ser Ministro de Su Majestad Británica en Sur América, y tengo la seguridad de que Vuestra Excelencia dará crédito a lo que he dicho antes hablando en términos generales de la naturaleza de la Convención, en cuyos detalles no entraré, por cuanto, darlos a V. E, será la feliz prerrogativa del Gobierno de la República, haciendo sin embargo mención de uno o dos puntos. 

La Independencia Absoluta del País nativo de V. E. es reconocida y el establecimiento de su Gobierno y constitución, dejado absolutamente en manos de su mismo Pueblo. A la República no se le exige ningún sacrificio, ni ninguna concesión. 
Toda la Convención se halla fundada sobre el principio de una pacificación sincera, y los arreglos que se han adoptado para llevarla inmediatamente a efecto, son sólo los que han parecido necesarios a asegurar su justo y amigable cumplimiento. A uno de estos arreglos deseo llamar la atención particular de V. E. Es aquel que establece la inmediata desocupación de las Misiones por las tropas (ya sea bajo el mando del General López o del General don Fructuoso Rivera, o de cualquiera otra Comandante), que ahora ocupan militarmente esa Provincia. Puedo informar a V. E. que si este punto no hubiese sido concedido por los Plenipotenciarios Republicanos, la Paz no hubiera podido jamás realizarse: Que yo como Ministro Mediador lo aconsejé del modo más enérgico a los Ministros Argentinos y añadiré que si no se hubiera convenido por ellos, las esperanzas de la Paz, y la cierta y segura Independencia del País de V. E. hubiesen sido sacrificadas por una negativa, Inglaterra habría cesado de ser el mismo amigo que la República Argentina siempre ha encontrado en esa Nación. 
Considero la evacuación de las Misiones ser en sí misma muy ventajosa para la República, y particularmente para la Banda Oriental. 
Si a las tropas de López o Rivera se les permite ocuparlas, tendrán el poder (y quizá la intención) de desbaratar las medidas adoptadas para el bien general. V. E. sabe con cuanta facilidad una soldadesca irregular puede cometer actos de hostilidad por los que el Gobierno tiene que ser responsable, y cuán peligroso es para la Paz que cuestiones relativas a tropelías e injurias nazcan entre dos Estados en el mismo momento del arreglo de una querella. V. E. conoce bien la naturaleza y el carácter de la fuerza que ahora ocupa las Misiones, y conoce aún más cuanto puede ser necesario a V. E. para asegurar la obediencia debida a las órdenes de una autoridad legítima y superior, tanto en lo político como en lo militar. 
Supongo que difícilmente puede creerse posible que el Gobierno de Buenos Aires retarde la ratificación de la Convención preliminar, ni que permita que alguien la retarde. 
Concluyo, por tanto, que se darán órdenes inmediatamente para la evacuación de las Misiones. 
Sobre este punto sólo tengo que repetir lo que antes he dicho, que si las Misiones no son evacuadas, todavía habría que combatir por la Independencia de la Banda Oriental. Montevideo no sería evacuada por los Brasileños, y la guerra podría durar todavía por un espacio de tiempo indefinido. 
Presumo que el Gobierno de Buenos Aires cuidará de que la Convención de Santa Fe no destruya la grande obra que ha sido ejecutada. Bien conozco la importancia real de esa Asamblea, y en común con todo el mundo rehusaré dar crédito a cualquiera que pretenda que el retardo en la ratificación o alteraciones en los artículos de los preliminares, pueda ser efectivamente interpuesto por esa Asamblea en oposición a los deseos del gobierno de Buenos Aires. Diré francamente a V. E. que en mi opinión la demora es altamente peligrosa, y las alteraciones serán fatales a la Paz. 
Concluiré, pues, con ofrecer a V. E. mi más solemne seguridad de que firmemente creo en la sinceridad del Gobierno Imperial en esta negociación y Convención y confío en su fidelidad a sus compromisos si la República obra de una vez con perfecta buena fe. Estoy cierto de que el Gobierno Imperial y sobre todo Su Majestad Imperial misma, cree y sabe que es su interés poner un término a la guerra, bajo las condiciones en que ha consentido. 
Repito que no tengo duda de su sinceridad y V. E. debe advertir en el inmediato levantamiento del bloqueo del Río de la Plata (por cuyo acto Su Majestad Imperial se priva en el acto de su arma más poderosa), un testimonio insospechable de que desea hacer la Paz con sinceridad y honor. V. E. tiene en los negocios de su país esa gran influencia que necesariamente pertenece a los grandes servicios y a una habilidad reconocida. 
Sé que V. E. debe conocer el mérito y beneficios resultantes a su país del Tratado; su influencia será puesta en acción con la prudencia y energía que también le pertenecen, si fuese necesario; y como V. E. ha roto las cadenas de su País, debe vigilar cuidadosamente sobre su libertad naciente. 
Tengo el honor de asegurar a V. E. de mi alta consideración y aprecio. 
Ponsonby. 


Por su parte, el Gobernador Oriental contestó en la siguiente forma: 

Cuartel General en Cerro Largo. 
Septiembre 20 de 1828. 

Mi Lord: Con mucho placer he recibido la honorable carta de V. E. de fecha 31 del pasado, cuyo contenido me instruye de la Convención preliminar y cesación de hostilidades que ha sido firmada por los Plenipotenciarios de la República Argentina y los de Su Majestad Imperial, cuyos documentos, según me lo comunica V. E., se dirigen al Gobierno Republicano en el mismo buque que ha conducido la distinguida nota de V. E., para que sean ratificados. Sin embargo que V. E. tiene la bondad de instruirme de los principales artículos de aquel documento, espero por instantes que ese Gobierno me comunique el todo de ellos; y estoy firmemente persuadido que obrará gustoso el reconocimiento de un Tratado preliminar que, haciendo honor a la República, obvie también la continuación de la guerra en que se halla empeñada, por sostener nuestros más sagrados derechos. La Nación Argentina y a la vez el Pueblo Oriental, serán siempre muy gratos a los buenos oficios que V. E. ha prodigado en representación de su Gobierno, para mediar en este interesante negocio y desde ahora me felicito en que tendrá un puntual cumplimiento, pues no debe hallarse un motivo que lo impida, cuanto ha prestado su intervención el Excmo. Señor Ministro de Su Majestad Británica, a cuyo Señor, el Gobierno Republicano, por diferentes motivos, unirá con el mayor reconocimiento por su antigua amistad. 
En cuanto a la desocupación de los Pueblos de las Misiones, soy de opinión que el Gobierno de la República no trepidará en comunicar terminantes órdenes para que se verifique, mayormente cuando su negativa envuelve el que no pueda ajustarse la Paz, como V. E. lo indica. Yo siento no poder dar a V. E. una contestación afirmativa sobre este particular, puesto que como digo a V. E., aun no he recibido la notificación que espero me comunique el Gobierno, sobre el asunto de que se versa. Sin embargo, por mi opinión particular, creo que todo se allanará y S. E. será recompensado en sus servicios por el bien de la República, por medio de un reconocimiento general de los preliminares que se remitieron al Gobierno para su aprobación. Concluyo esta comunicación con agradecer a V. E. del modo más elevado sus saludables insinuaciones, excitando mi actividad, opinión y empeño para velar sobre la conservación de la libertad naciente del País, y puedo asegurar a V. E. que seré tan infatigable en estos principios como ardoroso en el rompimiento de las cadenas que lo oprimieron anteriormente. Con estos sentimientos tengo el honor de ofrecer a S. E. mi sincera amistad, aprovechando la ocasión de saludarlo con mi más alta consideración y respeto Juan 

Antonio Lavalleja.




Convención Preliminar de Paz (1828)

Se denomina Convención Preliminar de Paz al tratado firmado entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata el 27 de agosto de 1828, en Río de Janeiro, por el cual se acordó la independencia del actual Uruguay respecto de los actuales Brasil y Argentina. La independencia del Uruguay quedaría definitivamente sellada el 4 de octubre del mismo año cuando, en Montevideo, las naciones firmantes canjearon las ratificaciones del tratado. La Convención Preliminar de Paz fue el resultado de reuniones que celebraron representantes de las naciones firmantes desde el 11 de agosto, con la mediación de Gran Bretaña.

Génesis[editar]

El estancamiento de la Guerra del Brasil o Cisplatina, causado por un lado por la destrucción de gran parte de la pequeña flota argentina, la incapacidad de las fuerzas de tierra argentina de capturar las dos ciudades de la Banda Oriental que permanecían en manos imperiales y de extender sus operaciones en territorio brasileño,1 las graves consecuencias económicas impuestas por el bloqueo naval brasileño a Buenos Aires,2 así como la temporal falta de mano de obra para una ofensiva terrestre brasileña en gran escala contra las fuerzas argentinas que habían invadido su territorio, la ocupación de las Misiones Orientales, unido a una creciente presión pública en Brasil para poner fin a la guerra y el interés de los ingleses en la finalización del conflicto, habían motivado el interés en una solución pacífica para ambas partes.
El presidente Bernardino Rivadavia envió a Manuel José García a Río de Janeiro con instrucciones que indicaban que debía llegarse a la paz sobre la base del reconocimiento de los derechos argentinos sobre la Banda Oriental, o bien de la independencia de la misma. García firmó un tratado que luego sería conocido como "el tratado deshonroso", ya que en él la Argentina aceptaba que Brasil ocupara nuevamente las Misiones Orientales y la totalidad de la Provincia Oriental reconociéndolas bajo soberanía del Imperio; también se comprometía a desarmar la isla Martín García, y a pagarle al Brasil una indemnización en metálico por cada presa que hubiesen hecho los buques corsarios de su servicio, a cuyos actos se los calificaba de «piratería».3
A su regreso a Buenos Aires, el 20 de junio, García presentó la Convención al Presidente y al Congreso. La opinión pública reaccionó indignada, se publicaron en los periódicos artículos muy violentos contra el gobierno, y la ciudad se cubrió de panfletos ofensivos contra García, Rivadavia y Ponsonby. Presionado de este modo Rivadavia, se presentó ante el Congreso con un virulento discurso exigiendo el rechazo del tratado:
«Un argentino debe perecer mil veces con gloria antes de comprar su existencia con el sacrificio de su dignidad y de su honra».
Finalmente la Convención fue rechazada, pero igualmente Rivadavia sufrió el costo político del pacto, renunciando el 26 de junio, siendo sucedido por el federalbonaerense Manuel Dorrego, quien asumió el 13 de agosto de 1827. Desde el principio, éste declaró que estaba dispuesto a continuar la guerra, por lo que la conflagración prosiguió.
Pero, gracias a la presión económica y diplomática del Reino Unido, el 20 de febrero de 1828 se abren nuevamente las tratativas de paz, con la mediación de Gran Bretaña.
Lord John Ponsonby, el enviado de Londres, propuso como solución la independencia total de parte de la Provincia Oriental (las Misiones Orientales quedaron en poder de Brasil) con el nombre de Estado Oriental del Uruguay. La propuesta inglesa tenía como finalidad restablecer la paz en el Plata, consolidar el comercio inglés e impedir que fueran dos grandes estados -Brasil y Argentina- los que dominaran el estuario. El diplomático convenció a Argentina y Brasil para que no gastaran dinero en una guerra por la Provincia Oriental.
Sin embargo, los verdaderos intereses del Imperio Británico se ven en una carta que envió Ponsomby a Londres:
Los intereses y la seguridad del comercio británico, serían grandemente aumentados en un Estado en que los gobernantes cultivaran una amistad por Inglaterra. La Banda Oriental contiene la llave del Plata y de Sud América, debemos perpetuar una división geográfica de Estados que beneficie aInglaterra.

Contenido[editar]

Forma de declaración de la independencia[editar]

En los artículos primero y segundo se declaró la independencia de la Provincia Oriental del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve o de su inmediato sucesor, elImperio del Brasil, y de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Esta fórmula de compromiso hizo aparecer a la independencia oriental como una concesión graciosa de las potencias vecinas. No obstante, la independencia oriental fue un largo proceso, uno de cuyos momentos más importantes fue la Cruzada Libertadora y la Declaratoria de la Independencia el 25 de agosto de 1825, en la que elCongreso de la Florida dictó tres leyes:

Carácter de la independencia: definitiva o temporaria[editar]

El artículo 10º de la Convención estableció que si cinco años después de jurada la Constitución, la tranquilidad y seguridad fuese perturbada dentro de ella por la guerra civil, prestarían al gobierno legal el auxilio necesario para mantenerlo y sostenerlo. Pasado ese plazo cesaría toda la protección y la provincia quedaría considerada en estado de perfecta y absoluta independencia. El derecho a intervenir en auxilio del gobierno legal se estableció por las partes contratantes sin necesidad de pedido expreso por parte del nuevo Estado.

Control de la Constitución[editar]

El artículo 7º estableció que los Representantes se ocuparían de redactar la Constitución política de la Provincia y ésta, antes de ser jurada, sería examinada por Comisarios de los dos Gobiernos contratantes para el único fin de ver si ella contenía algún artículo que se opusiera a la seguridad de los respectivos Estados.

Libre navegación[editar]

En un artículo adicional se aseguraban las dos naciones (Argentina y Brasil) la navegación del Río de la Plata y de todos los otros que desaguan en él, por el tiempo de quince años.

Defectos[editar]

Los defectos que contenía la Convención Preliminar de Paz comprometerían el futuro del nuevo Estado: la no fijación de sus límites territoriales y la obligación de someter la Constitución al examen de los gobiernos contratantes.

Consecuencias[editar]

Algunas de las más dramáticas consecuencias de este tratado fueron sufridas inmediatamente por Argentina.
Los jefes militares argentinos se dividieron: los nacidos en la Banda Oriental pasaron a ser los primeros jefes militares uruguayos, quienes rápidamente entraron en conflicto. Gran parte de los jefes militares argentinos que habían combatido directamente a los brasileños consideraron erróneamente que la culpa del tratado era deManuel Dorrego y, de este modo en 1829Juan Galo Lavalle, apenas retornó a Buenos Aires con las tropas que habían participado de la guerra, derrocó e hizo ejecutar a Dorrego en la localidad bonaerense de Navarro.
Este hecho significó el renacer de una sangrienta guerra fratricida que involucró a Argentina (unitarios contra federales) y al nuevo estado uruguayo (colorados contrablancos), en la llamada Guerra Grande. Tal guerra recién concluyó en 1852.


Manuel José García

Manuel José García Ferreyra
Manuel José García. Narcisse Edmond Joseph Desmadryl..jpg
Manuel José García Ferreyra, según retrato del artista francés Narcisse Edmond Joseph Desmadryl.
Información personal
Nacimiento11 de octubre de 1784
Buenos AiresBandera de España 1760-1785.svg Virreinato del Río de la Plata
Fallecimiento22 de octubre de 1848
Buenos AiresFlag of Argentina.svg Argentina
NacionalidadBandera de Argentina Argentino
Familia
CónyugeManuela Juana Aguirre y Alonso de Lajarrota
HijosManuel Rafael García Aguirre
Educación
Alma máterReal Colegio de San Carlos
Chuquisacantiguo.jpg Universidad de Chuquisaca
Información profesional
OcupaciónEconomista
político
diplomático
TítuloDoctor en Jurisprudencia
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Manuel José García Ferreyra (Buenos AiresVirreinato del Río de la Plata1784 – Buenos AiresArgentina1848) fue un político, jurista, economista y diplomático argentino.
En su larga carrera política se desempeñó como Secretario de Hacienda de las Provincias Unidas del Río de la Platadurante el Segundo Triunvirato (1812-1814) y como Ministro de Gobierno y Hacienda de la provincia de Buenos Airesen los gobiernos de Martín Rodríguez (1820-1824) y Juan Gregorio de Las Heras (1824-1826). Luego de su misión de paz al Brasil en 1827, volvió a desempeñarse como Ministro de Hacienda en el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1832) y Ministro de Hacienda y Gobierno de Juan José Viamonte en su dos gobernaciones de la provincia de Buenos Aires (1829 y 1833-1834).
Fue una de las más influyentes personalidades de la "Generación de Chuquisaca". No identificado con ninguno de los partidos dominantes, le preocupaba ante todo la organización institucional. Por ello participó activamente en la preparación de las dos asambleas constituyentes reunidas en 1813 y 1824.
Como economista, ejerció como primer Ministro de Hacienda de la República Argentina y fundó el hoy denominadoBanco de la Provincia de Buenos Aires. Pese a que ejercía como ministro de hacienda, tuvo una actuación aparentemente secundaria en el proceso que llevó a la provincia de Buenos Aires a contraer el primer empréstito externo, contratado con la Banca Baring Brothers & Co. Introdujo innovaciones administrativas que tuvieron vigencia hasta pasada la primera mitad del siglo XIX, y llevó adelante una política de claro corte liberal, inspirada en las enseñanzas de Adam Smith y Jean Baptiste Say.
En la esfera diplomática le tocó intervenir en tres períodos cruciales de la Historia Argentina: fue Embajador Plenipotenciario ante la Corte portuguesa de Río de Janeiro (1815-1820), período durante el cual se encargó de velar por la neutralidad de la Corona de Portugal en la Guerra de la Independencia Argentina, aunque habría admitido laInvasión Portuguesa de la Provincia Oriental ante la imposibilidad del Directorio de imponerse al caudillo Oriental José Artigas; Ministro de Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires (1824-1826), etapa durante la cual firmó unTratado de Amistad, Comercio y Navegación1 con Gran Bretaña, que implicaba el primer reconocimiento a la independencia de las Provincias Unidas por una potencia europea, amén del beneficio fiscal obtenido por la recaudación de derechos aduaneros; y por último fue Ministro Plenipotenciario ante el Imperio del Brasil, ocasión en que firmó una "Convención Preliminar de Paz" que incluía la renuncia de las Provincias Unidas a la soberanía sobre la Provincia Oriental, que venía siendo ocupada por la fuerza durante diez años.

Juventud


Vista del antiguo Real Colegio de San Carlos, ubicado en la llamada"Manzana de las Luces"y fundado en 1661.

"Lámina de Doldan"representando los batallones que defendieron Buenos Aires en 1807. En la fila de arriba, comenzando por la derecha, se observa el cuadro correspondiente alBatallón de Voluntarios Cántabros Montañeses.
Hijo del Coronel Pedro Andrés García y de Clara Ferreyra, nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1784. Completó sus estudios preparatorios en el Real Colegio de San Carlos, ingresando luego en la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, donde se doctoró en derecho civil y canónico en 1804.
Participó en las invasiones inglesas, combatiendo a las órdenes de su padre, como Comandante de la 4a Compañía del Tercio de Cántabros Montañeses, en la batalla producida en la iglesia de Santo Domingo el 5 de julio de 1807 durante la segunda invasión, oportunidad en la que por su actuación mereció el ascenso al grado de Teniente Coronel, concedido en 1808 por el entonces virreySantiago de Liniers.2
En 1808 fue partidario del grupo dirigido por Manuel Belgrano y Juan José Castelli, que pretendía conseguir la independencia de Españacoronando como reina a doña Carlota Joaquina de Borbón.3 Fue nombrado Subdelegado Real de Porco y Chayanta, en el Alto Perú, en1809.
Regresó a Buenos Aires en 1811, después de la Revolución de Mayo. Fue tesorero del Cabildo porteño, regidor segundo en 1812, y vocal de la Cámara de Apelaciones en 1812.

Redactor de "La Gaceta de Buenos Aires"


Primer ejemplar de la"Gazeta de Buenos Ayres", 7 de junio de 1810.
Dos años luego de su creación por orden de la Junta Gubernativa, en 1812 la "Gazeta de Buenos Ayres" cambió su nombre por el de"Gazeta Ministerial de Gobierno de Buenos Ayres".
El 7 de septiembre de 1812, el Segundo Triunvirato lo nombra redactor del mentado boletín, manifestando en su documento de nombramiento:
"Persuadido el gobierno del talento, aplicación y conocimientos de Ud. ha resuelto en acuerdo de esta fecha encargarle la edición de la Gazeta Ministerial de esta capital [...] La superioridad espera que admitiendo Ud. este encargo en servicio de la Patria llenará las esperanzas que ha fijado en su persona."4
Como Director de "La Gaceta", publicó una serie de artículos inspirados en los sucesos europeos y las hostilidades en la plaza deMontevideo, y criticó la constante negativa de los funcionarios del antiguo régimen de reconocer el cambio político en "la América del Sud" y su inflexible postura con respecto a la reimplantación de las antiguas leyes.
Ante el rumor que se hablaba en ese entonces de sancionar una Constitución en España, se expidió con escepticismo al afirmar "...si esta constitución es justa y liberal, solamente la libre sanción de los pueblos puede legitimarla; la fuerza y la opresión jamás han producido derecho".
Inspirado en el rechazo de "las absurdas proposiciones" del Triunvirato por parte del General Gaspar de Vigodet, gobernador de la plaza de Montevideo y partidario de la monarquía absolutista, expresó
"Ya todos saben que el único origen de toda autoridad pública es la voluntad de los pueblos, bien estén situados más allá en la antigua Europa, o en la moderna América. No se ignora que nadie representa a una Nación, sino los Diputados que cada pueblo de ella haya nombrado libremente y en un número proporacional a su población; y que esos mismos Diputados no tienen más poder que el que le hayan dado sus representantes".5
Por último, escribió dos artículos titulados "Relaciones Interiores", en los cuales se refiere a la situación política de las Provincias Unidas y a la adopción generalizada de las nuevas ideas democráticas provenientes de Europa. En ellos afirma
"Si las ideas han cambiado, ¿por qué entonces no ha cesado la guerra civil? La respuesta radica en que los hábitos y los vicios persisten en los pueblos y estos no logran desprenderse de ellos. De aquí surge una conclusión que muestra la enorme distancia que existe entre las ideas y los sentimientos, mientras esta separación persista, la guerra proseguirá destrozando el cuerpo político, dividiendo las familias y los pueblos, poniendo en peligro los heroicos esfuerzos realizados para alcanzar la libertad y la independencia."
Culminó el último de estos artículos reclamando de los "hombres de bien de todas las naciones el reconocimiento de los derechos de los pueblos americanos y de éstos la necesidad de cesar sus luchas internas para lograr vencer a sus enemigos y asegurar el goce de su libertad."6

Desempeño entre los años 1813-1815


Consejo de Estado de 1814. La figura resaltada a la derecha del Director Supremo Posadas es el propio García.
Se unió a la Logia Lautaro, heredera de la anterior Logia de Caballeros Racionales Nº 8. Al instalarse el Segundo Triunvirato, se le encargó organizar el temario que debía tratar la “Asamblea General Constituyente”, conocida comoAsamblea del año XIII, de la cual fue secretario. El proyecto de constitución preparado por la comisión formada por el propio García, Nicolás HerreraHipólito VieytesJosé Valentín GómezPedro Somellera y Gervasio Posadas –éste último por la renuncia de Pedro José Agrelo– nunca pudo ser tratado, ya que por ese entonces "no era oportuno pensar en una constitución escrita,"7 porque la preocupación principal recaía en el avance del ejército realista en el norte del país, el bloqueo que ejercía la escuadra realista en el Río Uruguay y el peligro de las fuerzas españolas estacionadas en Montevideo. Probablemente la medida política más importante de la Asamblea haya sido la unificación del poder ejecutivo con la creación del cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en reemplazo del anterior órgano colegiado, en vistas de la necesidad de mayor celeridad en la toma de decisiones.
Tras un fugaz paso por la Cámara de Apelaciones, en abril de 1813 fue nombrado Secretario de Hacienda, cargo desde el cual llevó adelante una política librecambista. Propuso la no regulación de la actividad minera, para inducir a mineros europeos a interesarse en extraer minerales, especialmente oro y plata. El entonces Director Supremo Don Gervasio Posadas, lo nombró miembro del Consejo de Estado,8 del cual desempeñaría el cargo de secretario, a pesar de ser el más joven de sus miembros.9
Con la renuncia de Posadas en enero de 1815, su reemplazante Carlos María de Alvear le encomendó la redacción de un documento para presentar ante la Asamblea Legislativa que reflejase la situación general de las Provincias Unidas y las eventuales medidas a tomar. En dicho documento, García describía el desarrollo de la revolución desde 1810 y remarcaba el cambio en el escenario político europeo, generado por la caída del imperio francés, que sin duda alguna generaría el inicio de las demoradas represalias del gobierno español para con sus colonias rebeldes. A su vez, destacaba la precaria situación general debido a las derrotas del Ejército del Norte en las batallas deVilcapugio y Ayohuma, el marcado empobrecimiento de las clases productoras por la pérdida del comercio con el Alto Perú, las importantes cargas contributivas que se les habían impuesto para financiar los ejércitos, y la devastación provocada por los "grupos armados" de Artigas en el Litoral. A esta grave situación general se le agregaba la constante amenaza española del Virreinato del Perú, plaza fuerte de la monarquía en sus colonias Sudamericanas. En vistas de la gravedad de la situación, proponía atraer a Inglaterra por el lado del interés comercial, para que actuase como "protectora natural de las libertades de América", sumar al resto de las provincias a apoyar la "causa de Buenos Aires" y abrir los puertos al comercio, lo que permitiría recaudar "sumas cuantiosas" en derechos aduaneros que financiarían la revolución "sin causar molestias ni a los comerciantes ni a la población en general".10

Misión ante Lord Strangford


Retrato de Percy Clinton Sydney Smythe, Sexto Vizconde de Strangford (1780-1855).
Debido a la creciente posibilidad del envío de una fuerza represiva al Plata por parte de la Corona, el 28 de febrero de 1815 fue comisionado por el Director Supremo Alvear a Río de Janeiro, para entregar dos pliegos redactados por Nicolás Herrera, entonces secretario del Consejo de Estado, y firmados por Alvear, dirigidos al embajador británico en la corte portuguesa Lord Strangford y otro al Ministro de Relaciones ExterioresLord Castlereagh.
Numerosos ejemplos documentales muestran la desesperación del gobierno de Buenos Aires por encontrar respaldo externo, provocada principalmente por la inminencia de la salida hacia América de una expedición española de 10.000 hombres comandada por el generalPablo Morillo (aunque ésta sería finalmente enviada a Venezuela y Colombia, regiones reconquistadas por España luego de una terrible represión). Encarnaba esta desesperación el Director Supremo, general Carlos María de Alvear: rechazado por el Ejército del Norte, derrotadas sus tropas por los artiguistas en la Banda Oriental, y latente el peligro de la mencionada expedición española, Alvear firmó dos notas, aparentemente redactadas por Nicolás Herrera, una para Lord Strangford y otra para el gobierno inglés, y envió a su comisionado Manuel José García a Río de Janeiro y a Londres, con el objeto de entregar las Provincias Unidas del Río de la Plata a Inglaterra.11
La primera carta del director supremo Alvear a Strangford, decía textualmente:
D. Manuel García, consejero de estado, instruirá a V.E. de mis últimos designios con respecto a la pacificación y futura suerte de estas provincias. Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de governarse por si mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía. Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva á la antigua dominación, porque el odio a los Españoles, que ha excitado su orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la rebolución. Ha sido necesaria toda la prudencia política y ascendiente del Govno actual para apagar la irritación qe ha causado en la masa de estos habitantes el enbio de Diputados al Rey. La sola idea de composición con los Españoles los exalta hasta el fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes qe sujetarse a la Metrópoli. En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias, que obedecerán su Govierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á qe están dispuestos ántes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa.12
El contenido de esta carta de Alvear a Strangford no fue finalmente dado a conocer por García.13 El emisario de Alvear decidió no tomar en cuenta la propuesta original del director supremo y prefirió negociar una posible mediación británica en el conflicto entre España y las Provincias Unidas.14
En cambio, García presentó a Strangford un memorial fechado el 3 de marzo, para que el diplomático británico lo enviara a Lord Castlereagh. Aparentemente a pedido de Strangford,15 este memorial omitía el ofrecimiento de sumisión, y limitaba su pedido a una intercesión ante el gobierno español:16
El objeto principal de mi misión (...) es hacerle saber que la disolución del Gobierno español y su situación peligrosa obligaron a las Colonias, en el año 1810, a asegurarse contra la nueva dinastía, si lograba mantenerse en el trono de España, (...), o aun a separarse de ella en caso de que las circunstancias hicieran indispensable un paso semejante.17
Cuando la necesidad las obligó a tomar esta resolución, contaban principalmente con la ayuda de Gran Bretaña, que desde la administración de Mr. Pitt se había mostrado tan profundamente interesada en el comercio libre del Río de la Plata, por las costosas tentativas que hizo en 1806 y en 1807, y los preparativos en mayor escala para otra expedición en 1808. Los Gobiernos Provisionales de Buenos Ayres han abrigado esta creencia hasta el momento, en la esperanza de que Su Majestad Británica accedería a los pedidos de sus infortunados pueblos y les haría conocer cuál sería su suerte. Durante un largo período han soportado sus sufrimientos, conscientes de la dificultad creada por la alianza con España, y de las ventajas de contemporizar con sus gobiernos populares. Pero al fin ha llegado el momento en que es imposible permanecer por más tiempo en un estado de incertidumbre, sin exponer al país a los mayores infortunios. La guerra civil, desarrollada con su habitual violencia, ha agotado las fuentes de riqueza pública; lenta y gradualmente han cambiado las costumbres del pueblo en todas esas Provincias; apenas obedecen al Gobierno General, que con gran dificultad ha mantenido el orden y un sistema de administración moderadamente eficaz durante algún tiempo.18
Quizá la paz hubiera sido restablecida si los Gobiernos hubiesen tratado inmediatamente con España, que ahora rechaza la mediación de Gran Bretaña respecto de sus Colonias; pero éstas prefirieron continuar sosteniendo sus principios y soportando todas las privaciones que la paciencia humana puede tolerar, a pesar del silencio del Gobierno británico acerca de las repetidas y muy sentidas solicitudes que se le dirigieron. Por otra parte, la conducta de España y su situación actual justifican que evitemos por todos los medios posibles la venganza insaciable de un Gobierno ciego y débil, incapaz de dar protección. Estas consideraciones conducirán al pueblo de las Colonias al último extremo y convertirán esos hermosos países en espantosos desiertos si Inglaterra los abandona a sus propios esfuerzos y se niega inexorablemente a escuchar sus humildes pedidos. Pero el mismo honor de su Gobierno la obliga a evitar el torrente de pasiones e impedir que estos pueblos caigan en la desesperación. Todo es mejor que la anarquía y aún el mismo gobierno español, después de ejercitar sus venganzas y de agravar al país con su yugo de hierro dejaría alguna esperanza de properidad que las pasiones desencadenadas de los pueblos en anarquía."19

Retrato de Robert Stewart, Segundo Marqués de Londonderry y Vizconde de Castlereagh (1769-1822).
En la carta que envió el 14 de marzo a Lord Castlereagh, ministro de relaciones exteriores, Strangford parece confirmar que el pedido de García estaba condicionado por el peligro representado por la expedición punitiva que se preparaba en España:20
...si las armas de España tuvieran éxito, la exclusión de nuestro comercio en el Plata sería inmediata. (...) En caso contrario, triunfando el nuevo gobierno, temo de acuerdo con su última comunicación, que no se olvidarán de nuestra falta de voluntad para escuchar a sus repetidos pedidos de protección contra las venganzas de España en forma de mediación o en otra, y creará un sentimiento hacia nosotros muy diferente del que podríamos provocar dando siquiera una pequeña apariencia de tomar interés por su destino (...).21
En agosto de 1814, las coronas de Gran Bretaña y España habían firmado una addenda al tratado de 1809, por la cual
"Deseando como lo está S.M.B. de que cesen de todo punto todos los males y discordias que desgraciadamente reinan en los dominios de S.M.C. en América y en que los vasallos de aquellas provincias entren en la obediencia de su legítimo soberano: se obliga a S.M.B. a tomar las providencias necesarias y más eficaces para que sus súbditos no proporcionen armas, municiones ni otro artículo de guerra a los disidentes de América".22
Si bien para la época de su entrevista con Strangford (fines de febrero de 1815), García no tenía conocimiento de los términos exactos de los agregados al tratado, sí sospechaba de su contenido. Además de la reticente conducta del Ministro inglés en la entrevista, lo que llevó a García a suponer de los términos de la addenda fueron las órdenes recibidas por el almirante británico en Río (consistentes en solicitarle a todos los comerciantes de esa nacionalidad que se retiren de Buenos Aires) por lo que el 25 de abril informa a su gobierno
"Según el texto de dichas órdenes parece subsistir un convenio entre las cortes de Madrid y Londres sobre esta parte, y quedan confirmadas mis sospechas acerca de la conducta maquiavélica del ministro británico, atendidos sus principios políticos y sus pretensiones en el Congreso relativamente al sistema Colonial. Este desengaño lo creo importante para la adopción del mejor partido que nos resta. Yo he tenido la fortuna de preverlo con anticipación a pesar de las bellas palabras de Milord Strangford, y tengo vencidas casi todas las dificultades. Solo resta que V.E. se sostenga a todo trance algunos días".23
Finalmente destacaba dos peligros en caso de reconquista española: la reinstauración de la esclavitud y el perjuicio para los intereses de los residentes británicos en el Río de la Plata.24

Retrato de Sir Henry Chamberlain, First Baronet, ministro británico en el Brasil (1773-1829).
En Buenos Aires se esperaba encontrar oxígeno político a través del reconocimiento de —y la vinculación con— Gran Bretaña. Así parece demostrarlo el contenido de una carta enviada desde Río de Janeiro por el ministro británico Henry Chamberlain a su superior el vizconde Castlereagh, el 10 de febrero de 1816:25
"Muchos individuos de los distintos partidos que sucesivamente han estado al frente de los principales Departamentos del Gobierno de esa ciudad -Buenos Aires- y a su turno cayeron víctimas de la revolución, se encuentran aquí y ocasionalmente me visitan con la esperanza de saber si el Gobierno de Su Majestad ha decidido dar algún paso para rescatar a su país del estado de perturbación a que se halla reducido."26
Se podría suponer que las previsibles consecuencias de la mencionada expedición punitiva fueron las que movieron a los políticos rioplatenses a tratar de obtener la protección de Inglaterra.
Vale aclarar que el peligro no desapareció cuando se supo el destino último de la expedición de Morillo, pues en España continuó la preparación de expediciones para recuperar las colonias hasta 1820, cuando la revolución liberal volvió a salvar al Río de la Plata de la amenaza.27

Embajador Plenipotenciario en Río de Janeiro (1815-1820)

García permaneció en la Corte de Río de Janeiro como Embajador Plenipotenciario de los sucesivos Directores Supremos, Ignacio Álvarez ThomasJuan Martín de Pueyrredón y José Rondeau, hasta el año 1820. El primero de ellos, intrigado, le preguntó en 1815 con qué misión había viajado a, García contestó al Jefe de Estado en una misiva fechada el 15 de agosto de Río de Janeiro ese año que
"En otras circunstancias podría ser esto útil al gobierno (el objeto de la misión)y a mi de alguna gloria; más habiendo mudado tanto las cosas, vendría a ser pernicioso a los intereses públicos el dar noticias que la indiscreción hará públicas o que la malicia teñirá con el colorido de los crímenes. He resuelto pues callar, o esperar que el tiempo traiga una ocasión más favorable. Mis poderes no han sido empleados ni se ha firmado tratado de ninguna especie; por esto nada tengo que dar cuenta.28 "29

Retrato de Juan Martín de Pueyrredón (1776-1850), Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816-1819).
Con respecto a la Misión de García, Nicolás Herrera (ex-Ministro del Director Alvear) dijo
"Don Manuel García llevó una carta de Don Carlos Alvear para Lord Strangford (...) Con esta credencial salió Don Manuel García, y según me dijo Don Carlos Alvear, después de su salida le había encargado que se introdujese con todos los Ministros Portugueses y con todos los Extranjeros que había en aquella corte, para halagar sus pasiones, indagar los secretos de los gabinetes y avisar en tiempo todas las ocurrencias; llevando por norte en todas sus operaciones el objeto de embarazar la expedición española y de conseguir que la España no recibiese auxilios de Inglaterra y el Brasil en sus tentativas hostiles, usando de los artificios que creyese necesarios, según se presentasen las circunstancias."30
A lo largo de sus cinco años en el Brasil, se volvió un experto de la diplomacia internacional y su estratégica ubicación le permitió conocer y mantenerse al tanto de todos los acontecimientos que acaecían en Europa. Su principal objetivo consistió en mantener la neutralidad del Brasil en la guerra de la independencia con España, para evitar una alianza que crease un segundo frente de batalla, que sin duda alguna hubiera dado por tierra con los intentos de emancipación.31 Para conseguir dicho objetivo, invocó constantemente el Tratado Rademaker-Herrera, firmado en 1812, y se relacionó con las personalidades más influyentes de esa Corte y los enviados ingleses. Esto generó el recelo de la Infanta Carlota Joaquina, quien enviaba agentes a que lo siguieran constantemente y le informaran de sus movimientos.
García compartía la interpretación predominante en Buenos Aires sobre la negativa de José Artigas a someterse a la autoridad central organizada como un estado unitario, por considerar que el modelo "Confederado" adoptado por Artigas atentaba contra la unidad nacional y promovía tendencias inconvenientes en tiempos en que la misma independencia no se encontraba asegurada. García opinaba así, toda vez que dentro del modelo Confederado (a diferencia del Federal) los "estados miembros" poseen el derecho de secesión (facultad de abandonar la Confederación cuando así lo dispongan) y el de "no obediencia" a la autoridad central en caso de no compartir una decisión de ésta (principios que tornan cuasi ridícula la existencia de un estado en estas condiciones).32 Era considerada como particularmente peligrosa, debido a que el modelo propuesto por Artigas se extendía con notable facilidad por Entre Ríosprovincia de Corrientes, y Santa Fe. También se había extendido a Córdoba y a Santiago del Estero,33 aunque en estas provincias por el momento estaba limitado a esporádicas reacciones rurales. En la ya citada carta de García a Castlereagh, describía así la situación de su país:
"...la conducta de España y su situación actual justifican que evitemos por todos los medios posibles la venganza insaciable de un Gobierno ciego y débil, incapaz de dar protección... Todo es mejor que la anarquía y aún el mismo gobierno español, después de ejercitar sus venganzas y de agravar al país con su yugo de hierro dejaría alguna esperanza de properidad que las pasiones desencadenadas de los pueblos en anarquía."34

Retrato de José Gervasio Artigas, caudillo Oriental yProtector de los Pueblos Libres (1764-1850). Ólero de Juan Manuel Blanes "Artigas en la Ciudadela".
Junto a Nicolás Herrera, García ha sido acusado de ser responsable de incitar a Juan VI de Portugal a invadir la Banda Oriental. Si bien la mayor responsabilidad parece recaer en Herrera,35 en una carta al Director Supremo Pueyrredón relataba:
"Es un error imaginar proyecto alguno de sólida prioridad, mientras sus bases no se asienten sobre las ruinas de la anarquía que actualmente nos devora. Estoy persuadido, la experiencia parece haberlo demostrado, que necesitamos la fuerza de un poder extraño, no solo para terminar con nuestra contienda, sino para formarnos un centro común de autoridad, capaz de organizar el caos en la que están convertidas nuestras provincias [...] El poder que se ha levantado en la Banda Oriental del Paraná fue mirado desde los primeros momentos de su aparición como un tremendo contagio [...] En tal situación, es preciso renunciar a la esperanza de cegar por nuestras manos la fuente de tantos males. Pero como ellos son igualmente terribles a los Gobiernos vecinos, de aquí proviene que, alarmado este Ministerio de los progresos que sobre el Gobierno de las Provincias Unidas va haciendo el caudillo de los anarquistas, no ha podido menos que representar a S.M.F. (Su Majestad Fidelísima [Rey del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve]) la urgencia de remediar en tiempo tantas desgracias, y S.M. parece haberse iniciado a empeñar su poder en extinguir hasta la memoria de esta calamidad, haciendo el bien que debe a sus vasallos y un beneficio a sus buenos vecinos que cree le será agradecido”.36
En julio de 1816, en un mensaje a Álvarez Thomas, García le informaba, con tono optimista:
"La escuadra portuguesa está en anclas, y sólo espera buen tiempo para acabar con Artigas, que luego acabará de molestar a Buenos Aires. Hay que suavizar la impresión que un sistema exagerado de libertad ha hecho en el corazón de los soberanos de Europa. Depende sólo de nosotros la aproximación de la época verdaderamente grande en que enlacemos íntimamente, y aún identifiquemos nuestros intereses con los de la nación portuguesa. Hay que combatir a las provincia puramente democráticas".37

Retrato de Ignacio Álvarez Thomas (1787-1857), Cuarto Director Supremo de las Provincias Unidas (1815-1816).
Un anónimo informante español informaba a su gobierno en esa época:
"Don Manuel García... notado de españolísimo en otro tiempo, en el día es portugués. Por su conducto ha corrido la correspondencia entre la facción portuguesa de Buenos Aires. Tiene talento y regulares conocimientos políticos. Nunca ha sido adicto declarado de la Revolución, aunque la ha seguido".38
En definitiva, la Banda Oriental fue invadida entre 1816 y 1820 por fuerzas del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve con la excusa de defenderse de las acciones de su caudillo Artigas, pero en la práctica fue una simple invasión que tuvo lugar aprovechando las disensiones entre éste y el Directorio, e incluso entre Artigas y sus lugartenientes.
En abril de 1817, García redactó y presentó un proyecto de acuerdo con el Brasil en los siguientes términos:
”1º S.M.F. y el gobierno de Buenos Aires declaran subsistir en su fuerza y vigor la buena armonía estipulada en el armisticio de 1812.
2º S.M.F, restablecido el orden en la Banda Oriental del Uruguay, no permitirá pasar sus tropas al Entre Ríos, pero esta Provincia se sujetará al Congreso y Gobierno de las Provincias Unidas, como las demás; de suerte que el dicho Gobierno puede garantir a S.M.F., la tranquilidad de esta frontera.
3º S.M.F. se obliga solamente a no contribuir directa o indirectamente, a que no sea atacado, ni invadido el territorio de las Provincias Unidas.
4º Los buques de comercio, así como los súbditos del Gobierno de Buenos Aires, entrarán, saldrán y permanecerán en los puertos y dominios de S.M.F. del mismo modo que sus vasallos en los de las Provincias Unidas.”39
El mentado acuerdo, dejaba de manifiesto el carácter transitorio de la ocupación portuguesa y reafirmaba la pertenencia de la Provincia Oriental al resto de las Provincias Unidas, al manifestar que "(...)esta Provincia se sujetará al Congreso y Gobierno de las Provincias Unidas, como las demás" una vez que el Gobierno de éstas estuviese en condiciones de reasumir su autoridad sobre ellas y garantizara al del Brasil la "(...)tranquilidad de esta frontera".40
Por otro lado, el Directorio y su agente en Río de Janeiro intentaban impedir por todos los medios evitar una ruptura con Portugal, para evitar - ante el entonces inminente embarque de la flota española hacia Sud América – una posible alianza entre Portugal y España, que permitiría a ésta tener una cabeza de puente para su ataque al Río de la Plata. A finales de esa década, el peligro de una alianza entre los dos reinos ibéricos había aumentado significativamente, debido a que la Corte portuguesa consideraba seriamente entregar Montevideo a la esperada expedición española, tal vez por razones ligadas al matrimonio entre la Infanta Carlota Joaquina de Borbón y el Rey Juan VI de Portugal.41
Para evitar esta posible alianza entre España y Portugal, García intentó lograr la intervención favorable de Gran Bretaña. Pero una entrevista con el encargado de negocios inglés en Río de Janeiro, Mr. Henry Chamberlain, le permitió comprender la verdadera política inglesa para con las Provincias Unidas, consideradas "vasallos rebeldes" del Rey de España Fernando VII. En su informe al director supremo, informaba que el encargado de negocios de "la Gran Bretaña" había presentado una nota al gobierno portugués, en la cual pedía explicaciones acerca de la ocupación de la Banda Oriental, insinuando la conveniencia de evacuar ese territorio español "para no ofender los derechos reconocidos de S.M.C. ni perturbar sus operaciones sobre sus vasallos rebeldes".42 García terminaba su informe refiriéndose a la política exterior británica:
"Desengañémonos, son usureros políticos, nada más."

Retrato de José Rondeau (1775-1844), Séptimo Director Supremo de las Provincias Unidas (1819-1820).
Durante el gobierno del Director Supremo José Rondeau, García recibió una nota de éste43 en la que le informa que había propuesto al General Carlos Federico Lecor, jefe de la ocupación de la Banda Oriental, un ataque combinado a las fuerzas orientales en Entre Ríos, autorizando a los portugueses a cruzar la línea del río Uruguay. En este sentido le impartía las siguientes instrucciones:
"Bajo este concepto es de necesidad absoluta que trate Ud. de obtener de ese Gabinete (aludiendo a la Corte de Río) órdenes terminantes al Barón de Laguna (Lecor) para que cargue con sus tropas y aún las escuadrilla sobre el Entre Ríos y Paraná."44
Aunque se aclaraba que las fuerzas portuguesas deberían retirarse al este del río Uruguay una vez vencidos los federales, y pese a que el pedido fue desdeñado tanto por Lecor como por el rey de Portugal, casi todos los historiadores argentinos y uruguayos coinciden en interpretar ese ofrecimiento como un acto de traición por parte de Rondeau,45 o al menos de una torpeza extrema46 ya que se oponía de cuajo con las resoluciones del "Soberano Congreso" recibidas por García el 22 de noviembre las cuales se encontraban "en contradicción directa con el tenor de la comunicación" de Rondeau (de hecho, demostró ningún interés en discutir las instrucciones de Rondeau por considerarlas desacertadas).
Esto se ve reflejado en una carta que escribe a Gregorio Tagle en la que le manifiesta que se debe proceder con precaución en la política a seguir con el Brasil ya que si la expedición de los españoles no se realizara los portugueses deberían de suspender la ocupación de la Banda Oriental. Si bien consideraba primordial acabar con el poder de los "anarquistas" (federales de litoral), dudaba de las verdaderas intenciones de la Corte de Río ya que afirma en la misma carta
"Si a los ladrones de poncho substituyen otros ladrones de casaca que acaban por exprimir a esos infelices pueblo, entonces, no se habrá hecho más que mudar la montonera negra con la montonera blanca"47

Ministro de Hacienda de Martín Rodríguez

García regresó a Buenos Aires a principios de 1821. El 8 de agosto de ese año fue nombrado ministro de hacienda por el gobernador Martín Rodríguez; los otros dos ministros eran Bernardino Rivadavia, de Gobierno y Relaciones Exteriores, y Francisco Fernández de la Cruz, de Guerra.48
El 15 de enero de 1822 creó el Banco de Descuentos, que gozaba del monopolio de la emisión de billetes y monedas, pero no era estatal, sino privado; controlado inicialmente por comerciantes rioplatenses, en poco tiempo pasó a estar bajo control de capitalistas británicos. Posteriormente, este establecimiento se transformaría en el Banco de la Provincia de Buenos Aires.49 50
Fue el autor de la primera ley de presupuesto de la historia argentina, el 19 de diciembre de 1823. Durante su gestión se crearon la Contaduría, la Tesorería y la Receptoría, todas dependientes del Tribunal de Cuentas. Mantuvo un cuidadoso equilibrio financiero, muy favorecido por le concentración de todos los gastos en la provincia de Buenos Aires – que renunció a continuar la guerra de independencia – y la utilización exclusivamente por ésta de los recursos de la Aduana. Se llevó adelante una activa lucha contra el contrabando, se redujeron los aranceles aduaneros y se abandonó cualquier atisbo de proteccionismo económico.51
La Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires sancionó en agosto de 1822 una ley que facultaba al gobierno a "negociar, dentro o fuera del país, un empréstito de tres o cuatro millones de pesos valor real". Los fondos del empréstito debían ser utilizados para la construcción del puerto de Buenos Aires, el establecimiento de pueblos en la nueva frontera, la fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Carmen de Patagones y para dotar de agua corriente a la ciudad de Buenos Aires.
Para contratar ese empréstito en Gran Bretaña, García y Rivadavia constituyeron un consorcio, encabezado por Braulio Costa y los hermanos William y John Parish Robertson. Estos últimos viajaron a Londres, donde consiguieron un crédito por un millón de libras esterlinas con la firma Baring Brothers & Co.
Tras una serie de arreglos entre la Baring y el mencionado consorcio, llegaron a la Argentina solamente 570.000 libras esterlinas, en su mayoría en letras de cambio contra comerciantes establecidos en Buenos Aires – esto es, no había necesidad de colocar el empréstito en Londres si las letras iban a ser pagadas en metálico en Buenos Aires – y una parte minoritaria en metálico. La idea de girar letras de cambio fue de Parish Robertson, y los dos mayores destinatarios de las mismas eran éste y Costa. Como garantía del empréstito, el Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas y su interés". El empréstito solo se pagaría por completo ochenta años más tarde.
No es algo menor para destacar, el hecho de que el empréstito argentino de 1824 no fue el único de su tipo en Latinoamérica (ni el [único en celebrarse en esas condiciones): ya en 1822 Colombia había negociado un crédito por valor de 2 millones de libras esterlinas, lo mismo había hecho ese año Chile con un crédito por 200 000 libras. El reino de Poyais (país ficticio creado por el estafador Gregor McGregor supuestamente en la Costa de Mosquitos, ubicada en el litoral del Mar Caribe de las actuales Honduras y Nicaragua), hizo lo propio por 200 000 libras, y Perú colocó un empréstito por 1 200 000 libras. México también tomó un crédito de este tipo en 1824, y Colombia obtuvo su segundo crédito. Entre 1822 y 1826 las colonias españolas se endeudaron con Londres por la suma de 20 978 000 libras, habiendo Inglaterra desembolsado una suma real de sólo 7 000 000 de libras. Viendo este panorama global, se podría asumir que las "ignominiosas" condiciones pactadas por el gobierno de Rivadavia eran las únicas disponibles para una nueva y endeble nación, sin crédito internacional ni posibilidad de ofrecer garantías sólidas, de conseguir un empréstito de esa cuantía.

En cuanto el préstamo llegó a Buenos Aires, la Legislatura dispuso que las circunstancias ya no hacían necesaria su utilización para los objetivos fijados en la ley, de modo que lo entregó al Banco de Descuento para que lo entregara como créditos a sus clientes, a intereses mucho más bajos que los que pagaba la provincia por ese dinero.52 53
Años más tarde, en 1831, el propio García explicaría al gobernador correntino Pedro Ferré que no podía tomar medidas proteccionistas de la producción nacional y restrictivas del comercio exterior porque
"...hallándonos en grandes deudas con esa nación (Inglaterra), nos exponíamos a un rompimiento que causaría grandes males".
54 Otra actuación destacada tuvo lugar cuando llegó a Buenos Aires Antonio Gutiérrez de la Fuente, enviado de José de San Martín, que ejercía como Protector del Perú y no había logrado expulsar completamente a los realistas de ese país. Cuando Gutiérrez de la Fuente presentó el pedido de ayuda militar y económica para terminar esa campaña recibió una serie de respuestas elusivas esgrimidas por distintos funcionarios y legisladores. García terminó la discusión afirmándole, frente a la Sala de Representantes, que
"al país le era útil que permaneciesen los españoles en el Perú".55

Ministerio de Relaciones Exteriores de Las Heras

Al finalizar el gobierno de Rodríguez fue electo gobernador de la provincia el general Juan Gregorio de Las Heras. Ofreció continuar en los cargos de ministros a quienes los ocupaban hasta esa fecha, pero Rivadavia lo rechazó, pues debía hacer un viaje a Londres. Manuel José García ocupó los ministerios de Hacienda, Gobierno y Relaciones Exteriores, mientras en el de Guerra continuaba Francisco Fernández de la Cruz.

Retrato de Juan Gregorio de Las Heras (1780-1866), NovenoGobernador de la Provincia de Buenos Aires (1824-1826).
En el discurso de asunción de su gobierno, Las Heras pronunció la conocida frase con la que se identifica al período de gobierno inmediatamente posterior a la denominada anarquía de 1820 ocurrida en Buenos Aires como la "feliz experiencia". Con esa frase, Las Heras reconocía los logros del gobierno anterior y el beneficio que significó para la provincia la política de no participación en la guerra de independencia y el usufructo de los recursos de la Aduana del puerto de Buenos Aires, además del aumento del tráfico comercial por la disminución de los derechos de aduana.
La principal gestión de García en su ministerio fue la que se tradujo en la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, que firmó el 2 de febrero de 1825 con Gran Bretaña, y fue aprobado poco después por el Congreso Nacional y refrendado por Las Heras el 19 de febrero. La importancia fundamental de ese Tratado fue el reconocimiento explícito que hacía por primera vez una gran potencia europea de la independencia de las Provincias Unidas, ya que la firma de un tratado les otorgaba entidad propia. En la época no era compatible con el derecho de gentes el celebrar un tratado con rebeldes sin dejar de considerarlos como tales.
Woodbine Parish recibió las plenipotencias para un tratado de amistad, comercio y navegación, que sería a la vez la expresión formal de reconocimiento. Canning quiso asegurarse previamente que el gobierno de Buenos Aires contaría con el asentimiento de las demás provincias para concertarlo, y García hizo ver a Parish que por los términos de la Ley fundamental no cabía duda sobre su carácter nacional. Las negociaciones fueron rápidas - tal vez no las hubo, porque su texto es idéntico a los tratados que firmaron Colombia y Méjico con Inglaterra en ese mismo tiempo – y el 2 de febrero quedó concluido. Sometido al congreso el día 2, se acordó tratarlo en sesiones secretas. El 12 tuvo lugar la primera, incitados los diputados por una nota del gobierno que llamaba la atención sobre la demora; se observó la cláusula sobre la libertad de culto, pero quedó entendido — aunque no se modificó el tratado— que las provincias tendrían la facultad de resistir la tolerancia del culto "cuando chocare con sus instituciones resguardadas por la Ley Fundamental o lo resistiese la opinión pública." Las disposiciones del tratado sobre libertad de comercio, privilegios comerciales, y exenciones militares y jurídicas no encontraron oposición.56
Se establecían ciertas ventajas para los comerciantes británicos en las Provincias Unidas, especialmente en cuanto a la libertad de culto, cierta extraterritorialidad para los comerciantes británicos, y la cláusula que establecía que en futuros acuerdos de las Provincias Unidas con otras naciones, se anticipaba que Gran Bretaña gozaría los privilegios de nación más favorecida, esto es, que cualquier otro beneficio que se otorgara a otro país debería ser obligatoriamente extensivo a Gran Bretaña.57
Por otro lado, se establecía una igualdad comercial ilusoria entre ambos países, tal como lo detallaba el cónsul de los Estados Unidos, al secretario de estado John Quincy Adams: la supuesta igualdad para el ingreso de buques en los puertos de ambas naciones, entre un país que tenía miles de buques que desplazaban dos millones y medio de toneladas con otro que no sólo no tenía ninguno, sino que – para acceder a esa reciprocidad – se le exigía que los buques fueran construidos en las Provincias Unidas y fuesen también de propiedad de ciudadanos rioplatenses, y tripulados por capitán y tres cuartas partes de la tripulación de ese origen.58

Contexto previo a la guerra con el Brasil

En 1821 la Banda Oriental fue anexada a Portugal con el nombre de Provincia Cisplatina por medio del pronunciamiento de los representantes del pueblo oriental, aunque muchos de estos representantes fueron elegidos por presión del gobernador portugués Carlos Federico Lecor.59

Bandera de la"Provincia Cisplatina", creada por el Brasil en su "ocupación temporal" de la Banda Oriental (1817-1828).
Cuando el rey de Portugal, Rey Juan VI se vio obligado a regresar a Europa, su hijo se puso al frente de un incipiente movimiento independentista y proclamó la independencia del Imperio del Brasil, coronándose como Emperador Pedro I de Brasil. El cabildo de Montevideo solicitó a las fuerzas portuguesas que la ciudad fuera puesta bajo su gobierno, con la intención de reincorporarse a las Provincias Unidas, pero al año siguiente la ciudad pasó a ser controlada por el Brasil, bajo la gobernación de Lecor.60
La situación interna de las Provincias Unidas era de mucha inestabilidad, ya que cada provincia se gobernaba por sí misma, separada de las demás no solamente por razones políticas, sino por diferencias geográficas y económicas, con poblaciones divergentes en cuanto a carácter y hábitos de vida. Por otro lado, si bien Buenos Aires había abandonado la lucha por la independencia, no se podía descartar completamente una posible reacción de España para reconquistar sus perdidas colonias sudamericanas, tanto desde Europa como desde el Alto Perú, aún bajo el régimen colonial.
Con su independencia aún no reconocida por España ni por ninguna potencia europea, los principales dirigentes porteños – entre ellos García – decidieron manejarse por el terreno diplomático en lugar de recurrir a las armas para recuperar la Provincia Oriental. Por ello se intentó convencer al Emperador de devolverle el territorio en disputa a cambio de una indemnización por los gastos generados por la invasión, a lo que Pedro I se negó.

Carlos Federico Lecor, Vizconde de Laguna (1767-1836).
Las circunstancias comenzaron a cambiar en las primeras semanas de 1825, con la noticia del final de las Guerras de independencia hispanoamericanas por la batalla de Ayacucho, y por el tratado con Gran Bretaña, por el cual esta potencia – importante aliada del Brasil – reconocía la independencia de las Provincias Unidas. Otro factor favorable fue la reunión del Congreso General de 1824, que reunía después de casi cinco años a representantes de todas las Provincias Unidas.
En esas circunstancias, un grupo de exiliados orientales, comandados por Juan Antonio Lavalleja y financiado por Pedro Trápani y Gregorio Gómez– todos ellos amigos personales de García – organizaron una expedición libertadora de la Banda Oriental en Buenos Aires. García contribuyó con 500 pesos de su peculio en la colecta realizada costear la expedición, pero bajo el nombre de "El amigo de los Orientales", ya que de utilizar su verdadero nombre hubiera dado con tierra con la confianza de los portugueses y con ello la posibilidad de un arreglo diplomático.61
Tras la rápida ocupación del territorio oriental por los Treinta y Tres Orientales comandados por Lavalleja, el 25 de agosto de 1825, los representantes de los pueblos y villas de la Banda Oriental – con la excepción de Montevideo y Colonia del Sacramento – declararon la independencia de la Provincia Oriental del Imperio del Brasil y su voluntad de reincorporarse a las Provincias Unidas en el Congreso de la Florida.62

Juan Antonio de Lavalleja (1784-1853).
En respuesta, el Imperio envió su escuadra de guerra al Río de la Plata para evitar cualquier ayuda por parte de Buenos Aires. El evidente accionar hostil del Imperio del Brasil genera preocupación en el gobierno británico, que veía peligrar su comercio en la región. García aprovechó dicha circunstancia para comisionar a Matías de Irigoyen ante el embajador británico Stuart en Río de Janeiro. Aunque debía también reunirse con elMinistro de Relaciones Exteriores del Brasil, su misión principal era gestionar la intervención inglesa en la desocupación de Montevideo por parte de los brasileños. En dichos pliegos García afirmaba:
"1º Que el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata no reconoce la ocupación de la provincia de Montevideo sino bajo el carácter provisorio que expresó la declaración que hizo su S.M.F. a este gobierno según aparece en el documento que se acompaña."
"2º Que tampoco puede reconocer derecho alguno proveniente de actos celebrados en la provincia de Montevideo a favor de S.M.F. o de S.M.I. durante el tiempo que ha sido tomada por sus armas."
"3º Que las Provincias Unidas han reclamado y reclaman la desocupación de la Provincia de Montevideo y exigen, en consecuencia, la reintegración de su territorio."63
Irigoyen debía viajar a Montevideo para embarcarse en el H.M.S. Jaseur para de ahí viajar a Río, pero una serie de insólitos desentendimientos logísticos frustraron su misión y nunca pudo salir de esa ciudad. Muchas conjeturas se hicieron sobre esos "desentendimientos", formando dos grandes teorías: una afirmaba que fueron generados por agentes brasileños en la ciudad Oriental, ya que el accionar hostil de su país había persuadido a los ingleses de tomar cartas en el asunto. La otra responde siempre al gran interrogante de si no fueron los propios ingleses quienes, fieles a su histórico "juego a dos puntas" sabotearon el traslado del comisionado para frustrar las gestiones diplomáticas.64

"El Juramento de los Treinta y Tres Orientales", óleo de Juan Manuel Blanes.
Luego de la victoria de Lavalleja en la batalla de Sarandí, del 12 de octubre de 1825, García le expresó en una carta:
"¡Cuánto placer siento en poder escribir a Ud. después de los gloriosos sucesos que han llevado en nombre de Ud. y el de los bravos Orientales al más alto puesto de gloria que es posible! Tenemos que luchar aún con graves dificultades, pero no hay que temer; con un poco de serenidad sacaremos partido de los mismos embarazos para llegar hábilmente a término".65
El 4 de noviembre, García escribió al Ministro de Relaciones Exteriores brasilero que las "Provincias Unidas están dispuestas a negociar amigablemente la restitución de la provincia Oriental",66 lo cual generó grandes críticas por parte de ciertos sectores, más impulsivos, que querían ir a la guerra. El 16 de diciembre, el Brasil le declaró la guerra a las Provincias Unidas y su flota a bloqueó el Río de la Plata. Hacia fines de diciembre de 1825, el gobierno de Las Heras se encontraba muy desprestigiado por su política pacifista, cesando definitivamente al frente de la gobernación el 7 de marzo de 1826, cuando la provincia de Buenos Aires fue nacionalizada por el recientemente electo presidente Bernardino Rivadavia.67

La Guerra del Brasil


Bernardino Rivadavia (1780-1845), Primer Presidente Argentino entre 1826 y 1827.
No obstante las primeras victorias a favor de las Provincias Unidas, y los triunfos navales en el Combate de Los Pozos y la Batalla de Juncal, la guerra mostró su lado más costoso para las Provincias Unidas, en especial para Buenos Aires: la economía volvió a desequilibrarse, pasando a tener un enorme déficit comercial y fiscal, tanto por los costos de mantener una escuadra y un ejército en campaña, como por la casi completa interrupción del comercio por el puerto de Buenos Aires. La situación económica y social en la capital se volvió inestable, y – sumado a una serie de errores de conducción política por parte del presidente Rivadavia – le enajenaron el apoyo tanto de las provincias del interior como de la propia población de la capital. En particular, los influyentes comerciantes y los crecientemente poderosos estancieros clamaban ruidosamente por un rápido final de la guerra.
En el plano político, la insostenible situación económica del gobierno, cuyos ingresos por rentas aduaneras habían caído a $ 100.000, siendo las necesidades de $ 600.000,68 el éxodo del dinero metálico por la imposición por parte del gobierno del uso de papel moneda, los crecientes desórdenes internos y la obstinación del Emperador brasileño de continuar con la guerra, llevaron a Rivadavia a cambiar su postura belicista y buscar la paz. Por otro lado, estaba presionado por el diplomático británico John Ponsonby, lo que lo llevó a decidir negociar con el Imperio la independencia de la Provincia Oriental respecto de ambas naciones.
Sin embrago, en ese momento se estaba produciendo la campaña ofensiva del ejército de Carlos María de Alvear contra la provincia de Río Grande de San Pedro, que tuvo su culminación gloriosa el 20 de febrero de 1827 en la Batalla de Ituzaingó, victoria que lamentablemente no pudo capitalizarse por la reticencia del Comandante en Jefe de perseguir al ejército vencido.
El coronel Iriarte afirmó en sus "Memorias" al referirse a la reticencia del general Alvear a perseguir al enemigo vencido:
"Pero el General Alvear no quiso: se contentó con quedar dueño del campo de batalla; es decir, de la gloria sin consecuencia, porque todo el resultado quedaba reducido a las balas cambiadas de parte a parte, y al efecto que ellas produjeron en muertos y heridos. La República Argentina, empañada en una guerra desigual, tenía sumo interés, urgentísimo, en que no se prolongase la lucha: había echado el resto apurando todos sus recursos físicos y morales para luchar contra un Imperio abundante en hombres y medios pecuniarios. La República, venciendo, quedaba exánime; el Imperio, vencido en una sola batalla, pero sin ser su ejército anonadado, podía continuar la guerra con ventaja, con menos sacrificios; y es por esto que necesitamos sacar buen partido, no digo de las batallas campales, sino de las más ligeras ventajas que obtuviesen nuestras armas. Ardía la guerra civil en las provincias argentinas, y era Buenos Aires, una ciudad sola, la que soportaba todo el peso de la guerra; la única que podía alimentarla, darle pábulo, y para que no se extenuase era necesario dar grandes golpes. Tal fue el que recibieron los enemigos en ituzaingó, pero sólo en el campo de batalla: fuera de él no sintieron sus efectos como lo habrían sentido si su ejército aquel día hubiera sido anonadado, y pudo, debió serlo. La guerra habría entonces concluido, y la paz, se habría firmado dictando el vencedor las condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el territorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, y su incorporación a la República Argentina."69
En el mismo sentido, afirmaba el general Paz en su anotación correspondiente al 25 de febrero de 1827:
"El ejército enemigo a empezado a recuperarse de su susto, alentándose con nuestra pereza en perseguirlo."70
Como destacó el coronel Iriarte, la guerra hubiera estado muy cerca de su conclusión de haberse continuado con la persecución del enemigo:
"(...) teníamos aquel día los caballos suficientes y en muy mediano estado; no se necesitaba hacer un gran esfuerzo corriendo el riesgo de cansarlos, porque la infantería enemiga estaba a la vista y nos bastaba seguir su lenta marcha cercándola en todas direcciones: el hambre la habría obligado a capitular."70
Finalmente, la inevitable falta de suministros sobreviniente y el pésimo estado de la caballada impidieron continuar con la persecución del ejército imperial y el normal desenvolvimiento de las acciones en el plano militar.
A pesar de la victoria táctica que implicó para las Provincias Unidas la batalla de Ituzaingó, la precariedad de su situación general no cambió sustancialmente: el ejército debió replegarse hacia el sur, y la escuadra brasileña continuó con el bloqueo del Río de la Plata. Por otro lado, Rivadavia veía cada vez más lejano su proyecto de unión nacional bajo el sistema unitario, para lo cual juzgó necesario contar con un ejército poderoso, capaz de imponerse a las provincias federales – la amplia mayoría – que habían rechazado la constitución unitaria de 1826 y la autoridad del presidente Rivadavia.
Durante el transcurso de la guerra, García permaneció alejado de puestos públicos, aunque se mantuvo en contacto permanente con el embajador Ponsonby, a quien alentó a insistir ante Rivadavia para obtener un arreglo basado en la independencia de la Banda Oriental. Por su parte, Ponsonby lo consideraba su mejor aliado, y escribía al ministro de relaciones exteriores británico George Canning.
"No sé cómo podrá el gobierno para seguir sin él."3

El tratado de paz con el Brasil


Don Pedro I, primer Emperador del Brasil entre 1822 y 1831.
Rivadavia recurrió nuevamente a García – quien ya había rechazado su ofrecimiento para encargarse de la cartera de Hacienda por sus discrepancias con el gobierno presidencialista unitario – para enviarlo en misión diplomática al Brasil e iniciar las tramitaciones de paz con el Imperio.
Las razones que impulsaron a Rivadavia a cambiar de opinión, fueron las mismas que habían disuadido a García a no ir a la guerra antes, para ello es importante resaltar la gran labor investigativa de Juan Carlos Nicolau, quien afirma:
La situación económica de Brasil era muy superior a las Provincias Unidas, si se tenía en cuenta que contaba con una población de 5 millones de habitantes, contra 700.000 de éstas tomadas en su conjunto, pero que en los hechos, sólo la provincia de Buenos Aires contribuía al esfuerzo bélico. El estado brasileño, independiente, sin deuda nacional, desarrollaba un comercio con el extranjero muy activo y floreciente, en continuo progreso, apoyado en su relación con la Gran Bretaña. En cambio, el Río de la Plata sufría el perjuicio del bloqueo de su puerto, lo que constituía un grave obstáculo para obtener recursos de sus recaudaciones aduaneras y así la posibilidad de adquirir armas y municiones para su ejército.La ayuda que recibía el Brasil de parte de Gran Bretaña, en su virtual alianza, provocó que hombres como el General Beresford y elAlmirante Cochrane, con amplio conocimiento del teatro de operaciones del Río de la Plata, contribuyeran a la organización y manejo del ejército y la armada brasileña.71
El 16 de abril de 1827, García recibió las instrucciones para realizar su misión por parte de Rivadavia y su ministro Francisco Fernández de la Cruz, informándole que el gobierno se proponía "acelerar la terminación de la guerra y el restablecimiento de la paz, tal como lo demandan imperiosamente los intereses de la Nación". Esta instrucción refleja la crítica situación interna del gobierno de Rivadavia, desesperado por encontrar la paz para afrontar los otros grandes problemas que azotaban al país, es decir, la enorme crisis económica, la oposición de las provincias del interior, etc.
Las bases que debía utilizar el ministro plenipotenciario García, serían
"...o bien la devolución de la Provincia Oriental, o la erección y reconocimiento de dicho territorio en un Estado separado, libre e independiente, bajo la forma y reglas que sus propios habitantes eligieren y sancionaren; no debiendo en este último caso exigirse por ninguna de las partes beligerantes compensación alguna."72

José Feliciano Fernandes Pinheiro (1774-1847), "Visconde de São Leopoldo".
Al despedirlo, el ministro Julián Segundo de Agüero le encargó conseguir la paz a todo trance; ...de otro modo, caeremos en la demagogia y en la barbarie.3
García llegó en mayo de 1827 a Río de Janeiro y comenzó sus reuniones con el intermediario británico y los ministros plenipotenciarios brasileños.73 Apenas iniciadas las gestiones, García se encontró con una gran intransigencia por parte de los ministros brasileros con respecto a no renunciar a la Provincia Cisplatina: el Emperador, consternado por la victoria rioplatense de Ituzaingó y temiendo por la estabilidad de su imperio en esas circunstancias, había jurado ante el Senado brasileño no tratar la paz ante las Provincias Unidas y continuar la guerra hasta obligarlas a aceptar su soberanía sobre la Provincia Cisplatina;74 seguramente Pedro I especulaba también con la debilidad de la Provincias Unidas para prolongar las acciones bélicas.
Viendo la situación, García decidió regresar a Buenos Aires, pero el embajador británico Gordon lo convenció de entrevistarse con el ministro de relaciones exteriores imperial, el Marqués de Queluz. Tras tres reuniones infructuosas, las presiones del gobierno británico por terminar rápidamente con el conflicto para reanudar el comercio, la inflexible postura del gobierno brasileño y el crítico estado político-económico de las Provincias Unidas, llevaron a García a decidir por sí mismo la paz sobre otras bases. Más tarde explicó al embajador Gordon que, aunque
"...tenía instrucciones de firmar una convención sólo sobre la base de la independencia de la provincia de Montevideo; pero, como él se hallaba convencido de que a este estado de independencia no podía llegarse por cierto tiempo, y que en realidad era de poca importancia para Buenos Aires el destino de la provincia, siempre que se le devolviera la tranquilidad, no hesitó en llegar a términos que, en otro sentido, estaban perfectamente de acuerdo con sus instrucciones."75
Parafraseando a Juan Carlos Nicolau: "García estaba convencido de que la paz traería el desarrollo de la economía y con ello, el progreso y fortalecimiento de las instituciones que permitiría lograr la felicidad de sus habitantes en una nación donde todo debía ser construido."71 Por su parte, Alén Lescano subraya que ése era
"el pensamiento unitario de siempre: asimilar el país a ciertas formas políticas e ideológicas, y desechar lo que no encajara, como las provincias federales, sus rudos caudillos, o esa Banda Oriental causa de eternas discordias y recelos contra Buenos Aires. La extensión era el mal del país, y mejor hubiera sido reducirse a la ciudad-puerto, para hacer fuertes sus instituciones, su cultura y su comercio."3
De modo que, dejando de lado sus instrucciones, el 24 de mayo de 1827 firmó una "Convención General de Paz" que disponía, entre otras cosas:
“La Republica de las Provincias Unidas del Río de la Plata reconoce la independencia e integridad del Imperio del Brasil y renuncia a todos los derechos que podría pretender al territorio de la provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina, la cual el Emperador se compromete a arreglar con sumo esmero, o mejor aun que otras provincias del Imperio. El emperador del Brasil reconoce igualmente la independencia e integridad de la República de la Provincias Unidas del Río de la Plata, y dado que la República de las Provincias Unidas ha empleado corsarios, halla justo y honorable pagar el valor de las presas por haber cometido actos de piratería”.76
A pesar de que la convención contravenía sus instrucciones, García había logrado que se cambiase la redacción primitiva que incorporaba la Provincia Cisplatina a el Imperio y que se omitiera el reconocimiento de cualquier derecho de soberanía por parte del Emperador del Brasil sobre la Provincia Oriental, ya que la Convención solo se refería a la renuncia efectuada por las Provincias Unidas. Tal vez sin notarlo los diplomáticos brasileños, se dejaba la puerta abierta a la independencia uruguaya.77Sin embargo, en su carta a Ponsonby informando de la firma de la convención, Gordon emitió ciertas opiniones que permiten inferir que todas las partes eran conscientes de que posiblemente el Emperador se vería obligado a otorgar la independencia de la Cisplatina tarde o temprano:
"Al Brasil se lo deja que luche con la disensión y la revuelta, que seguirán dominando en la Provincia Cisplatina... El Emperador pronto se convencerá del desacierto de no proclamar, franca e inmediatamente, la independencia de la provincia."78
A su regreso a Buenos Aires, el 20 de junio, García presentó la Convención al Presidente y al Congreso. La opinión pública en Buenos Aires reaccionó indignada, se publicaron artículos muy violentos contra el gobierno en los periódicos, y la ciudad se cubrió de panfletos ofensivos contra García, Rivadavia y Ponsonby. De modo que Rivadavia, a quien se suponía partidario de aceptar el acuerdo, se presentó ante el Congreso con un virulento discurso exigiendo su rechazo.
El ministro Agüero dirigió a García una misiva en la que manifestaba:
"En consecuencia, el gobierno hace a Ud. responsable de todos los males y consecuencias que de ello resultan a la nación, especialmente en el grande y noble empeño en que se halla para salvar su honra."79
La respuesta de García fue de rechazo a los cargos imputados por Rivadavia y Agüero, argumentando en su defensa que la firma de la mentada Convención podía comprometer su honra personal, pero no obligaba al país hasta tanto no fuera ratificada. En este sentido, relata
"Para finalizar, el comisionado emite un juicio lapidario respecto a la actitud del gobierno de Rivadavia, al afirmar con razón que al negociar la cesación de las hostilidades arriesgaba su reputación personal, pero no causaba obligación alguna al Gobierno hasta tanto el tratado de paz o la convención preliminar, después de ser examinada detenidamente fuera ratificada. En su opinión, una convención preliminar aún después de ratificada solemnemente, es un tratado provisorio, pues su objeto principal es hacer cesar las hostilidades, fijando bases para un tratado definitivo. En la última frase de su exposición espera que aquietadas las pasiones en el futuro se juzgará su comportamiento, mientras se interroga acerca de quien merece mayor indulgencia, si el ciudadano que en tan gran conflicto sacrifica su reputación y acaso la existencia a su patria, o aquel que quiere a todo trance hacer de ésta el instrumento de su fama."80
La Convención fue rechazada, pero Rivadavia no logró salvar su gobierno: la opinión pública no le perdonaba su actuación,81 y simultáneamente se denunciaban en la prensa su participación en negociados mineros en Famatina. El día 26 de junio, Rivadavia presentaba su renuncia irrevocable a la presidencia.82
Las consecuencias de la fracasada Convención firmada por García son objeto de controversia: ciertos autores creen que el antecedente de un acuerdo de estas características, aún después de rechazado, condicionó fuertemente el accionar del gobernador Manuel Dorrego para la firma de la Convención Preliminar de Paz del año1828, por la que se disponía la independencia de la "Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina".83 Otros autores, en cambio, afirman que mal puede atribuírsele a éste responsabilidad alguna a García con los términos del tratado final firmado por Juan Ramón Balcarce y Tomás Guido, cuando – al no haber sido ratificada por el Congreso – la Convención Preliminar no vinculó en forma alguna al Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata.71

Ideario político y últimos años


Bandera de la "Liga Federal" usada entre 1830 y 1850.

Bandera de Guerra"Unitaria", utilizada entre 1820 y 1827, y luego en el exilio hasta 1852.
En 1829, el general Lavalle lo nombró mediador ante su vencedor, Juan Manuel de Rosas, con quien tenía una amistad y parentesco, y el nuevo gobernador Viamonte lo nombró nuevamente Ministro de Hacienda. Su sucesor, el propio Rosas, lo mantuvo unos meses en ese cargo.
En 1830 se permitió enviar una misiva al ex gobernador Rosas, en la cual criticaba sus formas autoritarias. Por esa postura, su casa fue baleada por partidarios de éste en 1834. Entre otras consideraciones, le decía:
"El sistema de prisiones y destierros que usted ha tomado seguirá más tiempo del que usted supone... el hecho hoy es que una parte de la población está a merced de la otra; que por una simple delación o insinuación puede ser arrancada del seno de su familia, encarcelada, desterrada, y ahorcada también, siguiendo la misma regla. Esto es horrible, y no puede ser amigo de usted ni de la patria quien se lo aplauda... Yo conozco que hablarle de esto es bien excusado, pero yo estoy obligado a hacerlo, so pena de ser confundido con los esclavos viles y aduladores miserables del poder o de las pasiones de partido".3
En la época del gobierno de Balcarce sostuvo la posición del partido que seguía a Rosas. Fue nombrado ministro de Hacienda del segundo gobierno de Viamonte; durante ese período expulsó del país a Rivadavia, que regresaba de su exilio en Europa, pues corría peligro de ser linchado por los federales por temor a los simpatizantes de Rosas y a la Mazorca.
No se identificaba particularmente con el partido federal ni con el unitario, de modo que fue funcionario bajo gobiernos de ambas tendencias. Sus ideas políticas eran eclécticas: ya en la época de su embajada en Río de Janeiro escribía al gobierno:
"Yo creo a lo menos muy difícil que el gobierno pueda sostenerse tanto tiempo con sus enemigos si no se restablece una cordial y sincera unión entre todas las partes del Estado; de modo que todas cedan uniformemente al impulso del gobierno".84
Tal vez el documento que exprese con más fidelidad el pensamiento político de García sea una carta que escribió en 1816 a su amigo Julián Álvarez desde Río de Janeiro. En ella daba una extensa explicación en la cual destacaba el rol que debían tener los municipios, para terminar afirmando:
"Tal es el federalismo que quisiera yo ver establecido y sin el cual juzgo imposible un patriotismo pacífico y durable".
Y en otro pasaje varios años posterior:
"...mientras nuestra política interior no tenga más polos que los de unitario y federal, no será posible quietud ni confianza".85
Fue un continuo opositor al accionar de los caudillos provinciales, tanto por sus tendencias localistas y autoritarias, como porque se resistían a la preponderancia de Buenos Aires.
Con respecto a la forma de organización del Poder Ejecutivo, fue fiel a sus ideales liberales y su criterio pragmático. En una carta de 1820 decía:
"Yo pienso que debemos reunirnos todos, y trabajar de buena fe. Todos los Gobiernos son para mí respetables, si conservan la paz y la libertad. Que se llame Cónsul, Rey o Pontífice, o cualquier otro nombre el que tiene el Poder Ejecutivo, es indiferente para mí, siempre que produzca aquellos bienes y los asegure. Lo que debemos es purgar nuestro ánimo de todo espíritu de Secta; porque si estamos tocados de él, entonces no es fácil que tengamos las cabezas frías y los corazones puros; cosa indispensable para hacer una elección acertada de la forma de gobierno que nos convenga más, o que quieran más nuestros compatriotas."86

Billete de cuatro "Pesos Fuertes" de la Provincia de Buenos Aires, con la efigie de García.
Se retiró a la vida privada en 1835. Rosas lo nombró embajador en Brasil, en Perú y en Inglaterra sucesivamente, pero rechazó todos esos nombramientos.87
Una noche de 1842, cuando García estaba de paso por Montevideo, en una charla con el intelectual Florencio Varela, éste vio entre papeles viejos una carta lacrada sin abrir. Se la pidió al ex ministro, quién le autorizó su apertura. Resultó ser la carta al primer ministro británico que le había entregado Carlos María de Alvear. Hasta entonces, las negociaciones de Alvear habían quedado en secreto.3
Falleció en Buenos Aires en octubre de 1848.
Había contraídoo matrimonio en la Iglesia de San Ignacio de la ciudad de Buenos Aires, el 5 de marzo de 1825 con Manuela Juana Isidora Nepomucena de Aguirre y Lajarrota, hija de Agustín Casimiro de Aguirre Micheo yMaría Josefa Lajarrota, y hermana del financista Manuel Hermenegildo Aguirre, quien por ese entonces era Ministro de Hacienda del Presidente Rivadavia. Tuvieron un solo hijo, Manuel Rafael García Aguirre, quien se casó con Eduarda Damasia Mansilla, hija del general Lucio Norberto Mansilla y sobrina de Juan Manuel de Rosas.

Enlaces externos

  1. Volver arriba Carta Nº 16 de Henry Chamberlain al vizconde Castlereagh, Río de Janeiro, febrero 10 de 1816, F.O. 63/192, citada en C. K. Webster, op. cit., tomo I, p. 142. El resto de la carta se refería a la carta rezaba "Sus opiniones son tan divergentes como siempre, pero todos concuerdan en un solo punto (espero V.E. se servirá perdonar que me tome la libertad de comunicárselo): que a menos de que alguna Potencia en cuya palabra pueda confiarse con seguridad, ofrezca alguna garantía de que no será tratado con rigor, y que se tendrá lenidad con él en caso de que volviera a su obediencia, el pueblo continuará resistiendo y el país será totalmente destruido. (...) Es casi innecesario expresar a V.E. que Gran Bretaña es la Potencia en quien depositan sus esperanzas, y cuya Mediación contemplan como única perspectiva de seguridad. (...) Parecen, asimismo, tener grandes deseos de que se formule alguna estipulación en favor de su comercio. Me permito asegurar a V.E. que nunca he dejado de informar a estas personas, porque sé que todo lo que conversan conmigo se repite en cartas al Río de la Plata, que el Gobierno de Su Majestad está resuelto a no tomar parte alguna en las disputas entre España y sus Colonias, y he aprovechado todas las oportunidades para reiterar estas seguridades y concretarme exclusivamente a ellas."
  2. Volver arriba
  3. Volver arriba El historiador uruguayo Juan E. Pivel Devoto, luego de una ardua investigación derivada de la lectura de cartas de Lavalleja y Pedro Trápani, se ha formado otra opinión con respecto a este hecho histórico:
    "La interpretación de los hechos que nos legaron nuestros historiadores clásicos, no nos habría permitido por cierto formarnos una idea muy halagadora de la conducta de aquel personaje. En esa creencia hemos vivido muchos años y, más aún, no tengo reparos en confesar que, quienes adquirimos nuestros conocimientos iniciales de historia en un manual, tenemos arraigada la idea de que el "famoso" Manuel José García había sido un enemigo de la República Oriental del Uruguay". El problema es mucho más complejo de lo que se supone. El convenio de paz suscripto por García en 1827 ha pasado a la historia con el duro calificativo de ignominioso que le prodigaron las pasiones desatadas de la época y con el juicio formulado por el presidente Rivadavia en un momento crítico de su gobierno, en el que quiso, por ese medio, conquistar la opinión pública que le rehusaba su simpatía."


    “Sin duda, una actitud poco digna de los integrantes del gobierno, que habían acudido al comisionado para resolver un problema en el cual se había involucrado, por la decisión de entrar en guerra contra el Brasil y haber fracasado en sus intentos de organizar la República, negándose a escuchar a las provincias interiores.“



  4. La Logia Lautaro fue una organización latinoamericana conocida como la Gran Reunión AmericanaLogia de los Caballeros Racionales o Logia Lautarina, que fue fundada por el prócer venezolano Francisco de Miranda, en Londres, en 1797, que tuvo por finalidad lograr la revolución de la independencia de Hispanoamérica de la corona de España y, sobre la base de los principios del liberalismo, establecer un sistema de gobierno republicano y unitario.




    Origen y denominación[editar]


    En 1807, Miranda fundó en Cádiz y Madrid filiales de los Caballeros Racionales.La primera filial de la logia se estableció en Cádiz (España) en el año 1811, con el nombre clave de Logia Lautaro, haciendo referencia al toqui o caudillo mapuche Lautaro,1 que derrotó a los conquistadores españoles en la Capitanía General de Chile en el siglo XVI y mantuvo independiente de la corona española hasta la guerra de Independencia parte importante del cono sur en territorios actualmente de Chile y Argentina. El nombre fue propuesto por Bernardo O'Higgins a Miranda y aceptado de manera unánime por sus miembros.

    Estaba inspirada en su organización en las logias de la masonería y en su inicio fue dirigida por José de Gurruchaga. Entre los miembros principales que participaron en esta sociedad se destacaron:


    Su relación con la masonería[editar]


    Según el historiador argentino Emilio J. Corbiere, la masonería llegó al Río de la Plata a finales del siglo XVIII, influida por los masones españoles y no por los inglesescomo se ha creído. Cuando José de San Martín, Carlos de Alvear y otros patriotas llegaron a Buenos Aires en 1812, la Orden ya estaba implantada: existía la Logia Independencia en 1795 y en 1810 se estableció una homónima, presidida por Julián Álvarez, la cual se llamó Logia de San Juan, y suministró los elementos básicos para la Lautaro. Las Lautarinas fueron logias masónicas operativas (en oposición a las especulativas) pero no en el sentido tradicional del término (es decir, ligada a los gremios de la construcción), sino con objetivos revolucionarios, además de simbólicas; de ahí el error de muchos autores, incluso masónicos, que permitió generar fábulas al respecto. San Martín fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz y de allí pasó a la Logia Caballeros Racionales Nº 3, donde recibió el Tercer Grado de la masonería simbólica, el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808. Posteriormente fundó con Alvear la Logia Caballeros Racionales Nº 7.

    José Stevenson Collante, por su parte, afirmó que en este proceso revolucionario, gran parte de sus miembros tenían la doble investidura de masones de Logias Regulares Universales y de Masones de Logias Patrióticas Revolucionarias Americanas.

    Según el reputado autor masónico Albert Gallatin Mackey, la Logia se compondría de dos cámaras: la masonería simbólica o azul, que constaba de los tres primeros grados, y la masonería superior o roja, compuesta de los grados 4° y 5°, Rosa Cruz y Kadosh, respectivamente, de acuerdo a la terminología masónica. Esta cámara o sección fue denominada por San Martín como Gran Logia de Buenos Aires, y fue la que actuó en política prescindiendo de la Lautaro, la cual no intervenía para nada en las deliberaciones de aquélla. Por lo tanto, no se trataría de uno, sino que serían dos organismos autónomos, aun cuando guardaran entre sí una estrecha relación.

    Entre los miembros principales que participaron cobraron notoriedad:


    Logia Lautaro de Buenos Aires[editar]


    La Logia Lautaro tuvo su primera filial en América en la Ciudad de Buenos Aires, en 1812, creada secretamente por José de San MartínCarlos María de Alvear, y Julián Álvarez. Tenía como objetivo principal luchar para lograr la independencia de la América Española, triunfando en el plano militar, y haciendo que la política siguiera ese objetivo básico. Desde fines de 1812 se unió a ella la Sociedad Patriótica, que fuera creada por los seguidores de Mariano Moreno.

    San Martín había participado en Londres en las reuniones del grupo que se desarrollaron en las casas de Andrés Bello y Luis López Méndez.

    La Logia Lautaro de Buenos Aires mantenía sus reuniones en los domicilios de alguno de sus miembros o en un local ubicado en lo que actualmente es la calle Balcarce, frente al Convento de Santo Domingo.

    Entre sus miembros o "Hermanos" más importantes se contaron:
    La influencia de la Logia en la política rioplatense llegó a su punto más alto durante los gobiernos del Segundo Triunvirato y los dos primeros Directores Supremos de las Provincias Unidas del Río de la PlataGervasio Posadas y Carlos María de Alvear.

    La "Gran Logia" o "Logia Ministerial"[editar]

    Tras la caída de Carlos María de Alvear, la Logia Lautaro perdió influencia pero cobró nuevo impulso con el nombramiento del nuevo Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón. Él fue quien reorganizó la Logia Lautaro con el nombre de "Gran Logia" o "Logia Ministerial" y la puso a su servicio. Esta nueva logia fue dirigida por el Director Supremo Pueyrredón, su ministro Gregorio García de Tagle y el general Tomás Guido, amigo y confidente de San Martín.
    Entre sus miembros figuraron personalidades heterogéneas como:
    La Gran Logia brindó su apoyo incondicional al Director Supremo y al Congreso de Tucumán y fue el principal puntal del Plan Continental que llevó a cabo el general de San Martín y el Ejército de los Andes para culminar la Guerra de la Independencia de Chile, que había caído nuevamente en poder de los realistas, restaurar el gobierno independentista y poner fin al dominio español en el Virreinato del Perú, el principal centro de poder español en América del Sur.
    La influencia de la Logia porteña se extendió de a poco entre otros países sudamericanos, fundándose varias filiales.
    La logia fue disuelta en el año 1820 por diferencias políticas entre el Directorio porteño y el general San Martín. El gobierno había encargado a San Martín, mientras éste se encontraba preparando la expedición al Perú, marchar con su ejército contra las tropas de los caudillos federales, sublevados en el litoral del país. Pero San Martín se negó, aduciendo a que no toleraría el "derramamiento de sangre entre hermanos". Ante esta negativa, el Directorio decidió disolver la logia, proceso que fue completado poco después de la Batalla de Cepeda, que produjo la finalización de las autoridades nacionales y el comienzo de la Anarquía del Año XX.

    Logia Lautaro de Santiago de Chile o Logia Lautarina

    La principal misión de la Logia Lautarina era establecer gobiernos independientes en América Latina. Dado su carácter de organización secreta ayudó a coordinar y establecer contactos entre muchos de los líderes de la independencia de Chile y Argentina. Asociados destacados de la logia fueron Bernardo O'Higgins y José de San Martín. O'Higgins fue el autor de la Constitución Matriz de la Logia Lautaro establecida en el país trasandino. El contacto entre la Logia Lautarina chilena y sus filiales en Argentina fue posible gracias al mariscal de campo de San Martín, José Antonio Álvarez Condarco.
    La Logia Lautaro de Santiago de Chile fue instalada el 12 de marzo de 1817, después del triunfo de los patriotas en la Batalla de Chacabuco. Tuvo filiales en el Perú,Bolivia y Uruguay.
    Actualmente se discute si fue la Logia Lautarina la que planeó el fusilamiento de los hermanos Carrera (Juan José y Luis) en Mendoza y el asesinato de Manuel Rodríguez en Til-Til, ambos eventos ocurridos en 1818, y en los cuales se vio involucrado Bernardo de Monteagudo, miembro de la Logia.2
    Los miembros más importantes de la filial chilena fueron:

    Otras logias en Centro y Sur América[editar]

                             REPÚBLICA ORIENTAL DE LORD PONSONBY
    • El 24 de julio de 1913, hace un siglo, se inauguró la nueva sede del Hospital Británico con frente a avenida Italia, entonces llamada camino de la Aldea. Era pequeño comparado con el desarrollo actual: 35 habitaciones.
      El viejo Templo Inglés y la construcción de la rambla. Foto: Archivo El País.

      Miguel Arregui
      Se erigió en el mismo predio que cien años antes, cuando era la quinta de Manuel Sainz de Cavia, albergó el Congreso de Tres Cruces o de abril de 1813, del que emanaron las célebres Instrucciones del Año XIII firmadas por José Artigas.
      El nuevo Hospital Británico representó el último gran fasto, el punto más alto del predominio inglés en Uruguay. Luego dos guerras mundiales y la avalancha del capitalismo estadounidense acabarían por eclipsar al gran imperio del siglo XIX.

      La lascivia y el pillaje.

      Por un siglo Uruguay giró en torno a Londres. Súbditos británicos cumplieron papeles decisivos en tres cuestiones básicas: la independencia, la introducción del capitalismo y la modernidad, y la difusión del fútbol.
      Los ingleses llegaron en masa hace más de dos siglos en plan de conquista. Tomaron Montevideo por asalto en una noche sangrienta de febrero de 1807, en la que murieron cerca de 1.000 combatientes en una ciudad que no tenía más de 7.000 pobladores. Saquearon y violaron. Por unas horas "la lascivia, el pillaje y la ebriedad (adquirieron) dominio sin control en los corazones recios de los vencedores", narró John Parish Robertson, un aventurero de 15 años que venía con ellos.
      Luego realizaron una ocupación tan amable como efímera. Debieron retirarse tras ser derrotados en Buenos Aires. Dejaron atrás algunas simientes poderosas: la primera prensa (The Southern Star: La Estrella del Sur), una muestra de las ventajas del libre comercio con su abundancia de mercaderías, e ideas autonomistas que precedieron a la independencia.

      Tras el fin de las guerras napoleónicas en 1815, cuando Britannia rule the waves y aceleraba una Revolución Industrial que liberó las fuerzas productivas más vigorosas de la historia, en el territorio oriental, un nicho semisalvaje y despoblado de Sudamérica, todo estaba por hacerse. No había condiciones culturales adecuadas para el desarrollo de empresarios y empresas: el trabajo duro, el lucro y el éxito estaban muy mal vistos.
      El Uruguay independiente exportaba tasajo y cueros de yeguarizos y vacunos e importaba todo lo demás. Allí estaban los británicos para proporcionar hierro, loza, platos de estaño, cubiertos, cuerdas, cerveza, carbón, muebles, perfumes, cueros curtidos, artículos de talabartería, herramientas, máquinas y los barcos para flete.

      El alambrado inglés.

      Los empresarios británicos dedicados al comercio exterior prosperaron rápidamente. Luego compraron tierras y se convirtieron en capitanes de la industria y la banca. Fueron solo unos pocos audaces aunque decisivos. John Hall, los hermanos John y William Robertson, John Jackson, Samuel Fisher Lafone, Richard Bannister Hughes, los Stirling y los Young, o el fundamental y olvidado George Wilkinson Drabble.
      No fue Lorenzo Latorre quien introdujo el alambrado en Uruguay, un lugar común por estos lares. El Militarismo sí creó las condiciones adecuadas en la campaña para una modernización. Pero el alambrado se impuso porque desde la década de 1860 tanto Estados Unidos como Inglaterra producían alambre barato y en grandes cantidades por primera vez en la historia; y porque los productores de vanguardia los instalaron para un mejor manejo del rodeo.

      El frigorífico.

      Richard B. Hughes cumplió un papel decisivo en la instalación de la fábrica de extracto de carne Liebig`s en Fray Bentos desde 1863 (Frigorífico Anglo a partir de 1920). George W. Drabble creó The River Plate Fresh Meat Company Limited, empresa que instaló el primer frigorífico en Argentina, en Campana (1883), y en Uruguay en 1884, en el Real de San Carlos, cerca de Colonia del Sacramento, destinados a exportar carne ovina enfriada. La planta en Uruguay cerró en 1886 y la producción se concentró en Argentina debido a los beneficios impositivos que otorgó su gobierno.

      Un banco decisivo.

      George Drabble hizo fortuna importando productos británicos a partir de 1849 y compró grandes extensiones de campo. Consiguió inversores ingleses para explotar ferrocarriles y tranvías en Argentina y Uruguay: fue el gestor clave de The Central Uruguay Railway Company (Curcc), o Ferrocarril Central del Uruguay. Presidió hasta su muerte el directorio de The London and River Plate Bank, o Banco de Londres, una institución decisiva y soporte financiero de la comunidad británica.
      Los créditos obtenidos por los gobiernos uruguayos durante el siglo XIX e inicios del XX procedían de la City londinense, como la casa Baring Brothers o Glyn Mills & Co.
      El ferrocarril británico revolucionó el transporte de carga y pasajeros y los modos de producir y de vivir. Terminó de integrar un país dividido en dos por el tajo del río Negro.
      Desde 1888 los ingleses pusieron también tranvías tirados por caballos, en competencia con otras empresas, incluida una de capitales germanos: La Transatlántica. A partir de 1906 la Sociedad Comercial de Montevideo, de capitales ingleses y administrada por Juan Cat, instaló tranvías eléctricos.

      Servicios públicos.

      El telégrafo de The River Plate Telegraph Co (1866) conectó a Montevideo con Buenos Aires y The Western Telegraph Company (1875) con Europa y el mundo.
      Las empresas telefónicas británicas comenzaron a operar en 1881-1882. Hubo varias, pero la pionera fue River Plate Telephone. Fueron nacionalizadas en diciembre de 1915 y el monopolio estatal se volvió completo en 1931. En muchos casos los servicios públicos fueron esbozados por criollos pero alcanzaron su desarrollo luego del ingreso de los capitales británicos y sus administradores.
      El legendario banquero e industrial brasileño Irineu Evangelista da Souza, barón de Mauá, en serios aprietos por una nueva corrida de depositantes contra su banco, en 1872 vendió en Londres las acciones de su Compañía del Gas de Montevideo y el dique anexo. Suministraba gas para iluminación callejera y hogareña. Así Montevideo Gas Company and Dry Docks Ltd inició su larga permanencia de casi un siglo en la ciudad, que finalizó en 1974 cuando la planta de gas y el servicio fueron expropiados por el Estado uruguayo, que luego los otorgó en concesión.
      La empresa Fynn, Lezica y Lanús, que en 1871 había inaugurado el abastecimiento de agua potable a Montevideo, en 1879 vendió sus instalaciones y derechos a la británica The Montevideo Waterworks Co, que abasteció de agua a la capital hasta que el servicio pasó a manos del Estado en 1950.
      Sobre el 900, cuando los hermanos Henderson regenteaban su almacén Tienda Inglesa en la calle Cámaras, hoy Juan Carlos Gómez 1314, Uruguay tenía la segunda inversión británica per cápita más alta en América Latina, solo detrás de Argentina.

      Ocaso de un imperio.

      La influencia británica comenzó a decaer tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Por entonces el 50% de las inversiones en América Latina provenían del Reino Unido.
      De hecho, José Batlle y Ordóñez, cuya liderazgo signó las dos primeras décadas del siglo XX, fomentó el ingreso de capitales estadounidenses para que compitieran con los británicos.
      La estrella de Albión se apagó casi por completo tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un conflicto de seis años que dejó al imperio en ruinas.
      La deuda británica con Uruguay por suministros, 17,5 millones de libras esterlinas, fue pagada básicamente con la venta al Estado uruguayo de los ferrocarriles, los tranvías y el servicio de agua potable, según el Convenio de 1947.
      Entonces el Reino Unido, bajo gobierno laborista, practicó un proteccionismo que sepultó las exportaciones uruguayas en beneficio de los Estados de la Commonwealth, especialmente Australia y Nueva Zelanda. En el presente las exportaciones británicas apenas rondan el 1% del movimiento comercial de América Latina y del comercio exterior uruguayo.

      Lo que permanece.

      La colectividad británica del 900, pequeña pero influyente, era más bien cerrada y presumida. La formaban inmigrantes pobres y aventureros enriquecidos, hijos engreídos, productores rurales y comerciantes, gerentes y técnicos de empresas, docentes, clérigos o funcionarios destinados a las Malvinas que recalaban en Montevideo.
      Hoy no quedan ciudadanos del Reino Unido en Uruguay, o casi. Son apenas 269 hombres y mujeres, según el censo de 2011, con un promedio de 42 años de edad. La mayoría residía en Montevideo (179), Canelones (40) y Maldonado (25).
      La cultura y la lengua francesas fueron más influyentes en Uruguay que la inglesa, al menos hasta las primeras décadas del siglo XX.
      Pero sobrevive en ciertos nichos una impronta cultural de raigambre inglesa: envejecida como una novela de Agatha Christie y el five o clock tea; o tan snob como quien se tomó muy en serio su educación en un colegio bilingüe; pero también tan cierta como la supervivencia de emblemas como el Instituto Cultural Anglo Uruguayo o The British Schools, o como que los criollos beben en promedio más whisky que cualquiera en el mundo.

    • http://www.elpais.com.uy/informacion/republica-oriental-lord-ponsonby.html
  5. https://es.wikipedia.org/wiki/Logia_Lautaroarriba