PRIMER GOBIERNO DE PERON
1946-1952
4 de Junio de 1946-Juramento del General Perón
Primera presidencia
Poder político, base para gobernar
Pueblo, estado y gobierno al comenzar el gobierno
Medidas previas a la asunción del 4 de junio de 1946
Gabinete de ministros
La primeras medidas económicas de la revolución peronista
El primer año fue decisivo
El sustento político
El primer año de gobierno del peronismo, resulta ser una especie de paradigma de cómo tomar medidas económicas y sociales, sobre la base previa de la fortaleza política. Esto es, la victoria política sobre la oligarquía argentina que significó para Perón y para el Pueblo el 17 de octubre y la elección del 24 de febrero, le permitieron al nuevo presidente tomar medidas verdaderamente revolucionarias en materia económica financiera y social. Tan profundas fueron esas medidas, que solo eran concebibles desde una posición que permitiese llegar hasta el objetivo propuesto, sin mengua ni retroceso alguno. Tal fue lo que el resultado de ambos hechos le permitieron a Perón.
Ciertamente que se discute si lo político es previo a lo económico o a la inversa. Queda claro que, las medidas económicas y las políticas corren muchas veces paralelas y muy cerca unas de otras. Pero la posibilidad de tomar decisiones trascendentes, proviene necesariamente de una posición política sólida o de prevalencia y eso es consecuencia indiscutida de un acto político victorioso, de un acto que provee poder. Esa situación es requisito previo e indispensable, para cualquier estructura de carácter económica o de diseño de ingeniera social que quieran realizarse.
En 1946 y aún antes de asumir la presidencia, Perón contaba a su favor con dos hechos políticos de significativa trascendencia, el 17 de octubre que ya mencionamos y la victoria electoral del 24 de febrero. Ambos le daban legitimidad, legalidad y el poder necesario para tomar las decisiones que hubo de tomar.
Debe tenerse muy presente que los derrotados eran: la oligarquía vacuna y sus aliados ingleses y yanquis. Eran el poder en la Argentina de los últimos noventa años. De la alianza de la oligarquía con Inglaterra, hay que tener muy en cuenta no solo el comercio de materias primas como carnes, granos y lanas fundamentalmente, sino que todas las finanzas de la Argentina estaban controladas por los ingleses, como así también todos los servicios públicos. Un poder muy vasto e importante, por su magnitud y las consecuencias sobre la economía colonial de nuestro país. Su correlato, la pobreza de la mayor parte del pueblo argentino. A ese poder se lo derrotó políticamente dos veces en pocos meses. Un hecho de trascendencia que torcía el rumbo de la historia de los argentinos. El nuevo aliado de la oligarquía, Estados Unidos, también caía derrotado en su primer intento de sujeción de la soberanía argentina.
El espacio político con que contaba Perón después de estos hechos, era ciertamente enorme. Pero había que consolidarlo con medidas económicas, sociales y nuevas medidas políticas que apuntaran a la organización del pueblo. No tardaron en llegar.
Pueblo, Estado y Gobierno en 1946
En un testimonio de Perón (1), su discurso del 2-7-1952, daba cuenta claramente sobre cual era el estado de organización en que se encontraban el pueblo, el estado y el gobierno.
Dice Perón: “en cuanto a la organización, no puede nadie negar que nuestro pueblo estaba totalmente desorganizado. Las fuerzas naturales de la organización no se habían realizado en nuestro pueblo, sino alrededor de círculos o intereses que no es lo racional para la organización de una Nación y menos de un Pueblo. El Estado estaba total y absolutamente desorganizado como consecuencia de haber mantenido una vieja organización que pudo haber respondido hace cien años pero que ahora ya no respondía a las necesidades del momento y menos en una época inminentemente técnica en la organización, en la administración, y en el gobierno… Frente a ese problema se presentó, como previo a todo, organizar el gobierno; después organizar el Estado...
…Fue así, señores, que comenzamos por organizar el gobierno, creando un instrumento de planificación, uno de racionalización, uno de estadística. Es decir, señores, lo necesario para saber qué tenemos, cómo lo tenemos y después, cómo debemos actuar para realizar un trabajo. Todo eso se realizó en el gobierno.
Después, esa organización pasó por la Ley de Ministerios al Estado, y este comenzó a organizarse de la misma manera en cada institución, en cada departamento, como se había organizado el gobierno con sus organismos, etc.”
Una dramática descripción de cual era la situación de inorganicidad del pueblo y la obsoleta y perimida organización del estado liberal, que servía a otros intereses y no precisamente a los del pueblo.
Perón había previsto estas condiciones y por cierto que eran incompatibles con cualquier gobierno que se pusiese al servicio del pueblo en el marco de la Revolución Justicialista. Por eso en 1944, había creado el Consejo Nacional de Posguerra. Decimos en esta página en Textos Centrales//La Ruta de Perón 1893-1945:“Efectivamente, el 25 de agosto de 1944, el ejecutivo promulga el decreto 23.847 por el cual es creado el Consejo Nacional de Posguerra como órgano consultivo de la vicepresidencia. Es decir, queda en manos de Perón, nombrado presidente del organismo, toda la tarea de planificación del futuro gobierno del pueblo…”
Varios centenares de cuadros se formaban para el futuro Movimiento Peronista y para la función de gobierno. Era muy visible el próximo fin de la 2ª Guerra Mundial y en ella la derrota del Eje alemán-japonés a manos del nuevo imperio naciente: el yanqui.
Ese Consejo había previsto el organigrama del futuro gobierno en la nueva situación internacional, como también las grandes líneas del mismo, la visión estratégica, esto es en el sentido de su trascendencia hacia el futuro. Pero era imposible planificar absolutamente todo sin arribar al gobierno y al estado mismo. Sin hacer pié en él. Y aquí conviene leer el discurso del 2 de julio de 1952, para tener una idea cabal de la dificultad que hubo de afrontarse en 1946 al comenzar el primer gobierno peronista.
Ver en nuestra página en DOCUMENTOS/ Discurso de Perón 2-7-1952
Debe tenerse en cuenta que estamos en los inicios de una revolución y que, como tal, se aborda el problema desde otra óptica y en otra profundidad. Hay que transformar todo. Lo heredado no servía al pueblo y si otro hubiese sido el ganador de la elección de febrero del 46, seguramente lo que se hubiera hecho habrían sido solo retoques para que nada cambiara de lo esencial.
El estado liberal heredado, creado y organizado después de la caída de Rosas, debía ponerse en línea con las necesidades del pueblo y a su servicio.
Lo que vamos a historiar desde aquí en adelante, son todas las transformaciones posibles operadas en el mismo hasta agotarlo y demostrar que la verdadera revolución que plantea el peronismo es con otro tipo de estado, hoy pendiente de realización, igual que el Proyecto Nacional e igual que la misma Revolución.
Los hechos
Medidas previas
Como hemos apuntado previamente, en Parte III-La Toma del Poder-La Concepción del Poder en el Peronismo, que Perón ni bien constató que se había ganado en la elección del 24 de febrero y aún antes de la votación del Colegio Electoral, tomó medidas de singular importancia, las cuales volvemos a repasar y a tener en cuenta.
Ellas fueron:
24 de marzo: disuelve la estructura de los partidos Laborista y U.C.R. Junta Renovadora para constituir el Partido Unico de la Revolución Nacional, paso previo a la creación del Partido Peronista.
25 de marzo: El economista y empresario Miguel Miranda asume como presidente del Banco Central de la República Argentina. El presidente Farrell mediante el decreto-ley 12.962 nacionaliza el Banco Central y todos los depósitos bancarios.
El Banco Central concentra la facultad de emitir toda clase de moneda, se lo provee de una nueva Carta Orgánica y se reforma la ley de Bancos. Se le confiere el ejercicio unificado del control de cambios.
Se crea el Instituto Mixto de Reaseguros.
23 de mayo: Se crea la Secretaría de Salud Pública con rango de ministerio y días después es designado al frente de la misma el Dr. Ramón Carrillo.
28 de mayo: Se crea el I.A.P.I., Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, dependiendo del Banco Central y centralizando todo el comercio exterior y la transferencia de los recursos a los productores. Miguel Miranda también es su presidente.
29 de mayo: el gobierno restituye al coronel Perón a la actividad militar, ascendiéndolo a general de brigada tal como le hubiese correspondido al 31 de diciembre de 1945.
Gabinete de ministros del general Perón
Primera presidencia 1946-1952
Incluye ampliación de la nueva ley de ministerios dictada en 1949
La primera medida de organización de su gobierno, fue la designación de los ministros a cargo de las áreas correspondientes.
A continuación ofrecemos el cuadro del gabinete ministerial del primer gobierno de Perón, incluyendo los nuevos ministerios que se crearon en 1949.
En lo económico
Las grandes transformaciones
Las grandes transformaciones
La Economía Peronista por Perón
La economía al servicio del hombre y no al revés
Lo primero que hay que precisar, al momento de historiar las medidas económicas implementadas por el gobierno peronista a partir de 1946, es el contenido filosófico que las sustentan.
Así como el liberalismo adopta e implementa medidas que tienen como objetivo resguardar una filosofía de vida, donde lo que hay que preservar es el individualismo y el egoísmo a ultranza, por más que lo nieguen en sus enunciados, el justicialismo naciente pondrá sobre el terreno de los hechos, su propia filosofía.
La contradicción principal, en los términos con que Mao Tse Tung las define como antagónicas, es decir que se resuelven eliminando el factor que se le opone, es en la economía justicialista, el lugar que ocupa el hombre en relación a la economía. Para Perón la economía debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de economía. Esto debe ser sí o sí de este modo, porque de lo contrario la nueva doctrina y el nuevo pensamiento no estarían removiendo los pilares de la injusticia en la que se basa toda la práctica del liberalismo. No hay opciones intermedias en esta materia. O el hombre o el capital, y este principio está claramente consagrado en la Constitución Nacional sancionada y promulgada en 1949 en su artículo Nro. 39 donde dice:
“El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino.”
Ver texto completo de la Constitución de 1949 en esta página en el link Documentación.
Su inspiración histórica puede encontrarse claramente en la Doctrina Social de Iglesia, aunque un hecho notable es que, una explicitación de este tema de tanta envergadura ética, puede verse en el documento Gaudium et spes/Gozos y esperanzas, virtual conclusión del Concilio Vaticano II del 7 de diciembre de 1965, es decir un día antes de su clausura. Dice el documento en su:
Ley fundamental del desarrollo: el servicio del hombre
64. Hoy más que nunca, para hacer frente al aumento de población y responder a las aspiraciones más amplias del género humano, se tiende con razón a un aumento en la producción agrícola e industrial y en la prestación de los servicios. Por ello hay que favorecer el progreso técnico, el espíritu de innovación, el afán por crear y ampliar nuevas empresas, la adaptación de los métodos productivos, el esfuerzo sostenido de cuantos participan en la producción; en una palabra, todo cuanto puede contribuir a dicho progreso. La finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas;de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre. (2)
O sea, la economía al servicio del hombre y no al revés. Lo extraordinario fue que Perón había puesto en práctica este principio, diecinueve años antes del documento del Concilio…. El hombre en esta postura justicialista, ocupa el lugar central que le corresponde y todo debe responder a sus necesidades.
Pero para esto debe haber una clara y contundente decisión política, en cuanto a que la dirección del desarrollo económico ha de estar fijado con ese propósito, servir al hombre. El liberalismo lo plantea exactamente al revés. Primero las necesidades de lucro del capital y luego el hombre sometido a ese interés.
Explica Perón que “el Consejo Nacional de Posguerra preparó las bases mediante un estudio completo de la economía argentina en los aspectos del consumo, la producción, la industria y el comercio. Mediante encuestas y estudios estadísticos establecimos la situación, la apreciamos y tomamos las resoluciones más adecuadas, esperando el momento oportuno para actuar.”(3)
Y el momento llegó con la victoria electoral y fue ahí que se comenzaron a tomar las primeras medidas de gran trascendencia.
Nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios
Nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios
Decir nacionalización del Banco Central de la República Argentina pareciera encerrar una contradicción, porque ¿Cómo era posible nacionalizar lo que supuestamente era argentino?
Tengamos en cuenta lo siguiente: en 1933 se había firmado entre la Argentina e Inglaterra el vergonzoso pacto llamado Roca-Runciman, por el cual Inglaterra se comprometía a seguir comprando carnes argentinas a cambio de innumerables concesiones por parte del gobierno argentino, todas destinadas a consolidar los intereses ingleses presentes en nuestro suelo desde hacía décadas. Pero un punto en particular tomó crucial importancia: bajo el amparo de una cláusula secreta el pacto firmado disponía la creación de un Banco Central Mixto (primera denominación), donde la mayoría de su directorio debía estar compuesto por representantes de empresas y bancos ingleses. El gobierno argentino estaría en ese directorio en minoría con solo cinco directores sobre doce. Un verdadero escándalo colonial solo posible en el marco de la Década Infame (primera).
El resultado fue que finalmente el banco se creó con esa conformación mediante las leyes 12.155 a 12.160, sancionadas durante el gobierno de Agustín P. Justo y de tal forma quedaba consolidado y perfeccionado el control financiero del país por manos extranjeras. El gobierno argentino no podía tomar créditos del Banco Central ni para sí mismo, ni para gobierno provincial alguno. Debía sí endeudarse en el exterior y tuvo que integrar la mitad del capital del mismo, pero no ejercer ningún poder de decisión, por ser una entidad independiente y autárquica del gobierno argentino.
Quedaba por lo tanto, la canalización del crédito hacia empresas extranjeras, discrecionalmente en manos del directorio mayoritariamente extranjero. Todo un verdadero disparate colonial y un verdadero cepo para el desarrollo económico nacional independiente. Era la consumación de la dependencia de Inglaterra.
Cuando Perón llega al poder, era evidente que una de las primeras medidas a tomar debía ser el control de las finanzas nacionales. El lo explica de esta forma: “La primera reforma fue la financiera, mediante la nacionalización del sistema bancario, convirtiendo el Banco Central de la República en un banco de bancos, mediante la nacionalización de los depósitos y a los demás bancos en agencias del mismo. Esto permitió por primera vez en nuestro país, un control financiero por el Estado, pues hasta entonces ese era resorte de los bancos extranjeros de plaza. Ese fue el primer paso de la reforma económica que emprendimos: hacer argentino el dinero del país.” (4)
El fundamento que expone Perón es inapelable. Dice: “La economía y el libre mercado son sólo afirmaciones para el consumo de los tontos e ignorantes. La economía nunca es libre, o la controla el Estado en beneficio del pueblo, o la controlan las grandes corporaciones en perjuicio de éste.” Y lo que hizo nacionalizando el Banco Central, fue la primera medida, entre muchas otras, para que el Estado controlara los medios financieros y poniéndolos de ese modo al servicio del sistema económico nacional y este al servicio del pueblo. El esquema anterior era inconcebible pero ciertamente eso ocurría en la Argentina y el nuevo gobierno lo borró en un acto de poder rápido y contundente.
Una de las cuestiones más sensibles que se puso en marcha con la nacionalización, fue como derivar el crédito para el comercio externo e interno. Con el Banco Central en poder de los ingleses, el país se endeudaba y los créditos internos eran otorgados a los grandes consorcios y bancos vinculados al imperialismo británico. La cuestión dio un giro de 180 grados, poniéndose todos los recursos financieros al servicio de la industria y del comercio argentino.
Al nacionalizar los depósitos de los bancos, estos no podían distribuirlos libremente como créditos sin previa autorización del Banco Central, lo que garantizaba que esos créditos fueran a donde debían ir, de acuerdo con la estrategia de la economía nacional. Se torcía entonces el paradigma liberal de una supuesta libertad económica, tan mentirosa e hipócrita, como que de todos modos también estaban planificadas y dirigidas las acciones económicas, pero en el sentido contrario a los intereses del pueblo.
Además y como ya apuntamos: el Banco Central concentra a partir de ahora la facultad de emitir toda clase de moneda, se lo provee de una nueva Carta Orgánica y se reforma la ley de Bancos. Se le confiere el ejercicio unificado del control de cambios, medida esta de extrema importancia para asegurar la capitalización del Estado Argentino.
Así fue que el 25 de marzo de 1946 el presidente Farrell, dicta el decreto-ley 8.503 mediante la cual se nacionaliza el Banco Central y todo el sistema bancario de la Argentina. Obsérvese que Perón aún no había llamado a festejar la victoria del 24 de febrero y el colegio electoral todavía no lo había votado. Sin embargo, el triunfo estaba asegurado y el poder ya estaba en sus manos. Por lo tanto empezó a ejercerlo.
El primer presidente del Banco Central de la República Argentina, fue el empresario Miguel Miranda.
El primer presidente del Banco Central de la República Argentina, fue el empresario Miguel Miranda.
Miguel Miranda, empresario y economista
Primer presidente del Banco Central nacionalizado
Miguel Miranda por Perón
Reunido Perón con un grupo de técnicos les expuso las necesidades de financiamiento para todos los planes y emprendimientos que se proponía llevar adelante en su primer gobierno. Sobre esa reunión nos da este testimonio: “…Me perdí diez horas explicándoles mis planes y dándoles todos los datos necesarios para encarar el problema. Se fueron a estudiar, y tres días después nos reunimos de nuevo para considerar soluciones. Confieso que quedé defraudado, pues conversaron mucho, no dijeron nada y lo poco que trajeron no lo entendí, porque lo hicieron en una terminología tan rara y tan confusa que dudo que ellos mismos se entendieran.
La reunión terminó un poco intempestivamente, pues uno de ellos me dijo: ‘Señor, usted debe gastar tantos miles de millones que no tiene. Si no tiene dinero, ¿Cómo quiere comprar?, a lo que yo le respondí: ‘Amiguito, si yo tuviera el dinero no lo habría llamado a usted, habría comprado’, y aquí terminó la entrevista.
Me convencí que no era asunto de técnicos, sino de comerciantes, y llamé a mi gran amigo D. Miguel Miranda, el ‘Zar de las finanzas argentinas’, como algunos le llamaron. El había empezado como empleado con noventa pesos de sueldo y en diez años había levantado treinta fábricas.
Le conté el incidente con los técnicos y me dijo: ‘General, ¿usted cree que si fueran capaces de algo estarían ganando un sueldo miserable como asesores?’ ‘Pero Miranda, le dije, vea que hay que comprar mucho y no tenemos dinero’ ‘Esa es la forma de comprar, sin dinero, me dijo. ¡Con plata compran los tontos! Este es mi hombre, pensé para mí…
Miguel Miranda era un verdadero genio. Su intuición, su tremenda capacidad de síntesis y su certera visión comercial, hicieron ganar a la República, en un año, más que cincuenta años de la acción de todos sus economistas diletantes y generalizadores de métodos y sistemas rutinarios e intrascendentes.
Fue allí mismo que entregué a Miranda la dirección económica, creando el Consejo Económico Nacional y nombrándolo presidente. El fue, desde entonces, el artífice de esa tremenda batalla que se llamó la Recuperación Nacional, que culminó con la independencia económica argentina.
Sería largo de detallar la acción desarrollada por este hombre extraordinario que no descansaba ni dormía, abstraído por completo en la batalla que estaba librando. Allí aprendí que si bien un conductor puede cubrirse de gloria en una acción de guerra, esta acción anónima es también la verdadera gloria. Fuera de la Casa de Gobierno la gente malediciente murmuraba sobre los ‘negociados de Miranda’, con una ingratitud criminal y los eternos simuladores de la virtud y la honradez se hacían lenguas de ello: ¡Miserables, estaba trabajando para ellos!” (5)
Discurso de Perón - Asunción de Miguel Miranda al Consejo Económico Nacional (1947) youtube-AUDIO
1948-Impreso en el que Perón explica la Reforma Económica
I.A.P.I. Instituto Argentino de Promoción del Intercambio
La gran herramienta
Otra medida previa de enorme trascendencia, fue la creación el I.A.P.I. Instituto Argentino de Promoción del Intercambio. Fue fundado el 28 de mayo de 1946 mediante el decreto-ley Nro. 15.350 del presidente Farrell.
En el organigrama del Estado Argentino dependía directamente del Banco Central, lo que da una idea cabal de su importancia. Tanto es así, que su primer director fue Miguel Miranda, reteniendo además, su cargo de presidente del Banco Central. Este estratégico organismo fue creado para concentrar la comercialización de los productos agrícolas, particularmente los granos, siendo una fuente de divisas clave para la renta nacional. ¿Como operaba?
Compraba al productor agrícola su producción al mejor precio posible, lo que siempre habría de ocurrir y nunca dejar desconforme y sin utilidad al productor agrario. Esa enorme masa de granos era comercializada por el Estado en el exterior obteniendo también los mejores precios posibles. La diferencia quedaba en poder el Estado y era devuelta al pueblo en bienes y servicios, subsidios y créditos blandos para los mismos productores agropecuarios a quienes ya se les había pagado un precio rentable, y una cuestión clave para la economía agropecuaria argentina: el combate contra las plagas, ejemplo la langosta, que constituían verdaderos flagelos y azotes, tanto para los productores como para la economía nacional. La plaga de la langosta fue erradicada en muy pocos años a partir de 1946.
La intervención del Estado entonces, quedaba marcada como una garantía de defensa de los precios que se les pagaba a los productores, evitando su deterioro ante los continuos cambios de los términos de intercambio, es decir las consecuencias de las oscilaciones en los precios de las materias primas.
Anteriormente ese rol lo jugaban los consorcios extranjeros que compraban las cosechas a precio vil, dejando poco menos que en ruinas a los productores y quedándose con la mayor tajada del negocio, al revenderlo al exterior a precios muy superiores. Un sistema perverso y ruinoso para el país y para los productores agropecuarios argentinos llegaba a su fin. El I.A.P.I. lo hizo posible y dicho en otras palabras, con esta herramienta se nacionalizaba el comercio exterior. Un hecho histórico.
El I.A.P.I. también asistía financieramente a empresas del estado nacional, gobiernos provinciales y canalizaba el crédito en la actividad privada industrial para la adquisición de bienes de capital. Complementariamente, era el agente de propaganda por excelencia en el exterior sobre la calidad y diversidad de los productos argentinos. Estas funciones eran absolutamente claves para el proceso de industrialización iniciado en 1946.
Los primeros años de la actuación del I.A.P.I. resultaron ser exitosos en todos sus objetivos, tal cual como se los había planteado. Posteriormente y con la desvalorización internacional de los precios de las materias primas que Argentina comercializaba en el exterior, el instituto pasó a ser deficitario en términos de ganancias como ecuación entre costos e ingresos. Sin embargo, continuó siendo una herramienta de subsidio a la producción, ya que a través de el, se siguió canalizando todo el apoyo a los productores principalmente agropecuarios, a quienes se les sostuvo el precio de sus cosechas por encima de cualquier consideración.
Continuaremos analizando la actuación del I.A.P.I. a medida que transcurran los años del gobierno peronista, pero ya hemos hecho pié en una cuestión clave: el I.A.P.I. fue una herramienta ineludible, necesaria y provechosa para los negocios del estado y de los productores argentinos. Esa es su justificación histórica.
I.A.P.I.
Una explicación simple y objetiva
"Al terminar la Segunda Gran Guerra europea y como resultado de la catástrofe bélica, una gran inflación elevó los precios de los artículos manufacturados. Como a raíz de la guerra los países beligerantes habían organizado comités estatales de adquisiciones de granos, Argentina se vio obligada, para defender su producción agraria ante los grandes Estados compradores, a constituir por su parte otro organismo estatal, esta vez argentino, y defender los precios de sus productos primarios. Los restantes países trigueros adoptaron el mismo criterio: Australia mediante el Australian Wheat Board (AWB); Canadá con el Canadian Wheat Board (CWB) y Estados Unidos con la Commodity Credit Corporation (CCC). El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (I.A.P.I.) fue la respuesta argentina a la referida estatización de los instrumentos de comercialización. Con este sistema el Estado nacional protegió los precios de los productores; se reservó las ganancias (rentas diferenciales) anteriormente absorbidas por los monopolios y las utilizó para financiar obras de interés público".
Jorge Abelardo Ramos (6)
El primer objetivo estratégico
La Independencia Económica, una de las tres banderas del justicialismo
Cuadro de situación financiero en 1946
Para tener una idea cabal sobre cual era el estado financiero de la “Colonia Argentina” en manos británicas en 1946, basta repasar cuales eran los principales parámetros macroeconómicos con que se encontró el gobierno de Perón en ese año.
El objetivo del peronismo, planteado en el mismo inicio del gobierno y la Revolución Justicialista era la Independencia Económica. Pero ¿Como llegar a él con semejante peso de deuda externa y extracción de divisas por todas las actividades productivas y de servicios en manos extranjeras?
Este era el cuadro de situación explicado por Perón: “Se trataba de resolver, ayudados por las circunstancias, el más fundamental problema argentino: su independencia económica. La importancia de este paso se medirá en toda su proyección si pensamos que, liberados políticamente en 1816, habíamos caído en el vasallaje económico hasta nuestros días.” Y prosigue: “Nuestra deuda externa ascendía en diversas obligaciones a más de seis mil millones de pesos, en ese entonces algo así como unos dos mil millones de dólares, por la cual pagábamos ochocientos millones de pesos anuales en amortizaciones e intereses (2.500 millones de dólares). Esto era nuestro primer objetivo.
La nacionalización de los servicios públicos, en poder de consorcios extranjeros, era el segundo objetivo de la recuperación. Se trataba de los ferrocarriles, transportes de la ciudad de Buenos Aires, el gas, los teléfonos, seguros y reaseguros, electricidad, comercialización y acopio de las cosechas, creación de una flota mercante y aérea, etcétera, etcétera.
Las relajaciones de los gobiernos con los consorcios explotadores de estos servicios eran cordiales. No era que nosotros, por chauvinismo, quisiéramos nacionalizar y menos aún despojando a nadie. El caso era que, de mantener este estado de cosas, estaríamos sometidos a una descapitalización progresiva. Queríamos pagarles por sus instalaciones un precio justo y tomarlas a nuestro cargo para su funcionamiento como un servicio estatal.
En las siguientes cifras, se observará objetivamente las remesas financieras anuales que ocasionaban estos servicios explotados por compañías extranjeras: la deuda pública 800 millones, los ferrocarriles 150 millones, la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires 120 millones, el servicio de gas 110 millones, los teléfonos 120 millones, seguros 150 millones, reaseguros 50 millones, electricidad 150 millones, comercialización de la cosecha 1000 millones, transportes marítimos 500 millones de fletes en divisas, etc. Sólo en estos rubros las remesas financieras anuales visibles pasaban de los 3.000 millones de pesos (1.000 millones de dólares de entonces). Si se considera la necesidad de otras remesas financieras de diversas empresas establecidas en el país y las remesas visibles, siempre numerosas por la especulación, podíamos calcular aproximadamente una descapitalización anual por envíos y evasiones que pasaba de los 6.000 millones de pesos anuales. Si consideramos que el monto de nuestra producción anual no pasaba de los 10.000 millones de pesos, se tendrá la verdadera sensación de para quién trabajaban los argentinos.” (7)
Verdaderamente si nos atenemos a este cuadro de situación financiero que nos presenta Perón, la realidad de la economía argentina era poco menos que desoladora. Sin embargo, tomando el resorte estratégico del Banco Central y creado el I.A.P.I. la producción de los argentinos comenzó a revertir el sentido de sus beneficios. Si antes quedaban en manos extranjeras, desde ahora en adelante quedaban en el país y se distribuían entre los argentinos. No otro fue el milagro económico operado a partir de 1946. Para esto, por supuesto, hacía falta una enorme cuota de sentido nacional y de un proceder como argentinos. Eso era desconocido hasta entonces.
Algunas herramientas más vinieron a completar este cuadro de realizaciones: fueron creados el 12 de julio de 1946 el Consejo Coordinador de Investigaciones, Estadísticas y Censos. Clave para saber donde estábamos parados y cuales eran los parámetros socio-económicos sobre los cuales había que operar. En otras palabras conocer la realidad de todas aquellas cuestiones mensurables.
El Decreto Nº 15.345/46, creó el Instituto Mixto Argentino de ReasegurosI.M.A.R. con el claro propósito de evitar el drenaje de divisas hacia el extranjero en materia de reaseguros. Ningún seguro emitido por ese entonces reaseguraba en el país. La sangría en este concepto era continua. Se termina con esa situación y el 24 de junio de 1947 va a ser ratificado este decreto mediante la ley Nº 12.988 con la creación del Instituto Nacional del Reaseguro I.N.D.E.R. y finalmente el Consejo Federal de Coordinación, un organismo clave para la coordinación de las tareas del gobierno central con las propias de los gobiernos provinciales.
Además, se creó el Instituto Argentino de Promoción Industrial, primer paso en una estrategia para la industrialización argentina; se reformaron las cartas orgánicas de los Bancos Central, Nación, Hipotecario y de Crédito Industrial. Todo debía estar en línea con el objetivo central, la Independencia Económica.
Se crea una secretaría con rango de ministerio absolutamente clave para la gestión gubernamental: la Secretaría Técnica de la Presidencia. Esta secretaría reemplaza al Consejo Nacional de Posguerra, cuyo secretario era el Dr. Francisco José Figuerola quién va a ser el titular de la nueva secretaría. Un paso adelante de extrema importancia.
La moneda y el respaldo en oro y en dólares
Acuerdos de Brettón Woods
Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial
El nuevo paradigma peronista sobre el respaldo de su moneda
Pero todas estas resoluciones, creación de herramientas claves y toma del poder en instrumentos preexistentes, como el Banco Central, también debían estar sustentadas por una política referida al manejo de la moneda argentina, su respaldo, su utilización y la decisión política del gobierno peronista, en relación a los nuevos instrumentos de dominación internacional que estrenaba el renovado imperio.
Esto es, el mundo que se había manejado financieramente desde principios de siglo según las reglas del patrón oro, es decir, con la moneda de cada país valiendo según la cantidad de oro que pudiera respaldarla, en 1944, cuando se avizoraba el fin de la Segunda Guerra Mundial y era más que predecible que Estados Unidos y sus aliados serían los ganadores, estos se reunieron entre los días 1º y 22 de julio de ese año en el centro turístico de Brettón Woods, en Nuevo Hampshire, Estados Unidos, para fijar las nuevas reglas sobre las relaciones financieras y comerciales de los países en el orden internacional.
1-7-1944 - Sesión inaugural en Brettón Woods
Tal como era previsible, quien asomaba como el nuevo amo del mundo, Estados Unidos, impuso todos sus criterios, los que quedaron fijados en los siguientes términos:
- Abandono del patrón oro. Solamente el propio Estados Unidos respaldaría a su moneda, el dólar, con oro, por ser el mayor tenedor mundial de ese metal. El resto de los países fijarían el valor de su moneda según la cantidad de dólares que los mismos pudieran ser capaces de atesorar. Quedaba más que claro, que el propio emisor de los dólares pasaba a controlar de hecho toda la economía mundial, al menos la de la órbita capitalista, ya que tenía en sus manos el control del circulante con que se avalaba todas las demás monedas. Una nueva herramienta de sujeción colonialista acababa de nacer. Por otra parte, el propio respaldo del dólar con el oro, era absolutamente dudoso, por cuanto nadie sabría a ciencia cierta si Estados Unidos tenía la cantidad física de oro suficiente, que decía tener, para respaldar su propia moneda, tal como quedaba enunciado en forma nominal al fijar límites para la emisión monetaria. De todas formas y para blanquear este fraude, el presidente Nixon, en 1971, rompió unilateralmente esta supuesta “regla de oro” y permitió la emisión de billetes sin el debido respaldo. En rigor, dio un supuesto final a lo que nunca había sido real. (8)
La maniobra era perfecta y todo quedaba atado a los intereses de la metrópoli emisora.
-Creación de dos entidades financieras “madres”, el Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. La finalidad de ambas era el control liso y llano de todas las economías del planeta en el área dependiente de los Estados Unidos, ya que serían las otorgadoras de crédito a condición de imponer las reglas económicas según los parámetros de los Estados Unidos y no de los intereses nacionales de cada país integrante. Con esto quedaba sellado el nuevo esquema de dependencia colonialista, desde ahora en adelante con Estados Unidos como amo y señor en reemplazo de Inglaterra.
Estas dos entidades comenzaron a operar en 1946, es decir simultáneamente con el comienzo del primer gobierno de Perón.
De hecho que la mayoría del mundo ligado al nuevo imperio estadounidense, se asoció a la nueva entidad financiera internacional. Perón y su gobierno tomaron la trascendente y soberana decisión de no adherir al mismo, lo que reveló desde el primer minuto de nuestro gobierno, tanto como del mismísimo F.M.I. quién era quién. En el caso del gobierno argentino, expresamente se trataba de fijar posiciones frente al nuevo esquema financiero internacional y abiertamente declarar su soberanía en materia de decisiones económico financieras, es decir era el paso decisivo hacia la Independencia Económica y así se le hizo saber a la nueva entidad.
Pero además de la decisión soberana de nuestro gobierno, esta marcaba de una vez y para siempre cual era el nuevo paradigma doctrinario peronista en materia de respaldo de la moneda. Tal como lo dijimos anteriormente, el nuevo respaldo impuesto por el imperio era el dólar estadounidense y como remanente, el oro que hacia 1946 cada país hubiera podido acumular, es decir que el valor de la moneda estaba relacionado con esas reservas. Dice Perón que, por lo tanto “en el sistema capitalista, la moneda es un fin y no un medio; y a su valor absoluto todo se subordina, incluso los hombres”. Pues bien, Perón invirtió, como el mismo lo dice, esa escala de valores, asignándole valor a la moneda, según la cantidad de bienestar que con ella pudieran obtener los hombres en la comunidad.
Verdaderamente un cambio revolucionario, no solamente en la Argentina, cuya moneda había estado siempre atada al oro y a partir de ahora, debería, según los nuevos dictados internacionales del imperio, estar atada al dólar, sino que en el mundo mostraba un cambio en la valoración de un instrumento como lo es el dinero, poniéndolo al servicio de la economía social, a la producción y al trabajo humano. Seguramente una explosión de magnitud comenzaba a sentirse en las centrales del poder económico internacional. Llegaba desde la Argentina y era un paso decisivo en la próxima declaración de la Independencia Económica.
Extractamos del discurso de Perón del 1º de mayo de 1952, aquellos conceptos relacionados con la cuestión del respaldo de la moneda y del nuevo paradigma justicialista sobre la materia.
“…La reforma bancaria, su consecuente reforma de nuestro sistema monetario y la inversión del sistema crediticio son, acaso, las más visibles aplicaciones de aquel principio económico esencial. En el sistema capitalista la moneda es un fin y no un medio; y a su valor absoluto todo se
subordina, incluso los hombres.
En la memoria de todos nosotros está el recuerdo de los tiempos en que toda la economía nacional giraba en torno del valor del peso.
La economía y, por lo tanto, el bienestar social- estaba subordinada al valor del dinero y éste constituía el primer dogma inviolable de la economía capitalista.
La economía y, por lo tanto, el bienestar social- estaba subordinada al valor del dinero y éste constituía el primer dogma inviolable de la economía capitalista.
Nosotros invertimos aquella escala de valores y decimos que el valor del dinero debía subordinarse a la economía del bienestar social.
Desatamos nuestro peso de su sagrado respaldo en oro.
Ello no significa negar el valor del oro. En un mundo que lo utiliza como moneda internacional, nosotros no podemos despreciarlo en su calidad de medio de pago internacional, aun cuando estemos convencidos de que, por lo general, es mejor tener trigo y carne que dólares y oro.
Pero, en el orden interno, la economía social de nuestra doctrina establece que la moneda es un servicio público que crece o decrece, se valoriza o desvaloriza en razón directa de la riqueza que produce el trabajo de la nación.
Yo me pregunto si es posible acaso tener en circulación el 1951 con la renta nacional que tenemos la misma cantidad de dinero que el 1945, cuando la renta era cuatro veces menos.
Desatamos nuestro peso de su sagrado respaldo en oro.
Ello no significa negar el valor del oro. En un mundo que lo utiliza como moneda internacional, nosotros no podemos despreciarlo en su calidad de medio de pago internacional, aun cuando estemos convencidos de que, por lo general, es mejor tener trigo y carne que dólares y oro.
Pero, en el orden interno, la economía social de nuestra doctrina establece que la moneda es un servicio público que crece o decrece, se valoriza o desvaloriza en razón directa de la riqueza que produce el trabajo de la nación.
Yo me pregunto si es posible acaso tener en circulación el 1951 con la renta nacional que tenemos la misma cantidad de dinero que el 1945, cuando la renta era cuatro veces menos.
Para servir a un país de gran actividad económica se necesita, más dinero que para servir al movimiento económico de un país poco desarrollado.
El dinero tiene para nosotros un solo respaldo eficaz y real: la riqueza que se crea por el trabajo. Vale decir que el oro que garantiza el valor de nuestro peso es el trabajo de los argentinos. El peso no vale -como ninguna otra moneda- por el oro que se adquiere con él, sino por la cantidad de bienestar que pueden comprar con él los hombres que trabajan.
Me tiene sin cuidado el valor que le asignan a nuestro peso quienes lo relacionan con el oro o con el dólar, porque ni el oro ni el dólar engendran la riqueza.
El dinero tiene para nosotros un solo respaldo eficaz y real: la riqueza que se crea por el trabajo. Vale decir que el oro que garantiza el valor de nuestro peso es el trabajo de los argentinos. El peso no vale -como ninguna otra moneda- por el oro que se adquiere con él, sino por la cantidad de bienestar que pueden comprar con él los hombres que trabajan.
Me tiene sin cuidado el valor que le asignan a nuestro peso quienes lo relacionan con el oro o con el dólar, porque ni el oro ni el dólar engendran la riqueza.
Por otra parte, ni el oro ni el dólar son valores absolutos y, en último término, también dependen del trabajo.
Felizmente, nosotros rompimos a tiempo con todos los dogmas del capitalismo y no tenemos de qué arrepentirnos.
No les pasa, en cambio, lo mismo a quienes aceptaron de buena o mala gana las órdenes o las sugerencias del capitalismo y amarraron la suerte de sus monedas al destino de la que acuña o imprime en las metrópolis, cifrando toda la riqueza del país en las monedas fuertes que circulaban por él sin producir otra cosa que capitales de comercio y de especulación.
Nosotros despreciamos, acaso, un poco el valor de las monedas fuertes y elegimos crear, en cambio, la moneda del trabajo, quizá un poco más dura que la que se gana especulando, pero por eso mismo menos variable en el juego mundial de las monedas.
Nosotros despreciamos, acaso, un poco el valor de las monedas fuertes y elegimos crear, en cambio, la moneda del trabajo, quizá un poco más dura que la que se gana especulando, pero por eso mismo menos variable en el juego mundial de las monedas.
Mientras los argentinos quieran trabajar y se ingenien en producir, creando así la moneda efectiva y real, el peso -cualquiera sea el valor que le asignen en los mercados del capitalismo- no entrará jamás en la crisis que le auguran desde 1946 nuestros obtusos críticos, cuyas finanzas giran alrededor del dólar, que, de paso, suele ser también la moneda que paga sus ataques y sus traiciones. En términos de economía social, es necesario establecerlo definitivamente: la única moneda que vale para nosotros es el trabajo y son los bienes de producción que nacen del trabajo. La valorización peronista de la moneda no tiene como efecto final el incremento de los capitales, sino el aumento del poder adquisitivo de los salarios.
Los salarios tienen mayor poder adquisitivo no en la medida del valor del peso sino en la medida en que el trabajo que se paga con aquellos salarios produce bienes útiles a la comunidad.
Los salarios tienen mayor poder adquisitivo no en la medida del valor del peso sino en la medida en que el trabajo que se paga con aquellos salarios produce bienes útiles a la comunidad.
Para realizar todo esto, la República Argentina ha tomado plena posesión de su moneda convirtiéndola en un simple servicio público y, aun cuando a algunas mentalidades capitalistas esto les suene a desplante de herejía, podemos decir lisa y llanamente que los argentinos hacemos lo que queremos con nuestra moneda, supeditando su valor al bienestar de nuestro pueblo.
Por otra parte, en último análisis, y aun cuando parezca contradictorio, es lo mismo que hacen las metrópolis del capitalismo, que cumplen sus dogmas según la conveniencia, único canon invulnerable de la doctrina que sustentan.
La herejía que nosotros hemos consumado en beneficio del pueblo es la misma que los imperialistas realizan para expoliar al mundo. Nosotros desvalorizamos el peso argentino y así compramos todo lo que era nuestro y todos los capitales que ahora producen y sustentan nuestro bienestar, del mismo modo que ellos desvalorizaron sus monedas para cobrarse la guerra que, al fin de cuentas, hicieron con hombres y con dinero de satélites y colonias.
La herejía que nosotros hemos consumado en beneficio del pueblo es la misma que los imperialistas realizan para expoliar al mundo. Nosotros desvalorizamos el peso argentino y así compramos todo lo que era nuestro y todos los capitales que ahora producen y sustentan nuestro bienestar, del mismo modo que ellos desvalorizaron sus monedas para cobrarse la guerra que, al fin de cuentas, hicieron con hombres y con dinero de satélites y colonias.
La prueba que da valor a nuestra reforma monetaria está en las cifras de nuestra situación.
Desde diciembre de 1946 a diciembre de 1951 nuestra circulación monetaria aumentó, mientras que las reservas de oro y divisas disminuyeron; pero, en cambio, repatriarnos nuestra deuda externa, nacionalizamos empresas y servicios públicos, ampliamos el tonelaje de nuestra flota mercante poniéndola entre las primeras del mundo; crearnos nuestra flota comercial aérea; industrializamos el país con más de 20.000 industrias nuevas; la renta nacional aumentó, y todo esto es riqueza auténtica y son valores materiales que siguen produciendo la riqueza que después se distribuye en el pueblo por los caminos abiertos de la justicia social.
Con oro y divisas -valores improductivos- hemos adquirido valores productivos.
Con oro y divisas -valores improductivos- hemos adquirido valores productivos.
Creo que esto era lo sabio.
Es uno de los resultados evidentes de la reforma monetaria que tanto nos vienen criticando nuestros adversarios... desde aquí y desde las colonias del capitalismo.
Pero los hechos están al alcance de las manos.
Y mientras nosotros aumentamos nuestra riqueza y nuestro bienestar, ellos no saben cómo sostener el techo de la casa, que se les viene abajo.
No nos alegra la desgracia ajena... Nos alegra, eso sí, la, destrucción paulatina de un sistema que explotó a los hombres y a las naciones durante siglos enteros, y nos alegra porque los pueblos están surgiendo, de entre esas ruinas, con la fe y el optimismo de la nueva edad que inaugura en el mundo el reinado de la auténtica justicia y de la auténtica libertad.
Así como la moneda dejó de ser, en la economía social, el signo del capitalismo imperante, también el crédito pasó a integrar nuestro sistema con la modificación de los principios que lo regían. El Banco Central de la República era un instrumento de la Banca Internacional y de su hija, bastarda pero servil, la oligarquía del país.
No nos alegra la desgracia ajena... Nos alegra, eso sí, la, destrucción paulatina de un sistema que explotó a los hombres y a las naciones durante siglos enteros, y nos alegra porque los pueblos están surgiendo, de entre esas ruinas, con la fe y el optimismo de la nueva edad que inaugura en el mundo el reinado de la auténtica justicia y de la auténtica libertad.
Así como la moneda dejó de ser, en la economía social, el signo del capitalismo imperante, también el crédito pasó a integrar nuestro sistema con la modificación de los principios que lo regían. El Banco Central de la República era un instrumento de la Banca Internacional y de su hija, bastarda pero servil, la oligarquía del país.
Ahora es un instrumento del gobierno argentino y sirve al pueblo como cualquier otro instrumento del estado.
Antes de 1946 el sistema bancario era dirigido por extranjeros, ya que los bancos particulares -todos extranjeros-, con un aporte, equivalente a un 30% del capital inicial aproximadamente, manejaban las asambleas, ejerciendo así prácticamente la conducción económica de país.
Ahora el sistema bancario es dirigido por el gobierno que elige el pueblo.
Cuando los bancos servían al capitalismo extranjero y a la oligarquía nacional, lógicamente los créditos bancarios, lo mismo que las divisas..., en una palabra, la moneda de ahorro y la moneda de producción engendrados por el trabajo del pueblo, tenían siempre los mismos destinatarios, que de ninguna manera iban a promover una actividad de beneficio social.
Desde 1946 el crédito tiene como destinatario el pueblo.
Hay en esto una elemental razón de equidad y de justicia: aun cuando los capitales bancarios se integrasen con dinero de unas pocas empresas, como ocurre por lo general en el sistema capitalista, siempre, en última instancia, nace del trabajo que lo crea y debe volver en su redistribución al pueblo que trabaja…” (9)
Ahora el sistema bancario es dirigido por el gobierno que elige el pueblo.
Cuando los bancos servían al capitalismo extranjero y a la oligarquía nacional, lógicamente los créditos bancarios, lo mismo que las divisas..., en una palabra, la moneda de ahorro y la moneda de producción engendrados por el trabajo del pueblo, tenían siempre los mismos destinatarios, que de ninguna manera iban a promover una actividad de beneficio social.
Desde 1946 el crédito tiene como destinatario el pueblo.
Hay en esto una elemental razón de equidad y de justicia: aun cuando los capitales bancarios se integrasen con dinero de unas pocas empresas, como ocurre por lo general en el sistema capitalista, siempre, en última instancia, nace del trabajo que lo crea y debe volver en su redistribución al pueblo que trabaja…” (9)
Ver en esta página el discurso completo de Perón del 1º de mayo de 1952 en DOCUMENTOS.
Las nacionalizaciones
La felicidad del pueblo exige, pues, la Independencia Económica del país como primera e ineludible condición.
Juan Domingo Perón
Despejado el camino en cuanto hace al control de las finanzas, por la creación y la intervención de las entidades necesarias para hacerlo, y de las medidas que cada una de ellas comenzó a aplicar desde 1946 en adelante, destinadas todas a revertir el flujo de los ingresos, a crear riqueza para los argentinos y a sostener la estrategia nacional de independencia económica, queda como paso siguiente el control de los servicios públicos.
Su nacionalización mediante la compra y/o expropiación y creación de las nuevas empresas estatales destinadas a la extracción de riquezas completaría el primer año y medio (1946-1947) del gobierno peronista.
El cuadro de nacionalizaciones fue el siguiente:
Comunicaciones
El 3 de septiembre de 1946 se expropia la compañía de teléfonos llamada Unión Telefónica, subsidiaria esta de la estadounidense I.T.T. El valor de la compra es por 319 millones de pesos. Queda en manos argentinas el principal medio de comunicación que por entonces era el telefónico, creándose para ese fin la E.M.T.A. Empresa Mixta Telefónica Argentina.
Transporte urbano
La conocida Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires C.T.C.B.A. agrupaba a tres empresas inglesas de transporte urbano de colectivos y troles, La Anglo-Argentina, la Lacroze y la Chadopyf. Las tres eran deficitarias y el estado argentino había salido a sostenerlas reiteradamente para que pudieran seguir operando, creando como es lógico, una deuda que los ingleses no estaban dispuestos a pagar y convirtiéndose en el principal accionista. Llegado el momento del inicio del gobierno peronista, este resolvió la expropiación de todo el sistema urbano de pasajeros a cambio de la deuda pendiente. Tres empresas británicas menos en la operación económica argentina.
Energía eléctrica
La anterior Dirección de Energía Eléctrica creada en 1943 y al frente del coronel Bartolomé Descalzo, coordina a partir de 1946 la operación de cuatro empresas, Gas del Estado, Combustibles Sólidos y Minerales, Centrales Eléctricas del Estado y Combustibles Vegetales y Derivados.
A partir del 14 de febrero de 1947 nace Agua y Energía Eléctrica, que es el resultado de la fusión de las Centrales Eléctricas del Estado y la Dirección General de Irrigación. Al frente de la misma estará el ingeniero Juan Eugenio Maggi quién tendrá a su cargo la ejecución de los proyectos incluidos en el 1º Plan Quinquenal, esto es la evaluación y construcción de las obras hidráulicas incluidas en el mismo. Otro organismo clave en grado superior, porque de él saldrán todas las obras para apuntalar la industrialización del país y la obtención de energía necesaria para ese fin. Será la empresa pública que produzca, distribuya y comercialice la energía eléctrica.
Logo insignia de Agua y Energía Eléctrica
Hasta 1946 la energía disponible provenía en mayor medida de las centrales termoeléctricas, lo que provocaba un gran consumo de combustible mineral para hacerlas funcionar. El proyecto de Agua y Energía Eléctrica preveía el reemplazo de las mismas y el aumento del consumo a partir de la creación de otras fuentes de energía, pero mucho más baratas. Para ello se apuntó y se desarrolló la energía hidráulica, aprovechando un recurso natural como es el agua de los ríos. El resultado fue: seis diques con sus correspondientes usinas en Córdoba, otros seis en Catamarca, cuatro en Río Negro, tres en Mendoza, uno en Tucumán, uno en Mendoza y otro en Santiago del Estero. Donde no existía el recurso hídrico en la proximidad del punto geográfico que requería energía eléctrica, se instalaron usinas térmicas convencionales, una en Mar del Plata, otra en Mendoza, otra en Río Negro y otra en Tucumán.
En solo cinco años Argentina pasó de tener una capacidad instalada de 45.000 kilovatios en 1946 a 350.000 kilovatios en 1952.
El carbón, combustible imprescindible
Apuntaba el ingeniero Maggi sobre la explotación en Río Turbio de este mineral:“Una necesidad impostergable porque significaba modificar la vieja mentalidad. Los mismos capitales ingleses que explotaban las fuentes de energía, nos vendían también el carbón para hacerlas funcionar. Para hacer andar aquí sus ferrocarriles importaban su propio carbón. Un negocio redondo que ellos justificaban con el falso argumento del bajo costo: tomaban como base el precio inferior de 20 pesos la tonelada que se había pagado, en lugar de considerar el promedio entre 1910 y 1945 que era de 38 pesos.”
Y como era previsible, debía enfrentarse la toma de una decisión difícil y trascendente: aumentar y dar salida a la producción de carbón que era, en rigor, el combustible que hacía posible la producción de energía eléctrica en las usinas convencionales termoeléctricas.
Argentina tenía el yacimiento de Río Turbio muy poco explotado y con una capacidad de reserva suficiente para abastecer todas las necesidades nacionales. El estado de dependencia colonial en el que estábamos, hacía que ese vital mineral tuviera que ser importado de Inglaterra en buques ingleses, por supuesto. Como también las usinas eran inglesas, al igual que los ferrocarriles, el negocio era extraordinariamente perfecto para la metrópoli. Argentina por su parte, no satisfacía sus necesidades de servicios para todo su pueblo y encima erogaba colosales cantidades de divisas para importar la materia prima y producir por manos extranjeras apenas algo de lo necesitaba en ese rubro, porque la mayoría del pueblo estaba fuera de los beneficios de esa producción.
Dos medidas de gran importancia fueron tomadas: la primera fue la de aumentar la producción de carbón en Río Turbio, con la inauguración de las minas Nros. 2 y 3. La segunda fue comenzar a construir un ramal ferroviario entre Río Turbio y Río Gallegos, con lo que se daba solución a un problema de envergadura, el transporte del mineral a un puerto de ultramar. Una opción era llevar la producción a Puerto Natales, Chile, que era el puerto marítimo más cercano, pero tal resolución colocaba un recurso estratégico en manos chilenas, lo que era inaceptable políticamente. La otra opción era lo que se hacía: se transportaba por vía terrestre hacia el puerto de Río Gallegos con camiones especiales a vapor, marca Sentinel, pero con una marcada limitación en sacar todo el material que podía extraerse. Finalmente el ramal ferroviario fue inaugurado en 1951, con lo que se dio un paso hacia adelante de enorme importancia.
Vagones carboneros saliendo de la mina, ubicación geográfica del yacimiento y tren Río Turbio-Río Gallegos
El pensamiento del Ingeniero Juan Eugenio Maggi
Reproducimos este escrito del ingeniero Maggi, porque en el están perfectamente explicadas cuales eran las necesidades energéticas argentinas, a la luz del estado de dependencia colonial anterior a 1946.
En relación al aprovechamiento hidroeléctrico en la Argentina decía: “¿Cuáles son las causas de este insignificante aprovechamiento? Son numerosas si se analizan separadamente, pero en realidad todas ellas reconocen un único origen: la situación de dependencia colonial, en que se halla actualmente nuestra economía, con respecto a los países que nos proveen de productos manufacturados, y de dinero. Estamos involucrados como un apéndice en las economías de los países imperialistas, para convencerse de ello, basta mirar un mapa y observar nuestra red de ferrocarriles, que se abre en abanico desde nuestros puertos, constituyendo la prolongación, dentro de nuestro territorio, de las vías imperiales de aquellos países.
Las empresas de capital extranjero, que actualmente poseen y explotan la totalidad de nuestra fuerza motriz térmica, no hacen otra cosa que ser fieles ejecutores de esa política imperial. Por razones de natural defensa, nunca intentarían desarrollar nuestras fuentes de energía hídrica; sería criar al cuervo que les sacará los ojos.
Una política que tienda a desarrollar nuestras fuentes de energía hidráulica equivale a hacer entrar en la senda del progreso regiones hoy pobres, sin población y sin industria, sería poner al servicio de los argentinos, millones de “esclavos”, representados por los caballos de fuerza que se les entregarían y que a la vuelta de pocos años transformarían esas regiones arraigando en ellas trabajo productivo y la explotación de nuestras fuentes de carbón e hidráulicas, que hoy resultan antieconómicas según aseguran los voceros interesados, se convertirán en una realidad, haciendo de esas regiones desiertas, verdaderos emporios industriales capaces de emanciparnos de la importación de productos manufacturados, a la par que desarrollarían el mercado interno hasta absorber con exceso nuestros saldos exportables agropecuarios, posibilitando el arraigo de población en nuestro interior y equilibrando así toda la economía del País. Se habría terminado con el problema de las Provincias “Pobres”; todas serían igualmente ricas.
Los hechos y razonamientos anteriores hacen que no confiemos en la inversión de las empresas capitalistas extranjeras, en la impropiamente llamada “iniciativa privada”, y teniendo que romper el círculo de hierro no temamos a la burocracia del estado y pensemos en que sólo el estado sea el único capaz en realizar esa aspiración, mediante una inteligente política que permita poner esa energía al alcance de nuestras necesidades, construyendo las centrales hidroeléctricas y las líneas de transmisión de energía necesaria para llevarla a los lugares de consumo donde se radicarán industrias y población, creando mercados prósperos para la colocación de nuestros productos y elevando el nivel general de vida de toda la población”. (10)
Gas de Hidrocarburos
En la Argentina previa al peronismo, la explotación de gas para uso doméstico era virtualmente inexistente. Solo una mínima proporción de hogares argentinos tenían ese beneficio. No era gas de hidrocarburos, sino el producto de la manufacturación del carbón de coque, también llamado de hulla.
Este mineral era importado de Inglaterra y llegado a nuestro país, era procesado y luego distribuido especialmente para alumbrado público y en una proporción aún menor llegaba a los hogares para uso doméstico. Por eso era conocido usualmente como “gas de alumbrado”. El costo de esta operación era elevadísimo, ya que partía de un material importado y luego elaborado. Como resultaba casi lógico, su consumo era un verdadero privilegio y el pueblo no podía acceder a él.
Solo cuatro ciudades portuarias tenían acceso a este producto y dentro de ellas solo una ínfima proporción de su población podían utilizarlo: el 6% de los hogares de Buenos Aires, La Plata, Bahía Blanca y Rosario contaban con ese servicio. Toda esta operación estaba en manos de una empresa inglesa, la Compañía Primitiva de Gas de Buenos Aires, producto de la fusión, en 1910, de tres empresas de ese mismo origen.
Paralelamente a este proceso, en la ciudad de Campana, provincia de Buenos Aires, se instala la Standard Oil de origen estadounidense, obteniendo gases propano y butano a partir de la destilación del petróleo.
Así el esquema de producción de gas en la Argentina, estaba enteramente en manos extranjeras y muy lejos, lejísimos, de abastecer las necesidades de la mayoría de la población.
Al mismo tiempo y desde del descubrimiento del petróleo en el sur argentino en 1907, el gas natural presente en esa explotación, era “venteado”, es decir liberado al aire libre sin aprovechamiento alguno.
De esta forma, mientras nuestro país gastaba fortunas en importar mineral de Inglaterra, era despilfarrado el gas natural sin ser aprovechado.
Un antecedente importante a tener en cuenta, es el intento realizado por el director de Y.P.F. el general Enrique Mosconi, quién el 1º de agosto de 1929, en el segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen, resuelve que a partir de ese momento es el estado nacional quién fijará los precios de los combustibles líquidos en lugar de las empresas extranjeras. Esta medida levantó una verdadera ofensiva antinacional, porque afectaba los intereses de esas empresas en contra de los legítimos intereses argentinos y una buena parte del derrocamiento del presidente Yrigoyen es atribuido a la acción de las mismas.
Las empresas Standard Oil y Royal Duch Shell habían acordado en 1928 en Achnacarry, Escocia, políticas mundiales comunes para el reparto de la explotación de los combustibles y la fijación de sus precios, constituyendo de ese modo un verdadero oligopolio. Por ese entonces, Y.P.F. ya desarrollaba tecnología suficiente para envasar el gas, por lo cual el control de los precios del mismo era una medida clave y trascendente y atacaba directamente el acuerdo de Achnacarry.
De hecho hacia 1933 Y.P.F. envasará gas para su distribución, pero su participación en el mercado de usuarios es solo menor y marginal de las que tenían las empresas extranjeras.
La situación cambió radicalmente el 5 de marzo de 1945, cuando el gobierno surgido de la Revolución de 1943 y del cual Perón era su vicepresidente, expropia a las empresas inglesas haciéndose cargo de la operación de producción y distribución del gas.
Menos de un año después, el 1º de enero de 1946, y aún no habiendo sido elegido Perón presidente, se creó la Dirección Nacional de Gas del Estado, luego Gas del Estado, empresa pública que nacía como desprendimiento de Y.P.F. y asumía el control y la explotación total del gas en nuestro país. Su primer director fuel ingeniero Julio V. Canessa.
Ingeniero Julio V. Canessa
Director de Gas del Estado
Dos medidas de trascendencia impulsa esta empresa estatal, fruto de la nacionalización de las empresas mencionadas. Una fue la recuperación del gas venteado a la atmósfera y la segunda fue el comienzo el 21 de febrero de 1947 de la construcción del gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires.
Esta mega obra, de extraordinaria importancia, iba a llevar el gas natural que antes se despilfarraba, directamente de sus yacimientos hasta los hogares e industrias de las grandes ciudades.
El recorrido comprendió desde Comodoro Rivadavia a: Trelew, Puerto Madryn, Bahía Blanca y Buenos Aires y todos los pueblos y localidades intermedios ubicados a su paso.
El mismo tuvo una capacidad inicial de inyección del fluido de 1.000.000 de m3 por día y su longitud total fue de 1605 km. desde Comodoro Rivadavia hasta la localidad de Llavallol, en el partido de Lomas de Zamora del Gran Buenos Aires. Terminado e inaugurado el 29 de diciembre de 1949, fue bautizado como gasoducto Presidente Perón.
El ahorro de divisas, invirtiendo 160 millones de pesos, tal fue el costo de la obra, al reducir drásticamente las importaciones minerales y la provisión del vital combustible para las necesidades domésticas de calefacción y alimentación, cambió para siempre el nivel de vida de millones de argentinos. Hacia 1950, recién terminado el gasoducto, el número de usuarios del fluido era de 700.000, cuando en 1943 el estado solo proveía a 39.000 y las empresas extranjeras a 177.000. Tal fue el extraordinario cambio operado en la comunidad argentina con esta obra.
El impacto en la economía y finanzas nacionales fue gigantesco y significó un paso decisivo hacia la independencia económica.
Insignia y logo de Gas del Estado
Placa recordatoria en Comodoro Rivadavia
Estrategia y comienzo de la obra
El 21 de febrero de 1947 comenzaron las obras. En la localidad bonaerense de Llavallol, Perón fue invitado a soldar el primer caño, pero una lluvia torrencial lo obligó a cambiar de vehículo. Dejó el coche presidencial y a bordo de un jeep atravesó dificultosamente el lugar inundado, para llegar al lugar de la ceremonia con los pies llenos de barro y un piloto sobre los hombros. Le colocaron una máscara, empuñó el soldador y dejó simbólicamente inaugurada la obra. “Nadie comprendía porqué empezábamos allí y no en Comodoro –recordó más tarde Canessa- pero nosotros habíamos trazado una estrategia. Sabíamos que los intereses extranjeros podrían interferir y hacer parar la obra en cualquier punto; pero si el tramo construido estaba aislado no servía para nada y había que terminarlo. Por eso empezamos al revés y quemamos las naves. Nos jugamos a todo o nada; o terminábamos o nos echaban a todos”.
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La flota mercante del estado
Hacia 1946, la Argentina tenía escasísimos buques mercantes y casi todos ellos de empresas privadas. Sin embargo, era un país netamente agro exportador e importador de manufacturas y bienes de servicio, por lo cual requería la contratación de una gran cantidad de bodegas en buques de ultramar para sacar su producción del país. La consecuencia era que todo lo que había que transportar, exigía la erogación de ingentes sumas de dinero en fletes a buques extranjeros. Virtualmente era una de las peores sangrías que afectaba a las finanzas nacionales. Era claramente una herramienta más de la dependencia colonial en la que estábamos sumidos.
Con la llegada del peronismo al poder esta situación fue encarada y resuelta desde el inicio mismo del gobierno en 1946 y que mejor que leer las palabras de Perón para tener una idea cabal de la gravedad del problema. Decía: “Gastábamos ochocientos cincuenta millones de pesos por servicios financieros; la marina mercante nos llevaba de cuatrocientos a quinientos millones de pesos en divisas, porque como no teníamos barcos, teníamos que pagar fletes y eso cuesta mucho”. Agregaba en relación a las compras de buques que se hicieron: "los barcos costaron un millón y medio de dólares. Hoy valen cuatro millones de dólares y nos resultan gratis, porque ellos se han pagado a sí mismos. Vale decir, que se han pagado, valen cuatro veces más de lo que costaron, han traído cuatro veces el oro que costaron y todos los años nos traen millones de pesos en divisas que antes se iban al exterior, cuando teníamos que pagar a los ingleses". (11)
La solución no tardó en llegar con una política que apuntó a las creaciones de una flota de ultramar y otra fluvial enteramente argentinas y estatales.
Dos medidas contundentes respaldaron esa política. La primera fue la adquisición de modernas naves de carga y pasajeros destinadas a cubrir las principales rutas comerciales necesarias para el comercio exterior argentino. Así fue que se encargaron en Génova, Italia la construcción de tres buques, que una vez botados fueron bautizados como: “Río de la Plata”, “Rio Jáchal” y “Río Tunuyán”. A Inglaterra se le compraron tres modernos buques gemelos que fueron bautizados “Presidente Perón”, “Eva Perón” y “17 de Octubre”, a través del I.A.P.I., lo que revela claramente la importancia, tanto de la decisión de dotar a nuestro país de una flota mercante como de la jerarquía de este organismo en la operación de nuestro comercio exterior.
Además Holanda construyó para la Compañía Dodero, ya adquirida por el estado, aunque funcionando como empresa privada, tres buques más, bautizados “Yapeyú”, “Maipú”, y “San Lorenzo”.
Pero el más grande aporte a la nueva flota del estado argentino, lo constituyó la estatización de la Compañía Argentina de Navegación Dodero S.A. Esta compañía, con la propiedad de 380 unidades de todo tipo y dentro de ellas 53 de más de 1.000 toneladas, totalizando estas 264.521 T.P.B. (toneladas de porte bruto) casi todas de ultramar, sumaba en total cerca de 400.000 Toneladas. Poseía además astilleros y talleres propios para las reparaciones navales, no solo en Argentina sino también en Uruguay. Su capacidad de transporte era 2,0 millones de toneladas y 700.000 pasajeros por año. Sin embargo era deudora del estado argentino, lo que maduró y permitió una operación comercial a favor de este que la adquirió y la mantuvo como empresa privada pero con control estatal, por poseer a partir de ese momento la mayoría de las acciones. La misma se concretó el 13 de mayo de 1949 y fue firmada entre los directores de la compañía Alberto, José y Nicolás Dodero, dueños de la naviera por una parte y el I.A.P.I. en las personas de Alfredo Gómez Morales y Roberto Ares por la otra parte.
El precio de la operación fue estimado en 164 millones de pesos, más otros 100 millones que fueron debitados del pasivo de la empresa, por ser equivalentes a la deuda que esta tenía con el estado argentino.
La operación fue ratificada por el Congreso Nacional mediante la sanción de la ley Nº 13.542 del 9 de agosto de 1949.
La empresa de los Dodero quedó inicialmente administrada por el I.A.P.I. hasta que en 1951 pasó a la órbita del Ministerio de Transportes y de la fusión de la Compañía Argentina de Navegación Dodero y Río de la Plata S.A. (ambas de los Dodero) nació la empresa estatal F.A.N.U. Flota Argentina de Navegación de Ultramar. En lo que hace al tráfico fluvial, sobre la Compañía de Navegación Fluvial S.A. de los Dodero, nació la Flota Argentina de Navegación Fluvial.
El negocio fue de extraordinaria importancia para el patrimonio nacional y consolidó firmemente la estrategia de independencia económica en una actividad tan sensible para nuestros intereses, como la de ahorrar y recaudar para las arcas argentinas, todo el producto de los fletes que antes se pagan a las compañías privadas, entre ellas muchas inglesas. Un paso adelante de fenomenal repercusión en la economía argentina.
Tres buques gemelos se incorporaron a la flota marítima estatal, entre muchos otros: el “17 de octubre”, el “Presidente Perón” y el “Eva Perón”, este último en la foto.
La flota fluvial del estado
Pero la estatización de la Compañía Dodero, no solo proveyó de los buques de ultramar necesarios para el comercio exterior, sino que posibilitó también un importante refuerzo a la ya en formación flota fluvial estatal, que había comenzado a desarrollarse en 1944 en el gobierno de la Revolución con la clara conducción del coronel Perón. La envergadura de este desarrollo naval, ahí donde el país no lo tenía, el transporte por los caudalosos ríos interiores, significaba tener otra herramienta clave para no depender de nadie en esa actividad y posibilitar una salida segura al comercio interior y hacia el exterior, de todos los enclaves productivos del litoral fluvial argentino.
El siguiente informe da una precisa y resumida cuenta del desarrollo de esta flota:
“Las dieciséis organizaciones sindicales que integran la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval (FEMPINRA) conmemoraron hoy en Puerto Madero el ‘Día de la Industria Naval’.
La tarea de nacionalización de los ferrocarriles y de creación de una marina mercante de ultramar fue precedida, en 1944, por el desarrollo de la Flota Fluvial del Estado, que garantizó la navegación de los ríos y el transporte de las cosechas a puerto.
Esa decisión política del gobierno justicialista resultó de vital importancia para asegurar el reordenamiento y despegue de la economía nacional, ya que hacia 1943 la escasa red fluvial era entera y deficientemente explotada por empresas privadas.
El transporte era caro y, para colmo de males, la Segunda Guerra Mundial de 1939-45 le restó al país la posibilidad de acceder a materias primas, combustibles, materiales y productos manufacturados. La adaptación de la industria y la creación de otras nuevas para suplir la importación originaron una fuerte demanda de transportes, especialmente en las zonas del interior.
La ausencia de vagones, locomotoras, camiones y nafta, por ejemplo, provocaron el desvío de la producción desde el norte y noroeste del país hacia los ríos de la Mesopotamia. Así, las mercaderías llegaban desde los centros de producción a los de consumo. Para ello, sin embargo, resultaban insuficientes las embarcaciones particulares utilizadas en el tráfico fluvial.
Esta situación motorizó al gobierno de la Revolución de Junio a crear, hacia 1944, la Flota Fluvial del Estado. Hasta ese momento se transportaba ineficientemente algodón, aceites, leña, madera, tabaco, yerba, citrus, carnes, arroz, quebracho y tung.
La creación de la marina mercante y de la flota fluvial constituyó una de las obras más asombrosas. En pocos años, el país sumó 1.198 barcos fluviales y 162 de ultramar, es decir, 1.500.000 toneladas, que comenzaron a satisfacer necesidades internas y del tráfico internacional. Hacia 1949, ese tonelaje se incrementó a 1.700.000.
En la navegación de río, el transporte de cargas a granel y en bolsas o fardos en grandes cantidades resultaba más económico si se empleaban convoyes formados por varias chatas o barcazas sin motor y conducidas por un buque o remolcador a motor. Hasta 1943, los ríos solo eran surcados por convoyes del sistema clásico: el buque con motor llevando una o dos chatas amarradas a sus costados y una o dos más a remolque, detrás, y en larga hilera.
Para navegar de esa forma, era necesario disponer en cada chata de timón, anclas, luces y tripulantes. Además, por la profundidad y ancho de los pasos, un convoy de esa naturaleza no podía transportar más de 1.500 o 2.000 toneladas de carga.
Rompiendo con ese sistema, la nueva flota fluvial estatal adoptó el método americano de convoyes "a empuje", o sea, barcazas sin timón ni motor, anclas o tripulantes.
Se trasladaban todas juntas y firmemente amarradas y el remolcador, detrás, empujaba. Así se transportaban 10 o más barcazas con 6.000 a 8.000 toneladas de carga, es decir, aproximadamente 14 trenes. El ahorro de divisas resultó sideral.
Entre 1943 y 1949 el gobierno peronista invirtió en obras portuarias 109.603.000 pesos. El personal empleado en la tarea pasó de 4.880 en 1943 a 10.350 en 1947. En Iguazú se construyeron una serie de atracaderos; en Corrientes muelles, defensa de costa, galpones y edificios y, en Concordia, se renovaron muelles de alto y bajo nivel y se amplió la Dársena Amanzores.
En Concepción del Uruguay se renovaron muelles de alto y bajo nivel; en Gualeguaychú se construyó un camino de acceso de 7 kilómetros y también se renovaron muelles; en Olivos se levantó el gran balneario Palermo-Belgrano; en Mar del Plata se erigió el edificio de venta de pescado, obras de tracción y servicios sanitarios y, en Bahía Blanca, se amplió el puerto de cabotaje.
Por su parte, en la ciudad de Buenos Aires se construyeron el edificio de la Subprefectura, prácticos amarradores, guardas de ribera y la parrilla de la vía número 8; se pavimentaron los espigones 4, 5 y 6 y se reconstruyeron gran cantidad de muelles.
A su vez, los trabajos de dragado para la conservación de las profundidades indispensables para navegar las distintas rutas de acceso a los puertos del litoral marítimo y del sistema fluvial, fueron realizados priorizando las vías navegables de ultramar, a partir del mismo nacimiento de ese tráfico comercial.
La adquisición del nuevo plantel flotante de dragado mejoró el añejo material existente y permitió obtener mayores profundidades en las rutas navegables y de acceso a los puertos marítimos y fluviales.
El plantel flotante de dragado se medía en potencia. En 1943 existían 19 dragas a cangilones (4.030 HP); 14 autopropulsores a succión (18.670 HP) y 7 sin propulsores y dispositivo cortador (2.890 HP). En 1947 ya habían 22 (5.255 HP); 16 (26.870 HP) y 10 (13.125 HP) y, en 1951, 21 del primer tipo (5.370 HP), 20 del segundo (43.250 HP) y 24 del tercero (34.520 HP).
La habilitación de nuevos servicios portuarios y de transporte y el decidido impulso económico nacional multiplicó el tráfico de mercaderías a través de los puertos útiles al comercio internacional y al intercambio doméstico. Algunos ejemplos ilustran ese crecimiento y la recaudación de mayores divisas.
Las arcas del tesoro nacional continuaban engrosándose. Así pudo anunciarse, hacia mediados de 1950, que los trabajadores recibían exactamente el 50 por ciento de la riqueza argentina.” (12)
El resultado final de todo este esfuerzo significó para la Argentina romper con la dependencia del transporte de ultramar y ríos interiores de compañías privadas y fue realizado en línea con todos los demás desarrollos hacia la Independencia Económica. Por supuesto que todo obedecía a un plan general concebido y realizado por argentinos que pensaron y procedieron como tales. Algo inaudito para la oligarquía argentina, acostumbrada a pensar según los moldes de la extranjería.
Medidos los resultados en cifras al cabo de los primeros años del gobierno peronista, los mismos pueden ser leídos según estos parámetros, anunciados por el Ing. Maggi: “La flota argentina llegó a un 1,2 millón de toneladas de desplazamiento y creamos la flota de empuje con remolcadores norteamericanos, iguales a los que se usan en el Mississippi, que pueden movilizar un tren de doce barcazas cada uno. La importancia de nuestra flota se comprobó cuando logramos copar el comercio con Brasil: más del 75% de ese comercio costero se hacía con barcos argentinos”.
Finalmente y como dato relevante hay que decir que, en 1946 la edad media de la flota argentina alcanzaba los 21,2 años de antigüedad por buque, pero solo en 1951 ya se había reducido ese mismo índice a 13,5 años, lo que revela que no solamente se hicieron extraordinarios negocios a favor de la Nación, sino que quedó demostrado que un estado con mística nacional y de eficiencia era posible, siempre y cuando estuviera en poder del pueblo. Los años posteriores revelarían también que este Estado fue agotado en todas sus posibilidades y se le extrajo el máximo de lo que tenía por dar. De ahí en más la nueva batalla sería por la construcción de un nuevo Estado, pero esa es la historia por venir.
1949 -Gráfico de las rutas de ultramar de la Flota Mercante del Estado
Los ferrocarriles fueron argentinos
Es muy conocido el desarrollo que tuvieron los ferrocarriles ingleses en la Argentina. También con que propósito comercial fueron diseñados, cuales fueron las prerrogativas y exenciones que tuvieron esos capitales, como fueron construidos con créditos argentinos, que garantías de rentabilidad imposibles de obtener en cualquier otra parte del planeta les dieron los gobiernos argentinos, en suma, como se transformaron, siendo, como lo eran, un avance tecnológico de extrema relevancia en mitad del Siglo XIX, en una herramienta de dependencia económica pensada y puesta solamente al servicio de los intereses extranjeros.
La Argentina como colonia inglesa, precisaba de un desarrollo ferroviario a la medida de la exportación de los productos primarios que producía para Europa y el diseño del tendido de la red se correspondió con ese interés. Todo debía confluir en el puerto de Buenos Aires. Así diagramado y observando el gráfico de tal tendido, es fácil darse cuenta que ese era el único propósito. Inútil fue pedirles a los ingleses el desarrollo entre las regiones del interior del país. No era el plan a desplegar. Por eso el plano de los ramales ferroviarios se parece a una gigantesca mano con vértice en Buenos Aires.
La reproducción que sigue lo demuestra:
Este mapa actualizado deja ver dos cuestiones: los ramales clausurados por las tragedias de la dictadura militar del 76-83 y la menemista de los 90. Algunos otros que figuran como existentes, pero que en realidad solo están las vías y los servicios fueron o levantados o reducidos significativamente. Sobre el fondo de todo este esquema se advierte el diagrama original de los ingleses.
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Todo este sistema, fue posible gracias a la complicidad de los gobiernos conservadores de las décadas posteriores a 1860.
Hacían falta créditos que disfrazaran la inversión, tarifas rentables y aún garantizadas las utilidades en forma escandalosa por el mismo estado argentino. Todo coronado y resguardado por contratos donde quedaba consagrada la entrega y el interés usurario de los capitales ingleses.
Es habitual escuchar opiniones referidas a la eficiencia de los ferrocarriles ingleses y a la supuesta inconveniencia de haberlos nacionalizado, como también la opinión opuesta a esta última: ¿Para qué nacionalizarlos si ya vencían las concesiones y los ingleses se iban solos?
Dos cuestiones. La primera referida al término de las concesiones. No es cierto que estuvieran por vencer. Raúl Scalabirini Ortiz en un documento que reproducimos en esta página lo demuestra claramente. (13) La segunda es que esas opiniones omiten el análisis de los propósitos comerciales y políticos de la instalación y del diagrama de desarrollo de los ferrocarriles en el territorio argentino. No puede escindirse una cuestión de la otra, a menos que se resignen los intereses nacionales y se los subordinen a los de la metrópoli británica.
Algunos argentinos procedieron así. Sin embargo la mayoría del pueblo trabajador, comprendió la crucial necesidad de nacionalizarlos e incorporarlos al patrimonio estatal. Por eso apoyó las negociaciones y las medidas que culminaron con su compra con un particular fervor. La cuestión pasó a ser una causa nacional.
De todos los estudios y autores nacionales y extranjeros que se ocuparon del tema, se destaca por supuesto, Raúl Scalabrini Ortiz, a quien ya citamos. Militante del Movimiento Nacional, fundador de F.O.R.J.A., pensador, escritor y periodista quién dedicó al estudio de la historia de los ferrocarriles en la Argentina, algo más que sus desvelos. Hizo de ello una causa militante y la puso al servicio del pueblo. Lo coronó con una obra ya clásica en el estudio historiográfico y militante de la historia argentina. Justamente la llamó “Historia de los Ferrocarriles Argentinos”, y es indispensable hacer pié en ella. Es una obra insoslayable para cualquier análisis y entendimiento de la cuestión.
Escrita esta obra entre los años 1935 y 1945, agregó para las ediciones posteriores un capítulo escrito en 1948, justamente cuando se acababan de nacionalizar los ferrocarriles. De él extractamos un tramo que nos parece excelente, para situarnos frente a la necesidad de la nacionalización del sistema ferroviario argentino en manos de los ingleses por 80 largos años.
Dice Scalabrini Ortiz: “El ferrocarril es una de las invenciones más trascendentales de la humanidad. La aplicación de la fuerza expansiva del vapor a una máquina móvil que circula sobre un camino artificial, constituido por dos carriles de acero, es el punto de partida de una era en que el hombre pone a su servicio a los elementos inorgánicos para constituir fuerzas cooperadoras de su actividad en su incasable voluntad de dominio.
Hasta la invención del ferrocarril, todas las civilizaciones aún aquellas que alcanzaron un insuperable grado de elevación intelectual y estética, se desplazan sobre la tierra firme con la ayuda de la tracción animal. La velocidad y la capacidad de transporte es la velocidad y el poder del cuadrúpedo que predominantemente usa: el caballo, el camello, la llama.
El ferrocarril dio a la sociedad humana un instrumento de circulación y de transporte de una velocidad y de una capacidad tan amplia, que alteró las relaciones establecidas por los factores geográficos. Una línea férrea es hoy tan importante para el comercio como una vía de agua navegable. Las zonas mediterráneas se acercaron al mar por la estrecha senda de los carriles paralelos. Las estaciones ferroviarias crearon vida en torno con la misma fuerza progenitora de un puerto de aguas mansas. Las clásicas vías marítimas se alteraron y modificaron, porque las cuencas ferroviarias volcaron a los nuevos puertos las vírgenes riquezas de inmensas regiones que vivían apartadas del tráfico mundial por la carencia o dificultad de las comunicaciones.
Posiblemente, el ferrocarril caracterizará con su nombre a esta época de la humanidad que dio comienzos en los albores del siglo pasado y cuyos más intensos días estamos viviendo. Un siglo y medio después de su invención y su difusión, el ferrocarril no ha sido sustituido por medio de transporte alguno. Ni el automotor ni el avión han disminuido la importancia fundamental del ferrocarril. Por los dos carriles de acero prosiguen desagitándose los productos de los valle y de la planicies mediterráneas, y por ellos continúan fluyendo las olas más vivas y caudalosas del tráfico comercial. El avión y el automotor son instrumentos complementarios de la actividad ferroviaria. La nervadura ferroviaria de una nación es la estructura básica de sus trasvasamientos internos y de sus intercambios con el exterior. Solamente un río navegable tiene una capacidad de transporte equivalente a una línea férrea.
En el transcurso de este siglo y medio transcurrido, el ferrocarril dio vida a extensas regiones del planeta. Pobló zonas desérticas. Asimiló a la armonía internacional a pueblos que estaban aislados en hoyos geográficos, difícilmente alcanzables. Fomentó la emigración de los países superpoblados y llevó los halagos de la civilización a los pueblos que estaban encerrados en arisco recelo hacia lo extranjero.
Pero, como toda creación humana, el ferrocarril tuvo su reverso antipático y pernicioso. Fue pérfido instrumento de dominación y de sojuzgamiento de una eficacia sólo comparable con la sutileza casi indenunciable de su acción. Los pueblos que acercaba al tráfico internacional o los que creaba con su posibilidad de comercio iban quedando encadenados a la voluntad omnímoda de los mismos ferrocarriles. El ferrocarril engendraba pueblos con grilletes, y la malla ferroviaria se asentaba sobre los países nuevos para inmovilizarlos y ofrecerlos inermes a la codicia de los financieros que habían creado ese mismo ferrocarril, en la misma manera que en la arena romana el débil reciario inmovilizaba para ultimarlo al poderos gladiador.
El ferrocarril fue el mecanismo esencial de esa política de dominación mansa y de explotación sutil que se ha llamado imperialismo económico.
Durante casi un siglo, nuestro país estuvo envuelto en esa red de opresión impalpable pero extenuante, de actuación invisible, pero agotadora. Y tan íntimamente adherida a nuestro suelo estaba la red ferroviaria y tan ofuscada la inteligencia y enervado el espíritu de las clases dirigentes, que parecía que nuestra nación no podría manumitirse jamás de esa extraña tiranía.
Para lograr el alto grado de madurez nacional que la nacionalización de los ferrocarriles significa, ha sido indispensable que se movilizaran las energías de reserva del país: que tenaces denunciadores ilustraran a la opinión sobre las nocivas influencias del ferrocarril extranjero y que el pueblo en masa se alzara para reivindicar sus derechos a la libre conducción de su destino.
La nacionalización de los ferrocarriles extranjeros establecidos en la República Argentina cierra un ciclo evolutivo de la organización nacional, da fin a un período de independencia nominal y abre inconmensurable horizontes al destino histórico de los argentinos.”
Tal vez esta sea la mejor descripción sobre la trascendencia que tuvo la nacionalización de los ferrocarriles, realizada por el gobierno peronista iniciado en 1946. Es impecable y ataca los puntos precisos y más sensibles del hecho, la dependencia colonial y el grado de madurez necesaria para romper con la misma.(14)
Como se compraron los ferrocarriles
El 13 de febrero de 1947 se firmó el contrato de compra venta de los ferrocarriles ingleses, dando término así a una larga etapa de colonialismo económico y político, signada por el control de una herramienta tan vital como este medio de transporte. Se daba hacia adelante un paso fundamental en la Independencia Económica. El 1º de marzo de 1948 el gobierno argentino tomaría posesión efectiva de la propiedad y operación de los ferrocarriles.
El presidente de la nación, General Perón, firma el acta de nacionalización de los ferrocarriles
1º de marzo de 1948-Emocionado y vibrante festejo por la posesión de los ferrocarriles, en adelante argentinos. Un tren con una verdadera corona humana, ingresa a una terminal ferroviaria.
Perón explica la nacionalización de los ferrocarriles:
En una obra fundamental de Perón como es ‘La fuerza es el derecho de las bestias’, encontramos este testimonio: “Todo el mundo conoce la habilidad de los negociadores ingleses, su gran astucia y su terrible pertinacia para persuadir u obligar. Con divisas acumuladas por provisión de cereales, armas, carne, etc., durante la guerra, Miranda comenzó a repatriar la deuda externa. Luego me dijo: -General, vamos a empezar por los ferrocarriles ingleses. Insinuó veladamente por distintos conductos que el gobierno estaba dispuesto a comprar los ferrocarriles. La respuesta no se hizo esperar. Poco tiempo después llegó una comisión del directorio de Londres de los ferrocarriles, dispuesto a ofrecer al Gobierno Argentino la venta de los mismos.
Fueron citados al despacho presidencial y allí, en mi presencia se desarrolló el siguiente diálogo, después de los saludos y conversaciones de estilo -¿Cuánto piden por los ferrocarriles? – les preguntó Miranda. –El valor de los libros, o sea unos 10.000 millones de pesos- le contestó uno de los ingleses. Miranda se limitó a sonreír, mirando al suelo. Siguió un largo silencio en el que estuve a punto de intervenir, pero me abstuve, porqué entendí que era parte de su táctica. Después de un rato, el inglés volvió a decir: -¿Y ustedes cuánto ofrecerían?-Apenas 1.000 millones –dijo Miranda-. Todo el hierro viejo no vale más, agregó.
Los ingleses se enojaron y se fueron a Londres. Parecía que las negociaciones habían terminado, pero no era así.
Cuando los obreros ferroviarios, que se habían entusiasmado con la perspectiva de nacionalización, se enteraron del fracaso de las negociaciones, iniciaron el “trabajo a reglamento”, que culminó en “trabajo a desgano”. Frente a la perspectiva de fuertes quebrantos a los seis meses, retornó la comisión negociadora. Miranda había ya ganado la batalla. Solo quedaba por ver cómo explotaría el éxito. Yo estaba seguro porque, para eso, él era un verdadero maestro.
Se iniciaron nuevamente las negociaciones en un juego de regateo por ambas partes para acordar el precio y la forma de pago. Se estaba aún muy distante, a pesar que los ingleses habían ya rebajado su precio a unos ocho mil millones de pesos, donde se mantenían firmes.
El justiprecio establecido por nuestros técnicos después de un laborioso proceso de valuación, establecía un valor aproximado a los seis mil millones de pesos. Se trataba de 40.000 kilómetros de vías, instalaciones, material rodante y de tracción, además de unas 25.000 propiedades de los ferrocarriles, que figuraban como bienes indirectos. Se trataba de bienes inmuebles en Buenos Aires, puertos, numerosas estancias, terrenos y hasta pueblos enteros. Estas empresas por la ley de concesión inicial, recibieron una legua lineal de campo a cada lado de la vía que construyeran. De ahí que sus propiedades sean casi tan valiosas como los ferrocarriles mismos.
Mientras se negociaba, los ingleses cometieron un error que les fue funesto. Sostenían imperturbablemente que el precio debía ser de ocho mil millones. Una noche, al representante de los ferrocarriles en la Argentina, mister Edy, muy amigo de Miranda, se le ocurrió ofrecerle una comisión para repartir entre Miranda y yo, de 300 millones de pesos, que se depositarían en Londres en su equivalente de entonces de cien millones de dólares, si la venta se hacía por 6.000 millones de pesos. Miranda lo escuchó y al día siguiente, ‘a diana’, estaba en casa y me decía: -Presidente, vamos a comprarlos por mucho menos de seis mil millones. Me cantó lo ocurrido la noche anterior y agregó: -Si nos ofrecen una comisión para que les paguemos 6.000 mil millones, es porque, sin comisión podemos sacarlos más baratos-. Así como antes había ganado la batalla de la venta, en esta ocasión había ganado la batalla del precio.
Se sucedieron las tratativas para fijar precio, pero los ingleses ya habían perdido la partida. Ellos son buenos perdedores porque están acostumbrados a vencer. La habilidad de Miguel Miranda hizo prodigios en esta etapa de la negociación hasta llegar a fijar un precio máximo por todos los bienes directos e indirectos de las empresas de 2.029 millones de pesos moneda nacional. Esta sola cifra, comparada con los 10.000 millones de pesos que era el pedido inicial de los ingleses, habla con indestructibles elocuencia de lo que era Miranda como negociador. En esta sola operación hizo este hombre ganar a la República más de 5.000 millones de pesos. Se le pagó, como de costumbre, con ingratitud y maledicencia. Los parásitos, los incapaces y los ignorantes son precisamente los críticos más enconados.
Si bien se habían ganado las batallas del precio y de la venta quedaba aún el rabo por desollar: establecer la forma de pago y pagar. No era fácil, porque, como antes dije, no teníamos dinero para hacerlo. En cambio lo teníamos a Miguel Miranda que valía más que todo el dinero del mundo. En él estaban puestas todas mis esperanzas. El me había dicho: -No se aflija, Presidente, pagaremos hasta el último centavo, sin un centavo. Efectivamente, así lo hizo. ¿Cómo procedió para lograrlo?
Comencemos por establecer que un año antes el gobierno de S.M. Británica firmó con el gobierno argentino un tratado por que se comprometió a mantener la convertibilidad de la libra esterlina que nos permitía el negocio triangular con Estados Unidos. Con habilidad, Miranda agotó los saldos acreedores argentinos en Inglaterra para repatriar la deuda. Al firmar el contrato de compra-venta de los ferrocarriles, estableció dos cuestiones fundamentales, en cuanto a la adquisición y la forma de pago:
a) Que se compraban en 2.029 millones de pesos los bienes directos e indirectos de las empresas.
b) Que la forma de pago sería al contado y en efectivo con disponibilidades de fondos argentinos existentes en Estados Unidos si se mantenía la convertibilidad de la libra que lo hacía posible, si no el pago sería en especies.
Fue precisamente mediante estas dos cláusulas que Miranda logró pagar ‘hasta el último centavo, sin un centavo’, como había prometido.
En efecto, me fijó un plazo de seis meses para tomar posesión de las empresas, luego de los cuales debía hacerse efectivo el pago. Durante los primeros meses de ese plazo me pasé pensando que si teníamos que pagar al contado nos quedaríamos casi sin fondos en Estados Unidos, en donde había urgentes necesidades de adquisiciones. Miranda me tranquilizó; él no sé de dónde, tenía la noticia segura que los ingleses, a pesar del tratado, declararían la inconvertibilidad de la libra esterlina. Efectivamente, poco tiempo después lo hicieron y nos salvaron de desprendernos del único saldo acreedor en efectivo que disponíamos. Podíamos, de acuerdo con el contrato de compra-venta, pagar en especies. Eso no era ya un problema para nosotros.
Sin embargo, había que pagar 2.029 millones de pesos que no teníamos. ¿Cómo procedió Miranda? Pagamos con trigo pero, como quiera que fuese, ese trigo había que pagarlos a los agricultores. La elevación de precios en los cereales producidos en 1948, vino a favorecernos. El gobierno, por intermedio del I.A.P.I., compró el trigo a los chacareros a un precio de 20 pesos el quintal, los que quedaron contentos, pues antes lo vendían a 6 pesos. Luego de un tiempo ese mismo trigo lo vendió a los ingleses, en pago de los ferrocarriles, a razón de 60 pesos el quintal, ganando en la operación un 66%, con lo que el precio de 2.029 millones de los ferrocarriles quedó reducido a un 33%, es decir unos 676 millones.
Ahora bien, ¿Cómo pagó los 676 millones? De manera muy simple: emitió 676 millones de pesos, con lo que pagó a los chacareros. De las veinticinco mil propiedades raíces adquiridas como bienes indirectos, bastaba vender una parte para obtener casi 1.000 millones de pesos. Con ellos se retiraban de la circulación los 676 millones y el resto se incorporaba al Estado conjuntamente con los ferrocarriles y pagado hasta el último centavo, y aun ganando dinero, sin un centavo.
¡Cuánto me reí en esos días de los técnicos tan pesimistas como inoperantes e intrascendentes!
Hoy, el valor de esos ferrocarriles con sus 40.000 kilómetros de vías e instalaciones, se calcula en nuestra moneda actual, a razón de 1 millón de pesos por kilómetro, todo incluido. El país había incorporado al haber patrimonial del Estado, 40.000 millones de pesos sin un centavo de desembolso. Los imbéciles siguen pensando que nosotros no hemos hecho nada durante el tiempo que ellos pasaron gastando perjudicialmente lo que tanto le cuesta al Pueblo producir y a nosotros cuidar. Por eso ellos se proclamaron libertadores. Soñar no cuesta nada.”
Así es como se compraron los ferrocarriles. Así se nacionalizaron.
Consejo Económico Nacional
La conducción de la economía
Como ya mencionamos anteriormente, Perón va a designar a Miguel Miranda como presidente del Consejo Económico Nacional a partir del 15 de julio de 1947, mediante el decreto Nº 20.477. El antecedente de este organismo es el Consejo Económico Social que se había creado el año anterior en la órbita de la nueva Secretaría Técnica de la Presidencia y que estaba a cargo del Dr. Figuerola.
Miranda dejará entonces la presidencia del Banco Central y será reemplazado en la misma por Domingo O. Maroglio.
¿Cuál es la trascendencia del nuevo Consejo Económico Nacional? Absolutamente clave para el desarrollo de la economía argentina. Es virtualmente su dirección. No siendo un ministerio, tenía, de todas formas, todas las atribuciones para fijar normas, crear organismos, decidir sobre operaciones comerciales, controlar todas las operaciones financieras, ya que Maroglio pertenecía al equipo de Miranda, al igual que Rolando V. Lagomarsino, y fundamentalmente precisar los rumbos de la economía argentina. Hacía falta una conducción que fuese agresiva y que contemplara la generación de trabajo y riqueza para los argentinos y por lo tanto esta dirección de la política económica, debía estar centralizada para asegurar la realización de ese espíritu y esos principios. Todas las decisiones que fueron tomadas entre los años 1947 y 1949 pertenecen a la inspiración y a la ejecución de Miranda y su equipo.
Además, era un organismo con participación tripartita, es decir concurrían al mismo, además del estado argentino, los empresarios y los trabajadores, con lo que se garantizaba el resguardo de todos los intereses y derechos en juego. Un avance decisivo desde la proclamación de la Independencia Económica.
1816-1947
Billete de $ 1= Moneda Nacional-Símbolo de la Independencia Económica
1º Plan Quinquenal 1947-1951
El Consejo Nacional de Posguerra creado por Perón en 1944 y que había quedado después de que el mismo ejerciera su presidencia, en manos del Dr. Figuerola, venía planificando toda la acción futura de gobierno para la nueva situación política por la que habría de atravesar la Argentina. Esto es, en lo internacional el fin de la 2ª Guerra Mundial con la división del mundo en los dos nuevos imperios, Estados Unidos y la Unión Soviética y la asunción al gobierno y al poder de Perón y del nuevo movimiento político, es decir del peronismo.
Tal era el cuadro de situación en 1946. Cuando el peronismo llega al gobierno, la creación de la nueva Secretaría Técnica dependiente directamente de la presidencia de la nación, es confiada también al Dr. Figuerola, dando por finalizada la existencia del Consejo de Posguerra. En realidad la nueva secretaría era la continuación del mismo y toda la actividad fue orientada en idéntica dirección, ahora con el manejo de los recursos del estado. El 11 de junio de 1946 el presidente Perón, con acuerdo del gabinete de ministros, transfiere las funciones del Consejo Nacional de Posguerra junto con el personal, bienes y presupuesto a la nueva secretaría de estado.
La incorporación del manejo de estos recursos y los nuevos datos de que se disponían, fueron dando forma a la creación de un plan estratégico de gobierno para un período muy preciso.
La planificación, que como queda dicho es anterior a la propia asunción al gobierno, quedo concluida después de mediados de 1946. Su aplicación estaba prevista a partir de 1947 y hasta 1951, por esta razón fue que se llamó Quinquenal.
El 19 de octubre de 1947 Perón asiste al Congreso de la Nación, quién a invitación suya reúne ambas cámaras, no como Asamblea Legislativa, aunque sí funcionando en conjunto y les deja el siguiente mensaje a propósito del inminente lanzamiento del 1º Plan Quinquenal y del envío del poder ejecutivo de una ley proponiendo su creación. Entre otros conceptos decía en este mensaje:
“Aspiramos a una liberación absoluta de todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las finanzas foráneas….
….Para aumentar otras conquistas sociales, necesitamos aumentar la riqueza y aumentar el trabajo. Nuestro plan considera en esta segunda etapa, multiplicar la riqueza y repartirla convenientemente; y con ello las nuevas conquistas sociales han de salir fecundamente de nuestro propio trabajo, sin perjudicar a nadie. Sin bases económicas no puede haber bienestar social, es necesario crear esas bases económicas. Para ello es menester ir ya estableciendo el mejor ciclo económico dentro de la Nación y a eso también tiende nuestro plan. Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro, mediante una buena industrialización, es decir enriqueciendo la producción por la industria; distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones hambrientas, que son la mitad del país; cerrar ese ciclo con una conveniente distribución y comercialización de esa riqueza; y cuando el ciclo de la producción, industrialización, comercialización y consumo se haya cerrado, no tendremos necesidad de mendigar mercados extranjeros, porque tendremos el mercado dentro del país y habremos solucionado con ello una de las cuestiones más importantes: La estabilidad social, porque el hambre es muy mala consejera de las masas... nosotros queremos dar al país una gran riqueza, pero consolidada por un perfecto equilibrio social. Queremos que en la extracción, elaboración y comercialización de esa riqueza, el capital y trabajo, sean asociados colaboradores y no fuerzas en pugna, porque la lucha destruye valores; sólo la colaboración, la buena voluntad y la cooperación son las fuerzas capaces de construir valores y de aumentar riquezas".
El plan era de tal envergadura que abarcaba tres grandes sectores o áreas de resolución. Ellas fueron:
1) La Gobernación del Estado, incluyendo en esta: I Política – II Salud Pública –III Educación – IV Cultura – V Justicia y VI Exterior
2) La Defensa Nacional a través del: I Ejército – II Marina – III Aeronáutica
3) La Economía, incluyéndose: I Población – II Obra Social – III Energía – IV Trabajos Públicos y Transporte – V Producción – VI Comercio Exterior – VII Finanzas
El valor de la planificación
Anteriormente en nuestra página hemos sostenido la importancia de la planificación, el aluvión de críticas que despertó en la oposición y el sostenimiento detrás de las mismas de la postura liberal frente al tema. Esto último sobre la base de que nada debe planificarse, sino más bien que debe dejarse hacer a las fuerzas naturales de los mercados o de las economías. Ellas, por su propia naturaleza serían las encargadas de crear riquezas y distribuirlas a todas las comunidades solo por una acción automática de derrame. ¿Para que planificar entonces? Pero lo cierto es que el dejar hacer liberal encierra una gran trampa, por cuanto ninguna economía liberal estaba exenta de planificación. Lo que ocurrió y ocurre, es que la planificación liberal apunta al control de los resortes de la economía y de la sociedad para que los grupos concentrados de poder económico y político hagan lo que quieran según sus intereses. Siempre estarán alejados del interés comunitario, pero siempre responderán a un plan.
¿Por qué entonces el liberalismo ataca a la planificación? Muy simple, porque la planificación que ataca es aquella que atiende el interés social, el bien comunitario y los intereses nacionales. En estos casos la planificación es una mala palabra. Y esto fue lo que ocurrió a partir de 1947.
El 1º Plan Quinquenal, al igual que el 2º, quedará bajo la mirada de una acre y despiadada crítica que no reparará en objetarlo de mil y un modos. En realidad lo único que ponía nerviosa a la oposición antiperonista liberal, eran los objetivos del plan, pero como no podían decirlo atacaron el concepto de la planificación.
Anuncio del 1º Plan Quinquenal.
Luego del mensaje en el Congreso Nacional del 19 de octubre, el 21 de diciembre de 1947 Perón anuncia por la Cadena Nacional de Radio Difusión a todo el pueblo argentino, el lanzamiento del 1º Plan Quinquenal.
Se había trabajado duro, concienzudamente, contemplando todos los problemas con una mirada estratégica y definido perfectamente cuales debían ser los objetivos, todo después de un largo estudio de la situación argentina. Recién ahí y con todo dispuesto, el gobierno nacional hizo el anuncio. Se daba comienzo entonces, a una etapa sin antecedentes en la historia política y económica de la Argentina porque por primera vez, en forma vasta y profunda, el Estado Argentino asumía un rol decisivo a favor de los intereses nacionales y populares, definiendo las políticas a llevar a cabo junto con las instituciones y herramientas que eran menester para cumplir con las mismas. Nunca había sucedido nada igual.
Además, la enunciación del plan, indicaba a las claras que el país se mostraba hacia el mundo con la suficiente soberanía para formular un plan propio, sin intervención extranjera alguna, otorgando también, como consecuencia, legitimidad política al novel Movimiento Peronista.
Objetivos
De acuerdo con la autorizada opinión de un privilegiado testigo y protagonista de los hechos como Antonio Cafiero, pueden resumirse los objetivos del 1º Plan Quinquenal del siguiente modo:
1-Concepción y realización de un plan de desarrollo integrado y de expansión industrial.
2-Eliminación de la vulnerabilidad externa al rescatarse la deuda y nacionalizarse los servicios públicos.
3-Elevación del nivel de vida de la población, mediante la redistribución de la renta y planes de obras y servicios públicos en educación, vivienda y salud.
4-Destinar parte de las reservas y ganancias a financiar dicho programa.
5-Política autónoma frente a los organismos internacionales. Desarrollar la capacidad negociadora del país frente a los compradores externos.
6-Movilizar los recursos nacionales, acelerar la capitalización industrial y expandir el mercado interno. (14)
Financiamiento y Resultados
Hemos mostrado hasta acá, como se revirtió el sentido en el que se giraban las utilidades del producto nacional. Como lo que iba irremediablemente al extranjero, quedaba desde ahora en arcas del estado nacional y era distribuido para bienestar de todos los argentinos.
Fundamentalmente dos operaciones económico-financieras posibilitaron esos resultados.
La primera, el manejo de las reservas del Banco Central. Para ello fue menester nacionalizarlo junto con los depósitos bancarios. Luego la utilización de esos fondos, fue la herramienta clave para la compra de bienes productivos que lo único que hicieron fue crear más riqueza, la que equitativamente distribuida llego a todos los argentinos, en primerísimo lugar a los más necesitados. Se ignoraba con esto el paradigma liberal de la acumulación de reservas para el respaldo de la moneda nacional y se creaba uno nuevo, tal cual era el de la utilización de esos mismos fondos para la creación de riqueza productiva y trabajo.
La segunda fue la renta diferencial, producto de la compra venta por parte del I.A.P.I. de las grandes cosechas agrarias a los productores, pagándoles un precio justo y vendiendo las mismas a mejor precio en el mercado internacional. La diferencia era aplicada al desarrollo productivo del país y a la construcción de todas las obras necesarias para el bienestar general de los argentinos. La justicia social en primer término.
En gran medida el 1º Plan Quinquenal fue financiado con esta renta diferencial. Pero esto no podía provenir de ningún otro lado, más que de una concepción donde prevaleciera la conciencia nacional. De ningún otro lado. Diría Evita: “Perón piensa como argentino y procede como argentino.” Ese fue el secreto.
Las inversiones para el 1º Plan Quinquenal ascendieron a $ 6.662,7 millones, los que fueron distribuidos del siguiente modo:
Y analizado por realizaciones concretas y por grandes rubros, además de apuntar que se construyeron 35.000 obras públicas en todo el país y que en el orden industrial, la política de redireccionar los fondos públicos hacia la creación de fuentes de trabajo, se tradujo en la creación de 20.000 plantas nuevas, debe decirse que la acción del 1º Plan Quinquenal se desarrolló en:
- I.A.P.I Instituto Argentino de Promoción del Intercambio.
- Nacionalización de los servicios públicos: Gas, Electricidad,
Transportes urbanos, Ferrocarriles, Teléfonos, Servicios Sanitarios con
una extraordinaria ampliación de las prestaciones y de los usuarios.
- Petróleo: destilerías y creación de la flota petrolera.
- Creación de la flota mercante de ultramar y obras portuarias.
- Creación de la flota fluvial y obras de canalización en los ríos.
- Nacionalización de los elevadores de granos.
- Creación de la flota de aeronavegación nacional y construcción del
Aeropuerto de Ezeiza
- Construcción de edificios de escuelas primarias y secundarias
nacionales, comerciales, industriales, técnicas y agronómicas.
- Régimen de trabajo y aprendizaje para especialidades técnicas.
- Universidad Obrera Nacional.
- Industrialización: incremento del volumen y desarrollo.
- Construcción de viviendas.
- Construcción de hospitales y plan maestro de salud pública.
- Construcción de caminos.
- Construcción de diques y usinas termoeléctricas.
- Provisión de agua y desagües cloacales.
- Producción pesquera.
- Forestación. Promoción de la producción y comercialización.
- Incremento de la exploración y explotación carbonífera.
- Hoteles nacionales de turismo y creación de parques nacionales.
- Fomento agroganadero, con promoción para la mecanización de la
producción, saneamiento rural y canalización para desagote y riego.
- Adjudicación de tierras agrícolas y pastoriles. La tierra para el que la
trabaja.
- Investigación agropecuaria.
- Asistencia social mediante la creación de la Dirección Nacional de
Asistencia Social y particularmente a la madre y a la niñez.
- Previsión social.
- Administración pública: reorganización de ministerios, del régimen
municipal de la Capital Federal, reajustes de funciones y cuadros de
funcionarios y creación del cuerpo de abogados del estado.
- Provincialización de territorios nacionales.
- Ampliación de la ley electoral: voto femenino.
- Leyes fijando las bases para las educaciones primaria, secundaria y
técnica y universitaria.
- Leyes para la reorganización de la Justicia Federal.
- Leyes para la Extensión de fuero de trabajo a la jurisdicción
Federal.
- Inmigración y colonización.
- Desarrollo y modernización de las Fuerzas Armadas.
Afiches de propaganda gubernamental sobre el 1º Plan Quinquenal
Para la mejor comprensión del desarrollo del 1º Plan Quinquenal, incorporamos a nuestra página un importante estudio sobre el mismo de Graciela M. Falivene y Hugo L. Dalbosco, publicado por www.aaeap.org.ar/ponencias.
Ver en nuestra página en Documentación/Falivene-Dalbosco
131 años después
La Independencia Económica
de “Todos los poderes de la tierra”
“Seguimos el mandato de nuestra historia. Desde Mendoza, San Martín apuró la declaración de la independencia, convocó a sus propios diputados y los mandó a Tucumán. Y nosotros, que hemos de seguir la línea inquebrantable del sentido y sentimiento sanmartiniano, llegamos a Tucumán para ir a la misma casa, rememorar el mismo clima, comprometer el mismo juramento y decidirnos a morir, si es preciso, para obtener esa independencia económica”.
Juan Domingo Perón
Tucumán 8-7-1947
El 9 de julio de 1947, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, en la misma casa donde en idéntica fecha, pero de 1816, los patriotas criollos declararan la Independencia Política Argentina, el presidente de la nación, el general Perón, acompañado de todo su gabinete, gobernadores, legisladores y con la masiva presencia del pueblo, declaró solemnemente la Independencia Económica de la Argentina.
Afiche de propaganda gubernamental alusivo a la Independencia Económica
Tucumán 9 de Julio de 1947
Declaración de la Independencia Económica
El general Perón encabeza los actos
9 de Julio de 1947
1ª Página del Acta de la Declaración de la
Independencia Económica
Libro de lectura escolar “Cajita de Música” – 1954
“Sin Independencia Económica no hay posibilidad de Justicia Social. Nada se puede hacer sin haber conseguido antes esa Independencia Económica, sin saber que todo lo que los argentinos produzcamos ha de volver a los mismos argentinos para aumentar sus comodidades, su felicidad y su dignidad dentro de la familia argentina.”
Juan Domingo Perón
30-7-1947
Desde la asunción (y aún antes) al gobierno; con la toma del poder, al controlar todos los resortes económicos financieros existentes y con la creación de los nuevos que fueron menester; con la nacionalización en marcha de todas las empresas de servicios públicos, más la creación y ampliación de todas las explotaciones nuevas al servicio del pueblo argentino, la declaración de nuestra independencia económica era el resultado lógico de todas esas acciones independientes y soberanas. Una vez más, la regla de pensamiento y acción de Perón, demostraba el valor de hacer primero y luego decir. Ya hechas, o en curso de ejecución todas las grandes realizaciones, se formulaba entonces la declaración que las resumía a todas en un gran principio ideológico.
La Independencia Económica se alcanzaba entonces y era el primer objetivo estratégico conseguido. La trascendencia de esta victoria política y económica, hizo que la declaración que la contenía, fuese transmitida por radio a todo el planeta. Esto sucedió el 9 de julio de 1947 desde la ciudad argentina de San Miguel de Tucumán y fue leía por el Ministro del Interior Angel Borlenghi.
Fotograma de la película “Perón sinfonía del sentimiento” de Leonardo Favio, simbolizando las nacionalizaciones de los servicios públicos y la Independencia Económica
Ponemos en nuestra página a disposición de nuestros lectores, dos documentos que reflejan muy bien este excepcional momento de la historia de nuestro país.
El primer material es:
En DOCUMENTACIÓN//Perón, J.D.//Acta Declaración Independencia Económica 9 de Julio de 1947
El segundo es:
En DOCUMENTACIÓN//Borlenghi, Angel//Lectura Acta Declaración Independencia Económica, 9 de Julio de 1947-AUDIO
Para escucharlo haga clic AQUÍ
Los hechos respaldaban al gobierno del General Perón.
1947-El primer superávit económico del gobierno peronista 1946-1952
Publicado en “Perón el hombre del destino” de Pavón Pereyra-Fasc. Nº17
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Bibliografía y Documentación de apoyo
1. Perón, J. D.-Discurso 2-7-1952
2. Gaudium et spes/Gozos y esperanzas, Documento final del Concilio
Vaticano II, 7-12-1965
3. Perón, J. D. La fuerza es el derecho de las bestias, Editora Volver,
1987, pag. 34
4. Ibídem, pag. 34
5. Ibídem, pag. 37
6. Ramos, J. A.-Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Edición
del Senado de la Nación, pag. 136 y 137
7. Perón, J. D. Ob. cit
8. Castro, Fidel-Discurso 9-10-2009
9. Perón, J. D.-Discurso 1-5-1952
10. Maggi, J. E.–Discurso publicado por www.indargen.com.ar
11. Perón, J. D.-Conducción Política, Editorial Freeland, 1971-pag. 80 y 109
12. Rocasalbas, A.-Telam-Buenos Aires, 10-9-2011
13. Scalabrini Ortiz, Raúl-Oportunidad de la nacionalización ferroviaria-
Como apéndice en Historia de los ferrocarriles argentinos, Editorial
Plus Ultra, 7ª edición, 1975
14. Cafiero, Antonio: 5 años después. De la economía Social Justicialista
al Régimen Liberal Capitalista. Editorial El gráfico, Buenos Aires, 1961.
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PRIMER GOBIERNO DE PERON
1946-1952
En lo económico
El progreso del pueblo
Sí, a la Economía de Abundancia
No, a la Economía de Miseria
Tal cual como hemos venido mostrando en el desarrollo previo de nuestra historia, la Argentina soportaba un economía propia de los países dependientes y colonizados. Esto es, la mayoría de la población sometida a la miseria y a las privaciones y otro minúsculo sector, vinculado a los intereses extranjeros en nuestra tierra, disfrutando los beneficios del esquema de dependencia. Así las cosas, ninguna esperanza podía albergarse para el progreso económico de los más sumergidos, porque su pobreza era requisito indispensable para el bienestar de los menos.
Solo una solución podía caber para transformar este cuadro de situación y torcer el rumbo de la historia: fundar una economía de abundancia, partiendo de la creación de trabajo para todos los argentinos. Esto fue lo que comenzó a realizar el gobierno peronista desde el primer instante de su llegada al poder en 1946.
La reproducción del video que ya está insertados en nuestra página y que recordamos nuevamente, explica con claridad y sencillez demoledoras, propias de la sabiduría profunda, cuales fueron las primeras medidas que tomó Perón en dirección a la creación de una economía exactamente opuesta a la economía de miseria. La definición de, “En nuestro tiempo Gobernar es crear trabajo”, pasará a partir de este momento, a ser un principio inamovible del pensamiento y de la acción peronista. Trabajar, como acción dignificante de la existencia humana; su justa retribución y la inexcusable obligación de los gobernantes de proveer ese trabajo a la totalidad de los habitantes de nuestra patria, se convertirán en un desvelo y en una guía para la acción del gobierno nacional.
Hemos visto que la conducción de la economía, se había hecho de todos los resortes necesarios para que las riquezas quedaran en la Argentina y no emigraran al exterior y que se habían ejecutado sobre esos resortes, todas las políticas e innovaciones revolucionarias necesarias para tal fin; se habían nacionalizado todas las empresas de servicios públicos y creado las nuevas para que, en manos del estado, se elevase la producción necesaria para la actividad económica.
Ahora bien, todo esto debía tener un correlato sobre los ingresos de los trabajadores, tal cual era el objetivo del peronismo, o sea, poner en manos de los mismos los recursos necesarios para que se cumpliese la justicia social. La política para tal fin fue muy simple: en primer término se proveyó a la industria de crédito barato, aprovechando las reservas en oro y divisas que ya no debían respaldar al peso argentino según los cánones liberales, multiplicándose de ese modo las fuentes laborales; en segundo lugar a esa misma industria se la protegió arancelariamente evitando la competencia con la manufactura importada; en tercer lugar se llevó a cabo un vasto plan de obras públicas que ocupó una enorme masa de trabajadores; en cuarto lugar se implementó el control de los alquileres urbanos y del arrendamiento rural y en quinto lugar, se hizo efectiva la obligatoriedad, de riguroso cumplimiento, de pagar el aguinaldo. Todo esto sumado, no hizo otra cosa que elevar superlativamente la demanda de mano de obra y por esta mismísima razón, la elevación debido a esa mayor demanda, del nivel de los salarios, los que no hizo falta aumentar por ninguna medida gubernamental para tal efecto, aumentaron solos. Consecuencia: tal como lo explica magistralmente Perón, todo el ciclo económico se puso en marcha hacia una economía de abundancia, dejando atrás el esquema de los beneficios para unos pocos y la miseria para muchos. Los salarios como queda dicho aumentaron significativamente, pero no solo eso, aumentaron en términos de salario real, lo que es realmente decisivo y aún más, su participación en la renta nacional comenzó a desnivelar la balanza respecto de la participación del capital y esto continuó hasta alcanzar niveles record, no conocidos hasta entonces y no superados nunca más en la historia argentina hasta el mismo presente.
Las cifras del bienestar económico en la Revolución Justicialista
Ciclo 1946-1949 – Miguel Miranda y su equipo
Pero analicemos estos hechos a luz de las cifras que corroboran el sentimiento de felicidad de todo el pueblo y en particular de los trabajadores.
Al ponerse en marcha íntegramente toda la estrategia económica del gobierno, es decir, innumerables obras públicas y fácil acceso al crédito para las empresas privadas productivas (entre 1945 y 1949 este sector, que recibía el 33% de la asignación total de los créditos del Estado, pasó a recibir el 50% de los mismos), esto provocó, como ya dijimos, la creación de nuevos establecimientos industriales, tanto como productores de bienes directamente para el consumo, como proveedores del Estado. Este se convirtió en “regulador, productor, gestor de sectores vitales de la economía y en un importante empleador”.
De acuerdo con las teorías macroecómicas de gran aceptación en ese momento en el mundo, esto es, las del economista inglés John Maynard Keynes, el sistema capitalista no estaba y no lo sigue estando hoy ni nunca lo estará, en condiciones de asegurar el equilibrio entre oferta y demanda laboral, por lo que su resultado es lisa y llanamente la desocupación. Keynes desarrolló la teoría de que la intervención estatal mediante el gasto público, puede suplir la brecha entre oferta y demanda invirtiendo en obra pública que genere empleo.
El peronismo, en 1946, aplicó buena parte de esta teoría, cuidando de que la misma se volcara sobre emprendimientos productivos, directos o a través del crédito a los privados y sobre emprendimientos de provisión de servicios, como energía y comunicaciones entre otros. De este modo se aseguró que cada empleo estuviese directamente vinculado a la producción. También pudo haber generado, tal como se observa en la historia posterior, infinidad de empleos públicos engrosando el aparato estatal a punto tal de hacerlo lento e ineficiente, pero eso no ocurrió.
Una clara muestra de cómo repercutió esta política en la actividad privada, lo indica el número de establecimientos fabriles, que, partiendo de 65.803 en 1943, llega a 104.000 en 1948.
Afiche de propaganda oficial
La consecuencia inmediata de este fenómeno, fue una increíble demanda de mano de obra que terminó con la desocupación en un plazo de apenas unos pocos meses y se llegó a la ocupación plena. Ver lo expresado por Perón en el video. Cuando esto sucedió y ante la escasez, ahora, de esa mano de obra, los salarios aumentaron solos, como ya hemos dicho.
Los salarios en el sistema capitalista liberal, nunca alcanzan en su carrera de crecimiento al nivel de los precios, por eso son siempre insuficientes y están por detrás. Pero a partir de 1946 y por primera vez en nuestra historia económica, su aumento empezó a estar por delante del incremento de los precios. Esto significó lisa y llanamente que el nivel del salario real comenzó a subir.
Según el estudio al que se recurra, encontraremos que este incremento oscila entre el 62% y un 72,7% entre su valor inicial del año 1945 y 1949. (1) Toda una realización que conmovió los pilares de la sociedad argentina. Enormes masas de personas hasta hace muy poco, desposeídas, empezaron a consumir todos los bienes necesarios para mejorar y elevar su estándar de vida. Significativos bienes ingresaron a los hogares de los trabajadores. Era posible comprar todo lo necesario para el mínimo y legítimo confort de un buen vivir. Descartado lo superfluo, llegaban a las manos de los trabajadores todos los bienes que jamás habían podido comprar y que su carencia había conspirado dramáticamente contra su nivel de vida. Así, desde una heladera eléctrica con lo cual abandonaba para siempre la precariedad de las heladeras a barra de hielo o la adquisición de una radio con lo que pasaba a estar comunicado y otros artículos del hogar; más y mejor indumentaria; más y mejores alimentos; más y mejor medicina y medicamentos; más esparcimiento y descanso; el decisivo refuerzo del aguinaldo en sus ingresos y de las vacaciones pagas. Todo, todo ello, a partir de mejores sueldos con una notable mejoría en las condiciones de trabajo y del rendimiento efectivo de la moneda. Es decir la elevación del salario real.
Como afirmamos, todo este impulso y esta nueva política de asignación de sueldos y beneficios, modificó radicalmente la participación de los trabajadores en la distribución de la renta nacional. En 1945, poco antes de la llegada del peronismo al poder, esta participación era del 45,9% para el trabajo y del 54,1% para el capital. Apenas cinco años después la misma era del 56,7% para el trabajo y del 43,3% para el capital, siendo en términos de participación en el Producto Bruto Interno, PBI en 1949, al equivalente de 12 puntos más por parte de los trabajadores, de lo percibido en 1945. Un resultado contundente e incontrastable de toda la política dirigida a crear mejores condiciones de vida.
Así las cosas, el mercado interno se vio significativamente ampliado por efecto de la expansión del consumo popular, alentado a su vez por todos los incentivos salariales que ponía en sus manos la política económica.
Dicho por Perón la situación puede describirse de este modo: “…el primer plan quinquenal que no ha sido, como muchos creen, un simple plan de obras públicas. Contenía una profunda reforma en lo político, en lo social, en lo económico, en lo cultural, en lo jurídico, en la legislación, etc. Comenzaba, pues, con la reforma constitucional. Era la puesta en acción de la doctrina justicialista largamente meditada y elaborada a la luz de las aspiraciones populares y dedicada especialmente a conquistar las aspiraciones de los trabajadores explotados y escarnecidos, durante todos los gobiernos que nos habían precedido.
En lo económico, el plan quinquenal aspiraba a promover una economía de abundancia que reemplazara a la economía de miseria que hasta entonces, los políticos y la oligarquía, habían impuesto al Pueblo Argentino. Para ello era menester cambiar totalmente el fondo y las formas de la economía argentina.
Comenzamos por establecer como base que, en la Nueva Argentina, el capital dependía de la economía y ésta del bienestar social y que en consecuencia el consumo fijaba la producción que debía esforzarse por satisfacerlo. Inmediatamente lanzamos las grandes obras del plan hasta obtener la plena ocupación. Con esto, los salarios alcanzaron un nivel jamás sospechado en nuestro país. Con ello la clase trabajadora comenzó a vivir, por primera vez, como gente.
El aumento del poder adquisitivo de la masa popular produjo y acrecentamiento súbito del consumo y comenzó así la verdadera promoción de la economía. Simultáneamente, como era de esperar, con el aumento de la demanda empezó también la especulación que dio motivo a la creación de la política económica y al control de precios y abastecimiento.
Lo importante es que la reactivación económica fue un fenómeno real. Los volúmenes de consumo se multiplicaron y obligaron a multiplicar la producción con efecto directo y en el mismo sentido en la transformación y distribución. Así la industria y el comercio recibieron un impulso inusitado.” Subrayado nuestro (2)
Campo e industria
Renta agraria y salarios urbanos justos
Se afirma constantemente que todo este progreso en el nivel de vida de los trabajadores urbanos, fue a expensas del retraso en la renta de los productores rurales. Nada más incierto.
La realidad mostraba que los productores rurales eran recompensados por el I.A.P.I., quien les compraba el 100% de la producción para ser vendida luego en el mercado internacional, por precios absolutamente más justos que los percibidos en los años anteriores, los del aprovechamiento de los consorcios privados de la comercialización de las cosechas a productores que no tenían otro recurso más que vendérselas a esos mismos consorcios. Los precios viles con que eran retribuidos esos productores, significaban lisa y llanamente la ruina de muchos, acosados además por la falta de regulación de los alquileres rurales, los que muchas veces no podían ser afrontados, ya sea por las pérdidas de malas cosechas, como por los precios injustos que los consorcios les imponían.
Cuando el gobierno de Perón creó el I.A.P.I., este ignominioso esquema desapareció y el productor rural fue retribuido con precios verdaderamente rentables, además de la referida regulación estatal en los alquileres de los campos.
Esas cosechas, ya en manos del estado, eran comercializadas al exterior a precios obviamente mayores que los pagados a los productores. La diferencia, la famosa “renta diferencial”, era aplicada y redistribuida en forma de créditos a la industria y a la generación de bienes y servicios que llegan directamente al pueblo trabajador.
Por esta razón, la interpretación de que el campo subsidió a los trabajadores urbanos, es absolutamente desacertada si lo que subyace en esa explicación, es la idea de que un sector creció a expensas del otro. Lo que no se dice es que los ingresos de los productores rurales, comparados con las décadas anteriores, eran substancialmente mayores. De modo tal que la renta que “dejaron de percibir” en relación al precio internacional con que el estado colocaba esa producción, no debe tomarse en cuenta si uno la compara con lo percibido en décadas atrás. Como ejemplo que demuestra el aserto, debe decirse que el precio del trigo pagado a los productores se duplicó entre 1946 y 1948, de $10 a $20 cada 100 kilos, siendo esta última comparación, la verdadera relación que hay que tomar en cuenta.
Afiche de propaganda oficial
Perón, apunta además, sobre cual fue tratamiento que recibió el agro durante todo su gobierno y en particular en el primer ciclo que estamos analizando.
Dice: “El agro fue una de nuestras permanentes preocupaciones. El régimen de la tierra argentina era en 1945 casi medieval. Dictamos la ley de arrendamientos rurales y aparecía ya el fruto en los comienzos de mi primer gobierno. Con esa ley fijamos una situación que impidiera el aumento de los precios y los lanzamientos.
Dado este primer paso de protección a los agricultores se anunció la reforma agraria y se declaró que el justicialismo sostenía que la tierra no es un bien de renta sino de trabajo y que, en consecuencia, la tierra deber ser del que la trabaja. Acto seguido se propugnó el acceso a la propiedad rural de los agricultores. El aumento de los precios del cereal en los años 1948 y 1949, permitió que algunos chacareros compraran los predios que arrendaban con el producto de una cosecha. Así, en el primer plan quinquenal se entregó en propiedad más de 1.000.000 de hectáreas de tierra útiles…” (3). Obviamente, si lo pagado por el I.A.P.I. a los productores no hubiese sido un precio justo, como se sostiene, estos no hubiesen podido acceder a la propiedad de sus campos ni a la compra de la maquinaria agrícola, tal como sucedió.
Línea de montaje del primer tractor de fabricación íntegramente argentina “Pampa” y fotografía de una unidad terminada.
Así el gobierno de Perón respondió a las necesidades del campo, creando industria nacional para abastecerlo.
El 11 de agosto de 1952, por Decreto Nro. 4075 se autoriza la creación de la Fábrica de Tractores. La misión primordial era producir tractores íntegramente nacionales y comienza a funcionar en el predio de I.A.M.E. Posteriormente la fábrica tuvo su infraestructura en Estación Ferreyra, en inmediaciones de la Ciudad de Córdoba. Su piedra fundacional fue bendecida el 21 de enero de 1953 frente a la presencia del Ministro de Aeronáutica Brigadier Juan Ignacio San Martín y el Presidente de FIAT, Profesor Vittorio Valleta.
Siguiendo las premisas de lograr un tractor económico, simple y de fácil mantenimiento se determinó la conveniencia de tomar cómo modelo al tractor LANZ de origen alemán. El motor era de dos tiempos semi-diesel mono cilíndrico de 10 l de cilindrada con una potencia de 55 cv.
El primer prototipo nacional denominado PAMPA, fue puesto en marcha el 7 de octubre de 1952. El 31 de diciembre del mismo año, 15 unidades estaban prestando servicio con carácter experimental en diversos lugares del país.
La cantidad total de tractores PAMPA fabricados desde 1952 a 1961 fue de 3760 unidades. Uno de ellos está siendo restaurado por la División Técnica del M.N.A. para su puesta en valor y exposición en la Sala de la Fábrica Militar de Aviones.
Texto del libro CRONICAS Y TESTIMONIOS DE LA FÁBRICA MILITAR DE AVIONES autor César Arreguez
Publicado por: museonacionaldeaeronauticamoron.blogspot.com
Reacciones de la oligárquica
Las primeras dificultades
El empresariado y su ceguera histórica
Distintas reacciones se produjeron en nuestro país y en el exterior ni bien se pudieron observar los primeros resultados del plan económico.
Apenas iniciado el gobierno peronista, el diario oligárquico conservador La Prensa,mostraba su frontal oposición al sistema de comercio de los recursos agrarios. Decía:“Es dentro de esa posición y ese espíritu, que es asimismo el de los hombres que lucharon por la libertad e independencia de la patria y del que están impregnados los principios y declaraciones que constituyen los pilares de nuestra organización nacional, que hemos expresado que el sistema instaurado en materia de exportación contraría la esencia de nuestro ser y no concilia con los derechos y garantía que consagra nuestra carta fundamental.” (4) Enseguida veremos de que se trataba la “esencia de nuestro ser”, o dicho con más propiedad“la esencia de nuestros intereses y la defensa de nuestros bolsillos”.
Perón por su parte y después de transitar casi tres años de gobierno y dirigiéndose a la oligarquía particularmente y en ocasión del discurso celebrando el primer aniversario de la nacionalización de los ferrocarriles, le espeta la siguiente declaración y acusación:“Esa clase de gente que el pueblo llama comúnmente ‘fulmine’, dice que vamos a tener mala suerte y que la economía no va a poder andar bien en el futuro. Cuando me hice cargo del gobierno, decían que a los seis meses vendría la bancarrota económica. Ahora dicen también que antes de seis meses estamos liquidados; que no hay plata; que no tenemos moneda fuerte; que vamos a parar todas nuestras actividades y otras larguísimas series de rumores.”
Lo que sucedía era muy simple, la oligarquía ganadera advertía con espanto como el país abandonaba el esquema agro exportador para industrializarse, distribuir equitativamente los beneficios y además como el productor rural gozaba de beneficios que jamás había tenido. Por eso reaccionó sin pelos en la lengua ni prejuicio alguno y lanzó su odio social en declaraciones que pueden encontrarse, por ejemplo, en publicaciones como el Economic Survey, donde afirmaba: “Se ha verificado un desplazamiento indeseable hacia el trabajo en las fábricas” (5)
La misma publicación decía un año más tarde: “Después de haberse proclamado insistentemente la iniciación de este nuevo período, la realidad viene a demostrar una vez más que nuestra ganadería es la base principal en que descansa una gran parte de la estructura económica de la nación.” (6)
“Ya no tenemos la propiedad de nuestro propio ser.”, decía catastróficamente otro medio opositor ligado a la oligarquía. Era la publicación La Semana Financiera, que, con esas palabras, demostraba que sus únicas preocupaciones en realidad eran, la independencia económica argentina y los avances sociales del pueblo. La cita completa fue: “Estamos convencidos que son nuestros los ferrocarriles, las obras públicas, la soberanía económica, pero ya no tenemos la propiedad de nuestro propio ser: pertenecemos a un tercero. Ese tercero es el sindicato, el gremio, el partido, la revolución, los líderes políticos u obreros del momento, las obras en que colectivamente el país está embarcado.” (7) Pocas veces uno encuentra una “confesión de partes” tan brutal y tan clara en el odio a lo colectivo y a los derechos de la comunidad en su conjunto. Esto era lo que se dirimía: privilegios de pocos contra derechos de la mayoría. Una semana después la misma publicación decía: “el capital extranjero, la técnica extranjera y la colaboración industrial extranjera nos son, pues, indispensables.” (8) O sea: no al capital nacional, no al desarrollo tecnológico argentino y mejor comprar lo hecho afuera que fabricarlo en nuestro país.
Con esto se enfrentaba Perón.
Inversión e inflación
Hacia 1949 el consumo continuaba creciendo pero la tasa de inversión había comenzado a bajar. Este fenómeno obedeció a varias causas, que antes de analizarlas conviene visualizarlo en los números que lo expresan.
Año
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Consumo
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Inversión
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1946-1947
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+ 12%
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+37%
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1947-1948
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+ 4,7%
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- 0,3%
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1948-1949
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+ 0,6%
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- 20%
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La extraordinaria expansión de la demanda a partir de 1946, trajo como consecuencia el gran avance social que hemos visto. Pero para sostenerlo, el empresario nacional debía reinvertir las ganancias que todo este proceso les proveía. Podían reinvertir en nuevos bienes de capital y producir más y mejores productos y atender al creciente desarrollo de la población. Pero no lo hicieron como era de esperar. Por el contrario, atendieron a sus propias necesidades, esto es, dieron prioridad a sus propios consumos muchas veces superfluos y hacia allí canalizaron las fortunas que la situación económica ponía en sus manos. El resultado fue que la tasa de inversión comenzó a bajar como podemos apreciar en el cuadro anterior.
A esta situación hay que sumar que, por una política precisamente de protección de la industria y mano de obra nacionales, las importaciones de productos terminados estaban restringidas. El efecto de este fenómeno fue la aparición de la inflación, porque la demanda seguía creciendo pero no se producía lo suficiente para sostenerla, por lo tanto los precios subían ante la gran demanda y la oferta insuficiente. Esto provocó el primer recambio gubernamental del equipo encabezado por Miguel Miranda.
No se trataba de un fracaso. Muy por el contrario y Perón se encarga a cada instante de señalarlo, se había terminado un primer ciclo del despegue de una economía de miseria hacia otra de abundancia y Miranda había sido el gestor máximo de esa política. Había cumplido y en exceso, las expectativas puestas en él. La deuda de la nación para con su gestión es gigantesca.
Pero debía ponerse un “freno” y un correctivo a todo ese proceso para reencauzarlo en la misma dirección en que se había iniciado, pero con más armonía y mas prolijidad.
Antes de atender al desarrollo histórico que siguió a esta primera etapa, transcribimos íntegramente un texto que pone en blanco sobre negro la situación del empresariado argentino, lo que arroja mucha luz sobre que es lo debía hacerse, lo que hizo y lo que no se hizo.
“Los nuevos empresarios:
Los nuevos empresarios, hombres surgidos en muchos casos de humilde origen, carecían del prestigio propio de las clases dirigentes tradicionales. Lo compensaban con sobrada osadía y las pingues ganancias que la nueva situación les posibilitaba. Sin embargo, por regla general se mostrarían incomprensivos frente al peronismo: les molestarían los salarios altos, los aportes provisionales, las ‘impertinencias’ de trabajadores y delegados sindicales.
En verdad los sublevaba que sus empleados y obreros se mostraran menos sumisos de lo que habían sido muchos de ellos cuando trabajaban en relación de dependencia. Entendían mal que esa clase obrera sólidamente sindicalizada y ascendente, con sueldos altos y crecientes hábitos de consumo (aún cuando se mostrara exigente y presionara constantemente por mejores condiciones de vida y de trabajo) era su aliada histórica frente a la oligarquía tradicional defensora del viejo país, y la garantía de un mercado interno estable y expansivo. No percibían de ese Estado intervencionista, que imponía regulaciones y obligaciones provisionales, que era a la vez su condición de existencia, al hacer posible su fortalecimiento y eliminar la competencia de las mercaderías importadas.
En 1945, el sector industrial era receptor de un tercio del total del crédito bancario. Hacia 1949, su participación alcanzaba a la mitad de los mismos. Por esa época, estaba casi completado el proceso de sustitución de importaciones en las ramas livianas.
Arturo Jauretche ha retratado con agudeza a ese grupo, explicando los fundamentos de su ceguera histórica: ‘A la sombra de esa expansión del mercado interno y el correlativo desarrollo industrial surgió una nueva promoción de ricos distinta a la de los propietarios de la tierra que venía de las clases medias, y aún del rango de los trabajadores manuales, y se complementaban con una inmigración reciente de individuos con aptitud técnica para el capitalismo. Pero esta burguesía recorrió el mismo camino que los propietarios de la tierra pero con minúscula. Bajo la presión de una superestructura cultural que sólo da las satisfacciones complementarias del éxito social según los cánones de la vieja clase, buscó ávidamente la figuración, el prestigio y el buen tono. No lo fue a buscar como los modelos propuestos lo habían hecho a París o a Londres. Creyó encontrarlo en la boite de lujo, en los departamentos de Barrio Norte, en los clubes supuestamente aristocráticos y malbarató su posición burguesa a cambio de una simulada situación social. No quiso ser guaranga, como corresponde a un burguesía en ascenso, y fue tilinga, como corresponde a la imitación de una aristocracia.
Eso la hizo incapaz de elaborar su propio ideario en correspondencia con la trasformación que se operaba en el país, hasta el punto que los trabajadores tuvieron mas clara conciencia del papel que les tocaba jugar a esa clase. Baste leer, después de 1955, la literatura sindical y la de la burguesía (…) para verificarlo.
Esa nueva burguesía evadió gran parte de sus recursos hacia la construcción de propiedades territoriales y cabañas que le abrieran el status de ascenso al plano social que buscaba. Fue incapaz de comprender que su lucha con el sindicato era a su vez la garantía del mercado que su industria estaba abasteciendo, y que todo el sistema económico que le molestaba, en cuanto significaba trabas a su libre disposición, era el que le permitía generar los bienes de que estaba disponiendo. Pero ¿cómo iba a comprenderlo si no fue capaz de comprender que los chismes, las injurias y los dicterios que repetía contra los nuevos de la política o del gremio eran también dirigidos a su propia existencia? Así asimiló todos los prejuicios y todas las consignas de los terratenientes que eran enemigos naturales, sin comprender que los chismes, las injurias y los dicterios era válidos para ella’.” (9)